De la salita de Boedo a las luces de Corrientes
En su décima temporada, la obra de Tolcachir que recorrió el mundo ahora llegó al Paseo La Plaza
De la sala propia en el barrio de Boedo al Paseo La Plaza, en la avenida Corrientes. Así fue el periplo de la exitosa obra La omisión de la familia Coleman, escrita y dirigida por Claudio Tolcachir. En el medio, entre el estreno en agosto de 2005 en Timbre 4 y el salto al circuito comercial, pasó de todo: invitaciones para participar en los festivales de teatro más prestigiosos del mundo, giras de seis meses, premios en el país y en el extranjero, embarazos, romances, cambios en el elenco. Siempre trabajando en forma cooperativa, con producción propia, este mes la compañía de Tolcachir comenzó la décima temporada del entrañable espectáculo protagonizado por una familia argentina en inevitable disolución.
Tamara Kiper (Gaby, en la ficción), Miriam Odorico (Memé, la madre), Inda Lavalle (Verónica, la hermana mayor) y Diego Faturos (Damián, el hermano mellizo de Gaby), cuatro de los actores del equipo original, recordaron cómo fueron los inicios y las largas jornadas de improvisación y ensayos en un pequeño departamento sobre la avenida Boedo, donde tiempo después inauguraron la sede original de Timbre 4.
Durante nueve meses, "este maravilloso conjunto de talentos humanos, de actores sobrenaturales", como los define el director con orgullo, se dedicó a trabajar con el material que finalmente sería el primer texto teatral de Tolcachir. "Estrenamos una noche de agosto de 2005, con la esperanza de haber realizado un buen trabajo y sin más expectativa que permanecer algunos meses en cartel", recuerda el grupo. Pero algo mágico sucedió: gracias al efecto del boca en boca, cada vez más curiosos se acercaban a la sala ubicada al final del largo pasillo de un PH. Enseguida tuvieron que agregar funciones: dos por noche, de viernes a domingos, con entradas agotadas.
"Lo más asombroso de Coleman es que, de verdad, no esperábamos nada. Y todo lo que pasó llegó muy rápido. Empezamos actuando frente a familiares y amigos. De repente, un día, Claudio nos avisa que había reservado Augusto Fernández. No lo podíamos creer", cuenta Lavalle.
Por aquella época, Timbre 4 no tenía boleteros, acomodadores ni técnicos. Todo lo hacían el director y los actores. Hasta responder las llamadas telefónicas de los espectadores que querían ver la obra. "El número de teléfono para las reservas era el de la casa de Claudio -explica Faturos-. Y todos los días había que revisar el contestador y llamar para confirmar las entradas." Cuando llegaron las primeras invitaciones para festivales latinoamericanos y europeos, tuvieron que organizarse para ver quién se podía ocupar de programar las giras y las funciones. "¿Qué hacemos? ¿Quién va a manejar este asunto?, nos preguntábamos", dice Odorico. "Empezamos a planear nuestras vidas en función de los viajes, que cada vez eran más largos, de cinco y seis meses", agrega Kiper. "A veces íbamos a lugares hermosos y otras, a pueblitos perdidos de Europa donde nos moríamos de frío", completa Faturos. Tamara recuerda entre risas un pueblo francés donde "no había nada, salvo un teatro y locales de pompas fúnebres. Era impresionante: había una funeraria por cuadra. Pero el teatro se llenaba todas las noches".
En España y en Francia, la obra causó impacto de movida. Tanto que, diez temporadas después, la siguen convocando de las salas más importantes de ciudades como Madrid, Barcelona y París. "En la segunda temporada en Madrid, teníamos funciones de martes a domingos. Un lunes tuvimos que volar a Francia para hacer una presentación importante ante programadores de festivales y volvimos en el día. El martes estábamos de nuevo actuando en España", cuenta Faturos. En ciudades con códigos culturales tan diferentes como Sarajevo o Pekín se presentaron con ciertas dudas sobre cómo sería recibida la historia de la familia Coleman. Subtitulada y todo, la obra provocó la misma conmoción que en Buenos Aires.
Cuando se les pregunta por qué creen que eso sucede, a qué se debe el "fenómeno Coleman", hay coincidencias: "La obra está viva en el papel, entonces no puede estar muerta sobre el escenario", define Lavalle. "Pasaron dos mil funciones y nos seguimos divirtiendo en cada una. Hay funciones mejores que otras, seguramente, pero la pasamos muy bien en escena. Para mí, ésa es la clave", asegura Faturos. Kiper, por su parte, piensa que haber tenido la posibilidad de actuar en la obra durante tantos años les permitió descubrir a fondo "el hondo y profundo terreno que los personajes tienen en el papel. Son tan ricos y tan complejos que, con pocas funciones, no los llegás a explorar". Los cuatro están de acuerdo con ella: "Creo que hoy hacemos la mejor Gaby, la mejor Meme, la mejor Verónica, el mejor Damián, porque alcanzamos un nivel de profundidad y de soltura que hace que la obra siga creciendo. Y me daría mucha pena, en ese sentido, dejar de hacerla."
Todos resaltan el trabajo de Tolcachir, en la escritura y en la dirección. Remata Faturos: "Por cómo fue creada la obra desde la dramaturgia, hay muchos secretos en la trama, cosas de las que no se habla, que no se saben, información que sólo manejan algunos personajes. Creo que ese procedimiento sirve para que, al día de hoy, uno pueda elegir caminos nuevos para actuar".
En números
- 10 temporadas en cartel desde su estreno, en agosto de 2005
- Países: China, Francia, España, Italia, Irlanda, Bosnia, EEUU, Bolivia, El Salvador, Costa Rica, Panamá, Portugal, Alemania, Brasil, Perú, Ecuador, Colombia, Uruguay, Chile, Canadá, Serbia y México.
- 50 festivales
- 2000 funciones
- 200.000 espectadores
- Fue subtitulada en ocho idiomas y publicada en italiano, francés, inglés, español y griego.
La omisión de la familia Coleman
Texto y dirección: Claudio Tolcachir.
Elenco: Araceli Dvoskin, Miriam Odorico, Inda Lavalle, Fernando Sala, Tamara Kiper, Diego Faturos, Gonzalo Ruiz y Jorge Castaño.
Sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza, Av. Corrientes 1660.
Funciones: viernes, a las 22: sábados, a las 20, y domingos, a las 19.
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