De vidas simples en una compleja puesta
Bajo el bosque de leche/Under Milk Wood / Dramaturgia: Dylan Thomas / Traducción: Ingrid Pelicori / Elenco: Ingrid Pellicori, Luis Campos, Belén Pasqualini, Picky Paino, Iván Espeche, Ariel Staltari, Abril Piterbarg, Alejandra Perlusky, Gustavo García Mendy, Miguel Rausch y Martín Keledjian / Escenografía: Magalí Acha / Iluminación: Julio López / Versión y dirección: Mariano Stolkiner y Gustavo García Mendy / Sala: Teatro San Martín
Comedia para voces", a decir de su autor, Bajo el bosque de leche es un experimento escénico que cruza géneros y técnicas de representación para dar cuenta de una prodigiosa textualidad. Dylan Thomas narra en su poema el transcurso de un día en el ficticio pueblo galés de Llareggub. Vidas simples que se despliegan sin heroísmo, de seres que van de sus casas a la taberna, a la escuela o al trabajo, que recuerdan lo que ha pasado y ya no puede volver, un mural que varía sus focos, flotando entre breves encuentros donde se despliega el espectáculo de lo humano.
Fragmentos de Llareggub, en forma de muebles y estructuras que no arman una totalidad, pueblan lo escénico. Esta escenografía de a pedazos hace buen sentido con la obra que también construye a partir de los retazos, hay entonces un esqueleto que encontrará su carnadura en los personajes y sus historias. Se completa el conjunto con una gran pantalla en el fondo donde se proyecta video. Lo multimedial en la obra hace entrar otras zonas, filmaciones de universos oníricos y de las colonias galesas del sur de nuestro país con intérpretes de allí.
Recorre la obra el conflicto entre enunciaciones. Con gran autoconciencia, la pieza mezcla el musical, el melodrama, la farsa, lo cinematográfico, el teatro comunitario y otras formas que combaten el estatismo tranquilo que refleja el poema. Esa tensa convivencia genera momentos bellos y logrados, principalmente aquellos en los que prepondera la música, pero hay otros en los que la variedad de recursos no parece sumar capas a la totalidad. La relevancia del sonido, los matices y las voces en ocasiones queda sepultada por la fastuosidad de las proyecciones.
Hay una constante exigencia en el elenco de dar vida a más de una treintena de personajes en distintos ambientes, los actores en escena juegan en una cuerda floja constante, sus entradas y salidas están marcadas desde una dirección apasionada y la voz guía de Ingrid Pellicori como narradora. Dentro de lo coral, se destacan las composiciones estalladas de Alejandra Perlusky y el lucimiento vocal de Iván Espeche.
Originalmente pensado como radioteatro, llevar a escena Bajo el bosque de leche obliga a la experimentación. Es una puesta valiente, que se anima a intentar diversos procedimientos, que se escapa del respeto sumiso al gran autor y busca siempre nuevas formas de darle vida a una pieza compleja que habla de un pueblo que ha encontrado, a su manera, la felicidad. Con el correr de los minutos, se impone el texto. Pero nada quita que en el camino se hayan presenciado escenas e imágenes conmovedoras, momentos cotidianos que encierran una profundidad metafísica.
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