Cuatro hombres rotos de amor
Desde hace algún tiempo, el mandato de ser felices se ha convertido en uno de los principios que regulan la existencia. El mal tiempo que tradicionalmente exigía la buena cara parece haberse vuelto eterno: siempre, se dice ahora, es mejor sonreír. "A los que sonríen todo el tiempo, yo no les creo nada. ¿Es que nunca perdieron la billetera?", suelta con humor Gustavo Garzón, y agrega que la sintonía de la felicidad ha invadido también los escenarios. "Incluso en el teatro está muy dicho que el espectador sólo quiere reírse, pero es falso: los tontos sólo quieren reírse. A la gente le interesa reflexionar. Es subestimar al público creer que rechaza el dolor y el sufrimiento: la emoción también es un goce". Y es emoción y reflexión, justamente, lo que le sobra a Rotos de amor, la comedia del santafesino Rafael Bruza que se estrenó en enero, en el Teatro Picadilly, y propone un divertido canto a la fragilidad de lo humano y al corazón partido que todos han tenido alguna vez. Pepe Soriano, Garzón, Víctor Laplace y Osvaldo Laport interpretan a cuatro visitadores médicos que atraviesan fracasos amorosos de los más comunes, absurdos y que, a contramano de estos tiempos de felicidades impostadas, no esconden sus pesares: sufren, se abrazan, se palmean, tejen nuevas estrategias, y si hace falta vuelven a llorar.
Garzón y Laplace conocen de sobra la pieza que dirige Andrés Bazzalo: ambos, que además vienen de trabajar juntos en Como el culo, protagonizaron la versión de la obra de Bruza que se estrenó en diciembre de 2005, en Mar del Plata, con la dirección de Daniel Suárez Marzal. Laplace asegura que entre el humor y el amor hay un vínculo de intimidad y, cuando se aventura a explayarse, Garzón le lee los pensamientos y se adelanta a sus palabras: "El dolor de amor es tan grande y tan imposible de explicar que quizás la única manera de liberarlo es a través del humor. Y Bruza logra eso". Tal vez Garzón terminó por internalizar la labor de Berlanguita, su entrañable personaje, encargado de traducir con palabras los sonidos que salen de la boca de El Mudo.
El Mudo, probablemente el más sensato de este cuarteto de hombres temerosos, absurdos y graciosos, se encarna en la figura del maestro Pepe Soriano, de 89 años y más de 70 de trayectoria. "Mi personaje, esencialmente, no era mudo -explica Soriano-. Parece ser que tuvo un enorme amor por su mujer y el día que ella murió, enmudeció. En Tucumán, conocí a un hermoso poeta que me recuerda a este personaje: era cuadripléjico y no se le entendía nada de lo que decía, pero tenía un grupo de compañeros actores y actrices que traducían lo que él pronunciaba. ‘Dice que tal cosa’, le explicaban a uno lo que él había querido decir. Las grandes poesías que hizo las escribió dictándoles a otros cosas que él no podía escribir ni decir".
A estos cuatro amigos la posibilidad del amor y del desamor les hace encarnar distintas formas de resguardarse y de sufrir. Así, a través de un humor inteligente, las criaturas de Bruza evidencian los absurdos a los que es posible ser conducidos por amor. "No está dicho en ninguna parte que los hombres no sufrimos por amor. ¿Por qué te pensás que hacemos esta obra? Porque sabemos de qué hablamos", desliza Laplace, antes de recordar a sus dos grandes amores -Renata Schussheim y Nélida Lobato, dirá, con una sonrisa auténtica- y a la jovencita que pisó, nervioso y durante toda una canción, en uno de los tantos bailes donde se enamoró en Tandil. Laport recuerda haber parado el auto en plena ruta, quebrado, para echarse tranquilo a llorar. Garzón evoca el rostro de un amor no correspondido que lo perseguía hasta en sueños y al psicólogo que, entonces, le confesó que el tiempo era la única solución.
"Los hombres no siempre se permitieron llorar públicamente por amor porque era condenable que ellos lo hicieran", cuenta Soriano. Es que Rotos de amor, además de divertida, ironiza sobre los límites y estereotipos con que el machismo ha encarcelado los modos de sentir y actuar humanos. "Esta obra reivindica la inclusión, frente a ese mundo que criticaba lo que estaba fuera de los límites marcados por la sociedad. Hombre, mujer, hembra, macho; todo lo que se salía de esos límites era condenable, hasta la muerte o la marginación. Hoy, por suerte, se está derrumbando ese monumento que se alzó del machismo. Por supuesto que llevará mucho tiempo llegar al total convencimiento, pero quien ha sido tocado por una historia de amor, ha derramado lágrimas. Yo también".
En esa sintonía reflexiona también Bazzalo, a cargo de la puesta: "En este momento es interesante la historia de estos cuatro amigos que son arquetípicos, seres vulnerables entrampados dentro de la masculinidad y el machismo… Pero la obra no corre el riesgo de ser reaccionaria o machista en sí misma, sino más bien lo contrario: advierte que acá estamos presos y que el patriarcado es una cárcel para todos".
"Hace un par de ensayos, Pepe, dijiste algo muy lindo: que esta pieza no pertenecía a ningún género, que era un ejercicio actoral", le recuerda Laport a Soriano. Y el creador del mítico El loro calabrés asiente con la cabeza y responde: "Es que Rotos de amor depende exclusivamente de sus cuatro actores, estos que somos o los que fueran. No hay defensa de la gran luz, de efectos maravillosos ni de un decorado que supla alguna incapacidad... Acá hay solamente una cámara negra, cuatro tipos y recortes de momentos de la vida de cuatro amigos". Los diálogos y monólogos que propone Bruza alcanzan revelaciones cotidianas y filosóficas sobre el amor, lo que es también una aventura especial para los actores. "¿Cómo se actúa la filosofía? -indaga Garzón-. La complejidad de esta obra es que casi no hay conflicto: es muy metafórica. Tenemos soliloquios de conceptos y es todo un desafío, porque no hay manera de actuar lo filosófico: hay que decirlo de la manera más sobria y menos empalagosa posible".
El director destaca que la obra puede parecer sencilla, pero no lo es. "Los cuatro actores están todo el tiempo en escena y eso tiene sus dificultades, que he intentado resolver con la mayor simplicidad posible: sobre el escenario, están sus sillas, algún cubo y nada más. Quise contar con una excelente iluminadora y convoqué a Soledad Ianni, porque la luz es muy importante para marcar climas y espacios en esta pieza y porque, además, Rotos de amor es una obra en la que todo continúa: más que apagones, hay un devenir entre escena y escena". Quizás, allí como en la puesta de luces, también en la vida sea todo más difuso cuando del corazón se trata, una mezcla de dudas, miedos y alegrías más que de tajantes certezas o falsas sonrisas. Y seamos todos un poco como estos cuatro amigos: que se reconocen frágiles, absurdos y un poco rotos y que no terminan de saber si es más linda la ilusión del amor o su verdadera existencia.
Pepe Soriano, en rodaje de Nocturna
No hace falta hablar de la pasión con la que Pepe Soriano vive la actuación. Y, sin embargo, vale destacar que, a sus 89 años, arrancó 2019 con todo: además de las funciones de Rotos de amor, este verano el enorme artista argentino concretará su regreso a la pantalla grande. Eternizado por sus personajes en La Patagonia rebelde y Asesinato en el Senado de la Nación, está rodando Nocturna, de Gonzalo Calzada. En dúo estelar con la gran Marilú Marini, el legendario actor será el protagonista exclusivo de un thriller psicológico que retrata a un hombre de casi cien años en su demencia senil. "Es una historia muy linda. Creo que verme hacer cine y teatro al mismo tiempo va a demostrarle a mucha gente que, aún a los 90 años, se pueden hacer muchas cosas", destaca Soriano.
Rotos de amor
De Rafael Bruza, dirigida por Andrés Bazzalo.
Teatro Picadilly, Corrientes 1524.
Jueves, a las 21; viernes, a las 21.30; sábados, a las 20.30 y a las 22.30; y domingos, a las 20.30.
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