Dario Fo-Franca Rame: mayo de 1984, crónica de la semana más violenta en la vida del Teatro San Martín
En los primeros meses del gobierno de Alfonsín, se presentaron dos unipersonales en Buenos Aires, que ocasionaron tensión y varias protestas
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La temporada de 1984 del Teatro San Martín estuvo marcada por hechos artísticos que pasaron a la historia de ese espacio que acaba de cumplir 61 años. Dos ejemplos ayudan a sostener la afirmación: en la sala Martín Coronado se estrenó Galileo Galilei, de Bertolt Brecht, la reflexión sobre la tensión entre ciencia y religión que podía pensarse como algo superado en el siglo XX, marcó un hito de audiencia. La puesta de Jaime Kogan y la magnifica actuación de Walter Santa Ana fue vista por casi 200.000 personas. La parábola de la fuerza de la razón frente a la oscuridad del poder resonó fuertemente en una sociedad que venía de atravesar un largo tiempo de oscuridad y terror. Por otra parte, en la sala Casacuberta, se presentó Wielopole, Wielopole, del creador polaco Tadeusz Kantor. Seguramente, junto a las visitas de la coreógrafa alemana Pina Bausch, de 1980 y 1995, fueron las dos presencias internacionales que más marcaron a los creadores de la escena local. En ese contexto único tanto del teatro como del país, en mayo, apenas a cinco meses de la asunción de Raúl Alfonsín como Presidente, Kive Staiff, director histórico del San Martín, sumó otro hito: programó a los artistas italianos Dario Fo y Franca Rame. En la sala Martín Coronado, el gran actor y dramaturgo italiano, heredero la commedia dell’arte y Premio Nobel de Literatura en 1997, presentó Misterio bufo, monólogo estrenado en 1969. Su esposa, la actriz Franca Rame, ofreció en la Casacuberta Tutta casa, letto e chiesa, obra de 1977.
La propuesta del gran revitalizador del teatro popular italiano radicalmente superó el terreno de lo artístico. Durante ese semana única de mayo en el San Martín hubo amenazas de muerte por parte de sectores radicalizados católicos, bombas lacrimógenas en plena función, manifestaciones en la puerta del teatro, vidrios rotos en el hall, pintadas en los alrededores, pedidos de censura, detenidos y, como corolario, una gran manifestación de todo el arco político, cultural y de organismos de derechos humanos en defensa de la libertad artística. En aquel mayo de 1984 se produjo, seguramente, el mayor acto de violencia de las últimas décadas contra un organismo cultural público de la ciudad de Buenos Aires. Veinticuatro años después, con la muestra de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta, se repitieron algunas de esas escenas; pero no llegaron al nivel de ferocidad e intolerancia que desataron esas dos obras.
En aquellos lejanos tiempos, Julio César Saguier era el intendente de la ciudad; y Mario “Pacho” O’Donnell, el secretario de Cultura. En el plano nacional, Carlos Gorostiza ocupaba el cargo de secretario de Cultura mientras que Luis Brandoni era asesor cultural de Alfonsín. Aunque se respiraba el clima de la llamada “primavera alfonsinista”, 1984 fue un año cargado de tensiones. La inflación llegó casi al 700 por ciento y hubo la misma cantidad de paros parciales. En ese contexto, se lanzó el Plan Alimentario Nacional, se selló el acuerdo con Chile por un conflicto limítrofe y se creó la Comunidad Homosexual Argentina mientras la deuda externa rondaba los 45 mil millones de dólares y la Conadep, presidida por Ernesto Sábato, entregó al Gobierno su informe. Fue el año en el cual murió Julio Cortázar, en el que se disolvió el Ente de Calificación Cinematográfica y durante el cual se estrenaron las películas Camila, de María Luisa Bemberg; Los chicos de la guerra, de Bebe Kamin; y Darse cuenta, de Alejandro Doria. En la radio, sonaban “Piano Bar”, de Charly García; y “Del 63″, de Fito Páez. En San Telmo, nacía el mítico Parakultural y la renovación teatral encontraba en ese sótano infame y maravilloso su lugar en el mundo.
Mientras estos procesos sociales y políticos se iban desplegando, a la icónica sala del teatro público porteño llegaban estos artistas italianos de fama y reconocimiento mundial. Antes del estreno, reporteados por LA NACION, Fo daba unas claves sobre su obra: “En Misterio bufo aparecen trozos de la commedia dell’ arte y de dos juglarías, ‘El milagro de la resurrección de Lázaro’, y ‘La historia de Bonifacio VII’, que era el Papa en la época del Dante”. En el mismo reportaje, Rame, una feminista que se adelantaba a su tiempo, aseguraba que “Tutta casa... era una obra en defensa de la condición de la mujer. El tema es la violencia sexual”. Pero, ya antes del debut, la presencia de estos artistas llegaron a otras secciones de los diarios. Claro, nadie imaginó lo que vendría durante esa semana...
La previa al estreno
En el diario Tiempo Argentino apareció una nota que llevó el siguiente título: “Lo que faltaba: teatro profano al uso itálico”. Un sacerdote, según consignó la revisa El Porteño, dijo en la misa del 6 de mayo: “Les advierto que el Diablo ha llegado a Buenos Aires”. Paralelamente, la Corporación de Abogados Católicos le envió un telegrama al intendente solicitando la prohibición de la representación de ambos monólogos. “Atentan contra el orden y la moral pública, agravian a la Iglesia Católica”, aseguraba. Lo mismo hizo la Liga de Madres de Familia. Por su parte, la Agencia Informativa Católica Argentina consideró a las obras como “sacrílegas y destructivas de todo lo religioso”. Tanto Fo como Rame, dos seres sumamente expansivos, irónicos y empáticos en el trato conocían de las tensiones que generaban sus propuestas. Ya sabían de censuras, de querellas, de represión; pero no imaginaron nada de eso cuando aterrizaron en Ezeiza.
El 8 de mayo se estrenó Misterio bufo con sala desbordada de público (se habían agotados las entradas 5 días antes del debut) e invitados especiales que lo aplaudieron de pie. La crítica de LA NACION habló del unipersonal en estos términos: “Fo es un torbellino de la naturaleza que, a sus excepcionales dotes naturales, une el oficio más sutil. Su simpatía y creatividad son desbordantes, maneja hasta la última fibra del cuerpo con maestría”. Cuando se estrenó el unipersonal de Franca Rame, la crítica de LA NACION tituló: “Las condiciones de una mujer muy inteligente que ventila problemas de sus congéneres”. En Tiempo Argentino, el critico Ernesto Schoo afirmó. “Dario Fo es un actor colosal, me atrevo a decir que el mejor que he conocido”.
Claro que al indiscutible hecho artístico se le sumó la reacción en la calle, las presiones, los ecos de un pasado reciente. Una granada de gases lacrimógenos estalló durante la función del miércoles, la segunda de las pautadas, mientras se representaba Misterio bufo ante casi 1.500 espectadores. Un hombre joven se levantó de su butaca y, señalando a Fo, le gritó: “Usted es un irreverente”. El personal de la sala, entre abucheos e insultos hacia el agresor, lo obligó a retirarse. Ante el desconcierto general, Dario Fo decidió hacer un intervalo. La cosa no quedó ahí. Cuando reinició la función explotó una granada de gases lacrimógenos colocada debajo de una de las butacas del medio de la platea de la Martín Coronado. “Dos jóvenes intentaron huir y uno de ellos fue retenido por los espectadores. Un grupo de Madres de Plaza de Mayo impidió que algunos hombres lo golpearan y medió para que fuera entregado a la Policía”, narró la crónica del diario El País, de España. En las escaleras del Hall del San Martín, Fo improvisó un discurso para calmar al público. ”Hay quienes nunca entenderán nada –reflejaba la crónica del matutino español–. Lo que yo hago aquí ya fue hecho en iglesias y nadie lo consideró irreverente. Si molesta a alguien es a los que especulan con la religión para impedir todo progreso social’”.
La cosa no quedó ahí. En la tercera función, un grupo de jóvenes católicos abuchearon al actor quien decidió tomar el micrófono. “Por favor, dejen hablar a quienes objetan la obra”, pidió a la platea. Subió al escenario Rafael Sassot, que se presentó como universitario católico. “Usted, con su trabajo, ofende sentimientos que están profundamente arraigados en el pueblo argentino”, aseguró el joven según los diarios de la época. En una de las crónicas de LA NACION se consigna que el mismo actor fue el que tuvo que aclarar que la sátira está dirigida a aspectos temporales de la Iglesia de varios siglos atrás y lamentó que algunos no entendieran la ironía de su propuesta. Esa noche, Kive Staiff decidió subir al escenario para pedir calma. Uno de los que estuvo en la platea de la Martín Coronado fue Luis Brandoni. “Me acuerdo de verlo a él en escena con ese discurso tan provocador, ese gran sentido del humor y el sutil manejo de la ironía. Me recuerdo a mí mismo en la platea sintiendo el clima de tensión, de discusión, de violencia inminente y del empeño de la mayoría de los que estábamos por logar que la función llegara a su fin sin tener que suspenderla”, evoca Brandoni en diálogo con LA NACION.
A lo largo de aquella semana de mayo de 1984 las tensiones no disminuyeron. El tema se instaló fuertemente en los medios gráficos, televisivos y radiales del país y del mundo. El diario La Voz, de Córdoba, tituló: “Guerra en el centro. Grupos ultracatólicos agredieron a los espectadores de Misterio bufo”. “Otro gran bochinche”, dijo La Razón. “Vino, actuó y se armó”, tituló la revista Somos. “Deplorable acto de intolerancia”, apuntó Tiempo Argentino. “Aplaudido en el Vaticano, insultado en la Argentina”, optó por encabezar su artículo la revista La Semana. “Los nacionalistas contraatacan”, dijo El Porteño. En aquellos días, tanto LA NACION como Clarín dedicaron sus editoriales al tema. Todo ese material periodístico está guardado y ordenado en una carpeta y dos sobres con más de 200 artículos que forman parte del archivo del Complejo Teatral de Buenos Aires que da cuenta de la visita de Franca Rame y Dario Fo y que fue puesto a disposición para el armado de esta nota.
La última función
El domingo 13 de mayo Dario Fo hizo su última presentación en Buenos Aires. Cientos de personas llegaron al puerta del San Martín portando banderas del Vaticano. Otros más de mil espectadores hicieron la cola pacíficamente para poder entrar a la Martín Coronado. Antes de comenzar la función, el gran bufón tomó el micrófono y dijo: “Me impactó la agresión de estos muchachos. Me impactaron los insultos que le lanzaban a la gente que entraba. Por suerte, son una minoría. Lo extraordinario es que durante tres días vinieron a protestar y equivocaron siempre el momento en el cual debían intervenir. Dos veces, gritaron ‘blasfemo’ en el momento en que yo recitaba el parlamento del abogado inglés que defiende al violador de las mujeres... Como sabemos que también esta noche hay gente que tuvo la cortesía de venir con la intención de intervenir el espectáculo, les propongo lo siguiente: para evitar cometer errores o hacer un mal papel, esperen a que yo les diga cuando llega el momento de intervenir”. Terminó de decir estas palabras y vino la primera ovación de una noche cargada de rigideces, nerviosismo e incertidumbre.
Afuera de la sala, los disturbios y la violencia fueron los protagonistas. Si en el escenario Fo estaba solo vestido de calle y su única herramienta era su voz, su talento expresivo, su cuerpo; afuera los protagonistas era un nutrido grupo portando carteles demostrando su ira. El diario Crónica, bajo el título “Batalla campal por una obra de teatro”, dio cuenta de los incidentes en la puerta, de la presencia de la Guardia de Infantería, de seis detenidos, de golpes de la policía a la prensa y a los fotógrafos, de público del bar La Paz increpando a manifestantes al grito de ‘fascistas’; de pancartas con ‘Fuera bolches’ y ‘Se va a acabar esta patota cultural’. Integrantes de la Juventud Radical denunciaron que varios de sus militantes fueron también detenidos. Los incidentes se iniciaron a las 21 y recién a las 22.35, la policía pudo controlar a los exaltados.
En la sala, como parte de un estricto guion, se volvió a cumplir el rito de la protesta. Frente a una de esas situaciones Dario llamó a Franca al escenario. Según el relato de la revista El Porteño, dijo a la platea: “Este es el rosario que deberían leer los argentinos” y leyó la lista de niños desaparecidos durante la dictadura. Al finalizar la función vino otra escena recurrente: la ovación, el público de pie aplaudiéndolo.
Esa noche los espectadores debieron abandonar el teatro por la salida que da hacia el Cultural San Martín (en donde estaban, justamente, las oficinas de la Conadep en donde también se acopiaron datos de los niños desaparecidos). Se evacuó la sala de ese modo para evitar que los espectadores se toparan con los manifestantes que seguían protestando en la avenida Corrientes. El escenario del Hall, el mismo en el que ahora se está vacunando contra el Covid-19, era testigo mudo de los grandes vidrios de la fachada rotos y de pintadas. Terminada la función, Dario Fo y Franca Rame, acompañados siempre por personal policial –algo que les disgustaba– se fueron hasta la Casa Castagnino, en San Telmo, para una gran comilona de despedida. Quien cocinó fue el actor Roberto Mosca, del elenco estable del San Martín y un amante de la cocina. Como era de imaginar, hubo pastas.
Fo ocupaba el camarín 1 de la Martín Coronado, el mismo que estaba usando Mosca, otro italiano de origen. Días antes, le contó a Fo la idea de preparar una pasta con tuco y carne. Inmediatamente, el señor de Misterio bufo sacó de un bolso varios paquetes de pasta de la marca De Cecco que puso a disposición. A la gran comilona que tuvo lugar en la casa de fines del siglo XVIII en la que había vivido el pintor y dibujante marplatense Juan Carlos Castagnino asistieron los integrantes del elenco del San Martín, trabajadores de la sala y funcionarios. Fo le había pedido a Roberto Mosca un gorro y un delantal de cocinero. “Mientras amasábamos la masa para unas pizzas que se fueron volando y se hacían los fideos, él hizo su show, era un gran contador de anécdotas. Estaban los dos muy felices, todo estábamos felices. Yo, con el tiempo, me quedé con la satisfacción de haberle cocinado a un Premio Nobel”, recuerda el actor ítalo-argentino en charla con LA NACION.
Durante aquel día tan agitado el gran Dario Fo se dio el tiempo para hablar con la revista Destape. “Yo estaba enterado de que algunos no veían con buenos ojos la presentación de mi espectáculo (...), pero jamás pensé que esa minoría podría llegar a tal grado de barbarie y violencia”. Y agregó: “Cuando arrojaron la bomba pensé que iban a estar satisfechos y que todo terminaría, pero no. Lo único que hicieron fue aumentar la agresión y hasta lastimaron a algunos espectadores”. Sobre los llamados “jóvenes católicos”, reflexionó con su típica ironía: “Si esos son los católicos, realmente habría que preocuparse... ¡esos son fascistas, sin ofender a los fascistas!”. Al otro día, los dos actores se tomaron el avión hacia Roma.
Estaban cansados, pero contentos (tan contentos y expansivos como cuando llegaron por primera y única vez al país).
La otra marcha
El viernes 18 de mayo, como respuesta a toda la situación vivida, se realizó una concentración en defensa a la libertad de expresión en la puerta del San Martín. Clarín estimó que asistieron unas 3.000 personas. Estuvieron, entre otros, Alfredo Alcón, Soledad Silveyra, Berta Singerman, Ariel Ramírez, Osvaldo Dragún, Jorge Rivera López, Onofre Lovero, Horacio Peña, Ariel Bufano, Graciela Araujo y los integrantes de los elencos estables de la sala, entre tantos otros. “Para el poder despótico, el solo hecho de pensar ya es una subversión”, dijo Alcón. “Nosotros, los artistas argentinos, asumimos la defensa de los derechos humanos”, dijo Silveyra. “El derecho y las responsabilidades de la libertad no son privativos de un sector”, afirmaba el comunicado de los trabajadores del San Martín.
Durante aquellos días, Staiff no solamente recibió amenazas de muerte, también le llegaron más de 50 adhesiones. Esas cartas forman parte del archivo de este emblemático gestor fallecido en junio de 2018 que sus hijas, Débora y Eliana, ordenaron, cuidaron y entregaron al Centro de Documentación de Teatro y Danza del Complejo Teatral de Buenos Aires. Entre las cartas recibidas aparece todo el arco político, sin grieta alguna, expresando la defensa a libertad de expresión. Hay de la UCR y el PJ, como también del Partido Intransigente, el Humanista, el MAS, el PC, el Movimiento de Juventudes Políticas; y de los organismos de derechos humanos, de entidades teatrales, de funcionarios... Hay una que está firmada por el cineasta Juan José Jusid. En ella, del mismo modo que durante el acto en defensa a la libertad de expresión se recordó el atentado a Teatro Abierto, traza un panorama histórico de otro hechos de intolerancia ligados a su propia producción: “En el ’75 intentaron colocar bombas en los cines que exhibían Los gauchos judíos; cuando en el ’76 confeccionaron las listas negras con los actores de No toquen a la nena; cuando el año pasado la censura mutiló Espérame mucho e inició una querella criminal contra sus responsables”. El tema se había instalado de tal forma que hasta Mercedes Sosa, antes de subirse a un avión para realizar una nueva gira europea, calificó a los protagonistas de los incidentes como “trasnochados derechistas que han hecho un papelón”.
Entre el archivo del Centro de Documentación al cual tuvo acceso LA NACION hay un reportaje a Kive Staiff publicado en la revista católica Esquiú. En él queda en claro la tensión latente entre periodista y entrevistado. Se tituló de este modo: “Profanación de la fe en el San Martín”. Cuando el periodista le consulta si en el teatro municipal presentaría una pieza de un autor nazi, responde: “De un autor nazi, no; porque yo apuesto a la democracia”. Y agrega: “Soy judío no profesante. Pero creo inútil que sigamos discutiendo sobre bases dogmáticas un fenómeno artístico muy valioso que el público tiene derecho a ver”.
Los ecos
Pasado el tiempo de aquella semana tan violenta como expansiva del mayo de 1984 en el San Martín, el autor de Muerte accidental de un anarquista recibió a la revista Siete Días en Italia. “No acepté suspender ni una sola función, pese a la tensión que se había creado. Era un desafío, no para nosotros sino para la democracia argentina (...) La situación era realmente peligrosa para nosotros, pero yo no he querido aflojar”. En junio de ese mismo año, en otro reportaje publicado en diario italiano Il Manifesto, recordaron aquellos trajinados días. “En ningún país del mundo como en la Argentina el teatro alcanzó tanta importancia (...) Se puso en evidencia algo muy especial, la extraordinaria reacción del público y la conmovedora solidad de la gente de teatro”.
En 2013, Franca Rame (la estupenda actriz, la exsenadora italiana, la mujer violada por un grupo de neofascistas, la esposa de Fo) murió a los 84 años. En 2016, Dario Fo (el Premio Nobel de Literatura, el genial bufón, el dramaturgo, el compañero de vida de Franca) murió a los 90. “El subversivo de la risa, el hombre que hizo del teatro y la risa un arma de lucha contra los poderes instituido”, tituló esta vez el diario Tiempo Argentino. Ninguna crónica de la época dejó de recordar aquella semana única en la larga vida del Teatro San Martín.
Agradecimientos: a Estela Praigrot, encargada de prensa del Complejo Teatral de Buenos Aires; al Centro de Documentación y a Débora Staiff
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