De cómo confluyeron el fútbol y el teatro
El actor, que participa en el elenco de La terquedad, de Rafael Spregelburd, confiesa que el deporte lo acercó al arte
Si alguien cree que los caminos del fútbol y del teatro son opuestos, está completamente equivocado. Pueden unirse perfectamente. Guido Losantos quería ser jugador de fútbol, pero también actor, y, a los 22 años, recibió una curiosa invitación de Bernardo Cappa, con quien él ya venía trabajando. Le ofreció formar parte del Combinado Argentino de Dramaturgos, una propuesta de la Feria del Libro de Fráncfort para enfrentarse al equipo de autores alemanes, ya que la Argentina era el país invitado. De pronto, al poco tiempo se encontró en su primer viaje a Europa combinando pasiones: jugando a la pelota y compartiendo andanzas con la Primera A de la dramaturgia local: Cappa, Federico León, Santiago Gobernori, Ezequiel de Almeida, Joaquín Bonet, Matías Feldman, Agustín Mendilaharzu, Martín Otero y un vecino al que admiraba, Rafael Spregelburd, entre los 16 que viajaron y ganaron cuando Argentina perdía la final con Alemania en el Mundial? Más allá del fútbol, Losantos se codeó con estos gigantes del teatro y hoy es uno de los actores más considerados de su generación. Actualmente forma parte de ese dream team que es el elenco de La terquedad, donde desarrolla uno de sus mejores trabajos.
"De alguna manera, por medio del fútbol nos hicimos amigos mucha de gente de teatro. Íbamos religiosamente dos veces por semana a la mañana a Parque Sarmiento en el auto de Rafa, con Cappa, Ezequiel y Federico, a entrenar bajo la dirección técnica del Murciélago Alfredo Graciani. Llegué a Roma con todos los monstruos del teatro, con el bolsito de jugar al fútbol. No entendía nada. Pero ése fue el comienzo, sin dudas", afirma Losantos, tipo relajado, humilde y culto.
Hijo de una visitadora médica y un gastronómico, Guido Losantos creció en dos polos opuestos del Gran Buenos Aires: Avellaneda y Martínez. Iba a un colegio bilingüe y jugaba al fútbol con los chicos de La Cava. "Desde muy chiquito me divierte jugar a «dale que éramos». Hay una enorme dosis de teatralidad en mi familia. Creo que mi ser actor es una forma de sublimar y de hacer carne lo que de alguna manera viví y mamé de chico en mi familia. Mi abuela vino de Asturias huyendo de la Guerra Civil española. De chica se escondía en la montaña cuando bombardeaban y luego regresaban sin saber si tenían la casa en pie. Siempre tuve una gran mezcla de mundos y elegí vivir todo de manera poética, de buscar la belleza a las realidades. Desde chico que sé que quiero esto", describe. Así fue como probó alguna vez estudiar ciencias políticas y psicología, pero terminó en la Universidad Nacional de Artes para estudiar dirección escénica. De todos modos, la dirección no lo atrae en lo más mínimo. Ama actuar. Su primera profesora fue Julia Guzzo, a los 16 años, en Martínez, y la siguieron maestros como Dora Baret, Matías Gandolfo, Matías Feldman, Santiago Gobernori y Bernardo Cappa.
En estos últimos años hizo trabajos brillantes en obras tan disímiles como Es un sentimiento, Paciente jabalí o TV60, de Cappa; en Pasolini, Prueba I y Prueba III, de Matías Feldman; o el espectáculo de humor Bruto, dirigido por Martín Salazar.
En aquella época del fútbol y de los dramaturgos se hizo muy amigo de Spregelburd, pero nunca había llegado a trabajar con él, hasta que el año pasado lo convocó para trabajar en La terquedad. "Para mí es un honor porque Rafa es un genio", dice inmediatamente. Y al hablar de su personaje en esa obra viaja nuevamente al encuentro de sus abuelos, cuenta que estuvieron 60 años juntos, que lamenta que ella no haya podido ver este trabajo, pero su abuelo sí pudo, antes de ir al encuentro de su princesa perdida. Es él que encarna a un joven escritor perseguido por el franquismo, en plena Guerra Civil española. "Esta obra fue un gran manojo de complejidades. El contrato con el Cervantes fue de dos meses de ensayo y tres de funciones, pero debido a lo difícil del trabajo empezamos a hacer lecturas en julio del año pasado y a ensayar desde septiembre. Estaba concebida para cinco actores y Rafa la fue reescribiendo todos los días durante los ensayos. Nos mandaba mails diarios con todos los cambios. Se trabajó lo que era figura fondo y con la complejidad con que, además, él encarnaba el papel protagónico. Pero lo tenía todo en su cabeza caótica, laberíntica y dispersa. Para los actores fue muy difícil el proceso. Había que superponer, medir tiempos... hasta el día del ensayo general no sabíamos algunas cosas. Pero tengo que decirte que fue tan vertiginoso como apasionante. Estaba entrenado en vértigo trabajando con Cappa. Acá confiábamos mucho en Rafael."
El hecho de llevar ese trabajo arduo de la sala de ensayo al monstruoso artilugio escénico que se lleva a cabo en la sala María Guerrero del Cervantes también fue complejo. Las variaciones de tiempo, la sincronización y lo que implica la obra: cuántas cosas suceden al mismo tiempo. En definitiva, tuvieron que preguntar varias veces "¿por qué?". "Sobre todo para entender qué era lo que había que actuar en cada escena. De lo demás no entendíamos nada, pero confiábamos ciegamente en Rafael. Yo entro en el primer acto, pero el personaje viene de un montón de cosas que le sucedieron que se ven en el tercer acto. Es decir, tengo que entrar con un estado determinado, pero el público no va a tener esa información hasta más adelante. Es muy cinematográfico y difícil para el actor", describe este actor que avanza a pasos agigantados y que está a punto de protagonizar su primera película, bajo las órdenes de Marco Berger.ß
La terquedad
De Rafael Spregelburd
De jueves a domingos, Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815
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