Cuarenta años haciendo éxitos para el teatro sin firmar contratos
El empresario celebra su aniversario con quince espectáculos en cartel
MAR DEL PLATA.- Una de la mañana. Mail a Carlos Rottemberg: "Hola Carlos, ¿cuándo puedo llamarte para hacerte una consulta? No hay apuro. Muchas gracias". Un minuto después: "Llamáme ahora". Nuevo mail al productor: "¿Seguro? Quizá es un poco tarde?". 1.05. "Estoy trabajando, podemos hablar ahora."
Apodado "el señor de los teatros", con 15 espectáculos en cartel y dueño de 15 salas (distribuidas en 8 teatros), este año celebra 40 años de actividad, a pesar de que cumplirá 57 años en los próximos meses. "Responder a cualquier hora y cualquier día hace a la esencia de una pasión, porque esto nunca fue un trabajo para mí." Esta temporada acaba de marcar una cifra récord: superó los 1000 espectáculos estrenados en la escena comercial.
Metódico y prolijo, Rottemberg celebra cada lustro de profesión con una adquisición que además de inmobiliaria se traduce como la incorporación de una pieza más de un gran engranaje de producción y programación: cuando celeb ró sus 5 años de carrera adquirió el Corrientes; a los 10, el Tabarís; a los 15, el Liceo; a los 20, el Mar del Plata; a los 25, el Blanca Podestá (hoy, Multiteatro); a los 30, el Atlas; a los 35, el Neptuno; a los 40, el Metropolitan. No sólo tiene experiencia, sino también liderazgo, y preside la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet), desde hace tres períodos, elegido por los más de 120 miembros de la institución.
Este año verá la luz un libro editado por Paidós con sus memorias, anécdotas y trayectoria, tarea minuciosa que realizan Carlos Ulanovsky y Hugo Paredero. Todo comenzó en 1965 cuando Rottemberg tenía 8 años, en su barrio, Mataderos. Sus padres lo llevaron a ver La novicia rebelde . Cuando empezó la película se emocionó y su mamá le preguntó qué le pasaba: "Cuando sea grande quiero trabajar en esto, mamá", le dijo. Había reafirmado su vocación que había descubierto a los 4 años cuando en una función sus padres intentaban torcer su cabeza para que mirase a la pantalla. El pequeño estaba atento a otro espectáculo que no era ficción: el que ocurría en la sala, con la reacción del público, mientras contaba la cantidad de butacas.
Cuando aún estaba en la secundaria comenzó a trabajar. Iba con su proyector a casas de familia y pasaba cintas infantiles de moda. "Hoy se puede estudiar lo que hago, hay cursos y universidades. En aquella época no se enseñaba, y, lo que es peor, cuando era pibe nadie me atendía ni me daba bolilla y no tenía contactos", recuerda. Y hace una salvedad. Nombra a Juan Pelisch, inquilino del cine Majestic, en Pueyrredón 230 (sí, Rottemberg recuerda cientos de direcciones de salas con precisión). Fue Pelisch quien aconsejó al joven con grandes aspiraciones y le sugirió alquilar la sala cerrada hacía añares de Paraguay y Suipacha (por entonces, Baby, hoy N/D Ateneo). Rottemberg ya había ahorrado bastante con su cine itinerante, y el compromiso se limitaba a saldar las deudas del inquilino anterior durante tres años de explotación. El adolescente pudo hacerse cargo de esa sala, no sin antes lograr que su padre le firmara la emancipación.
El teatro abrió sus puertas para el público infantil por las tardes con un festival de Tom & Jerry. Pronto abriría el horario nocturno al teatro con el primer gran éxito del empresario, Equus , dirigida por Cecilio Madanes, con Duilio Marzio, y con un por entonces ignoto Miguel Ángel Solá: "Alejandro Romay había comprado los derechos de dos obras, Equus y Atrapado sin salida , con Rodolfo Bebán. Me ofreció las dos y me pareció que la primera, en una sala más escondida, iba a funcionar mejor. Fue uno de los grandes éxitos del teatro de los setenta".
Después vendrían otros sucesos como El negro no puede , con Alberto Olmedo; Salsa criolla, de Enrique Pinti; Brujas , que estuvo más de diez años en cartel; y la reciente Toc Toc , en su cuarta temporada, que actualmente se presenta en Buenos Aires y en Carlos Paz.
Rottemberg incursionó en un nuevo rubro, el de empresario televisivo. En el verano de 1990 produjo Potiche , en Mar del Plata, con Mirtha Legrand, Juan Carlos Calabró, Juan Carlos Mesa y Linda Peretz. "Todas las noches después de la función íbamos a cenar. Mirtha se sentaba en la cabecera. Moderaba la mesa. Tiraba un tema, mantenía una conversación fluida con todos, se ocupaba de que cada comensal pudiese hablar. Entonces lo llamé a Daniel Tinayre y le dije: «¡Está haciendo el programa gratis, tiene que volver a la TV!» Así empezó y me convertí en su productor durante 20 años", recuerda con una sonrisa inmensa.
"La materia prima de este negocio son los seres humanos. Voy a celebrar los 40 años de carrera sin haber recibido jamás una carta documento de un actor. Es más, hace 20 años que no firmo contratos con los actores ni los productores. Es la palabra la que cuenta", resume.
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