David Gudiño, el actor que se cansó de hacer de chorro, gendarme o policía: “a los haters, les respondo con humor”
Mientras tiene dos obras en cartel, su otro campo expresivo son las redes sociales, en las que tiene miles de fanáticos y haters, a los que responde con humor los comentarios racistas
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El actor y dramaturgo David Gudiño nació en Salta, a pocos kilómetros de Bolivia, pero creció en Tierra del Fuego. En una de las tantas capas de su unipersonal El David marrón -por el que recibió el Premio Trinidad Guevara a la revelación- el personaje central, un tal David, es una persona morena (”marrón”), tal como el actor y dramaturgo. Se enamora de un tal Juan, un daddy rubio, en el baño de un museo plagado de esculturas europeas y de arte argentino que se transforman en testigos de ese amor entre un pibe de raíces indígenas y un señor de familia europea. Hay un testigo clave de ese romance: la escultura perfecta y modélica del David, de Miguel Ángel. En silencio, esa mole en parte reproducida por el escenógrafo Norberto Laino se transforma en un personaje clave de este potente trabajo performático que llena la sala Dumont 4040.
En otra punta de la ciudad, en el centro Arthaus, el mismo David Gudiño es uno de los actores de Ha muerto un puto, texto de Carlos Correas, quien es considerado el autor del primer relato homosexual de la literatura argentina.
Así como vivió en dos puntos extremos del país, Salta y Tierra del Fuego, su territorio expresivo también va de un punto a otro: del hecho performático en vivo al universo de las redes sociales, como si fueran parte de un todo entre su arte y su bandera contra el racismo. Mal no le va; uno de sus videos, Argentina NO es blanca, fue finalista en un apartado del Festival de Cannes dedicado a piezas de TikTok. Integrante del Colectivo Identidad Marrón, formado por artistas que reflexionan sobre la identidad y las prácticas racistas, la ironía que maneja tanto en la obra como en las redes es su forma de contraatacar cualquier mínima manifestación de odio. En el bar de Dumont 4040, también confiesa que el haberse sumado a Ha muerto un puto, que dirige Gustavo Tarrío, le resulta sumamente atractivo y perturbador. “Tiene algo de venganza poética que yo diga, como cabecita negra, esos textos que adquieren un valor erótico como político”, admite.
- ¿Hacer El David marrón es, también, un venganza tanto poética como política?
- Recontra [se ríe], pero más hacia el mercado. Es como decir: “¿Viste que puedo?”·. Es posible contar una historia marrón, indígena y queer. Y es meritocrático todo el proceso porque me tuve que sentar a escribir la obra, pagar la escenografía, actuar y gestionarla con la dirección de Laura Fernández, que fue una gran aliada. Inicialmente, todo esto fue como un stand up que nunca llegó a ser porque eran conversaciones que tenía conmigo mismo, por mensaje de textos. Me mandaba los chistes que se me ocurrían en la calle, como “no me paran los taxis después de las 10 de la noche”. Cuando conozco al Colectivo Identidad Marrón, me doy cuenta que ni soy morocho, ni negro, ni cabecita negra: soy marrón. En ese contexto, también está presente mi resistencia a actuar solamente de chorro, de gendarme o de policía.
-¿Muchas veces te tocó hacer de chorro, gendarme o policía?
- En los primeros cortos de la UNA siempre hice de chorro. En la serie María Marta, el crimen del country, hice de policía; en El reino, de gendarme. Después de esos dos trabajos me invitaron a hacer castings para roles similares. Me negué. Ya está, fue.
-El David marrón posee una variedad de citas vinculadas con las artes visuales, pero dramatúrgicamente la famosa escultura ocupa un lugar troncal.
- En el marco de un unipersonal, me parecía importante que exista un interlocutor en términos reales. Por eso durante la obra me la paso hablando con la escultura. En el proceso creativa hubo una referencia que es el trabajo de Flora Alvarado, una artista visual de Identidad Marrón que hizo la obra La Venus marrona. Esa propuesta me llevó a pensar en cuál obra, como varón, era la que me interpelaba. Como había estudiado en el Museo de la Cárcova, en donde hay una copia del David, esa imagen la tenía muy presente. Por otra parte, estaba la coincidencia de nombres y ahí fue cuando me cerró todo. Aquel David de Miguel Ángel tan blanco, y yo, esto que ves... [se ríe]. Y en las redes hay algo de mi propio ego de convertirme en el David, contra esos comentarios racistas, que me tratan de planero.
Lugares de poder
-Seguramente, eso no pasa solo en las redes.
- Obvio que no. Acá. en Buenos Aires, la policía me ha parado en la calle y eso es por mi color de piel. En las redes me interesa dejar en claro que los marrones indígenas no somos chorros. Y que somos argentinos, no bolivianos, peruanos o filipinos. Ante los haters respondo con humor, porque lo solemne aleja. Lo real es que, en el imaginario social, un marrón no puede ocupar un lugar de poder.
-Toda esa pulsión te llevó a presentarte en el Festival de Cannes, en la nueva franja dedicada a piezas de TikTok?
- Sí, eso fue con Argentina no es blanca. Fuimos finalistas, nos hicieron una buena devolución y todo eso hizo que se hiciera viral, con más de siete millones de visualizaciones. Ese video está basado en comentarios que me hicieron en las redes. Al corto lo único que hice fue ponerle caras a esos comentarios anónimos. O tomé también situaciones de la vida real, como cuando comprando en una verdulería me confundieron con el vendedor. Los medios han reproducido esos estereotipos. Es difícil encontrar una cara indígena vendiendo papas fritas.
-¿Cómo llegaste a la actuación?
-Me vine a vivir a Buenos Aires en 2012, a los 25 años. Ya era profe de Biología y me metí en la licenciatura del actuación en la UNA. Igual, desde los 14 años, ya hacía teatro en Río Grande, Tierra del Fuego, a donde nos habíamos ido a vivir porque mi padre consiguió trabajo luego de perder el suyo en Gas del Estado. Estando ya instalado en Buenos Aires me fui un tiempo a Israel, como parte de un voluntariado. Ahí, justamente, fue la primera vez que me confundieron con un vietnamita o con un filipino.
-A futuro, ¿hasta qué punto centrarte en tu identidad marrón puede ser un limitante de tu campo expresivo?
- Yo siento que puedo hacer cualquier cosa, pero se necesitan más posibilidades. A El David marrón también se lo puede entender como una historia de amor, y no necesariamente como una pieza en contra del racismo. De todas formas, hay tanto en el mundo marrón para hablar y está tan poco explorado, que tengo ganas de seguir contando estas cuestiones. Yo voy por todo.
Para agendar
El David marrón, dramaturgia y actuación de David Gudiño y dirección de Laura Fernández. ala: Dumont 4040 (Santos Dumont 4040). Funciones: viernes, a las 22.
Ha muerto un puto, dirección de Gustavo Tarrío. Sala: Arthaus (Bartolomé Mitre 434). Funciones: sábados y domingos, a las 20.
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