Cuando toda la verdad resulta demasiado
Cuando el bosque se nos venga encima /Adaptación: de El pato salvaje, de Henrik Ibsen / Dirección: Roberto Peloni / Intérpretes: Jorge Almada, Ayelén Barreiro, Enrique Cragnolino, Tania Marioni, Gustavo Masó, Roberto Peloni y Facundo Rubiño / Iluminación: David Seldes / Asistente de dirección: Carina Torre / Función: hoy y todos los lunes, a las 21 / Sala: Border / Duración: 60 minutos / Nuestra opinión: buena
Cuando termina el espectáculo, Roberto Peloni le agradece al público por acompañar una obra que, dice, casi nunca se hace porque es muy difícil. Tiene razón: si Henrik Ibsen fue condenado y demonizado en su época por hablar de la hipocresía social o plantear que una mujer puede tomar sus propias decisiones y permitirse terminar con una vida familiar mentirosa, más de cien años después todavía es complejo llegar a comprender el drama moderno al que él se refiere.
De toda su obra, El pato salvaje es su pieza más simbólica. Ibsen no toma posición: no dice de qué manera es mejor vivir, pero muestra las falencias de todas las elecciones posibles. Roberto Peloni, reconocido artista del musical y ganador del premio Hugo de Oro al teatro musical, tomó el riesgo de encarar esta obra que le imprime un nuevo género a su trayectoria: el teatro de texto, dramático y con un autor clásico. Es el responsable de adaptar, dirigir y actuar una obra que, en su versión original, puede llegar a durar tres horas de representación y que él condensó en una hora, con el nombre de Cuando el bosque se nos venga encima.
Obsesionado con revelar todo lo que se tapa debajo de la alfombra, Ibsen desarrolla un auténtico planteo filosófico. ¿Hasta dónde es mejor conocer toda la verdad? ¿La verdad nos hace más libres? ¿Más felices? Dice en el texto: "Si quita usted la mentira vital a un hombre vulgar, le quita al mismo tiempo la felicidad".
Estos cuestionamientos se exponen en escena a través de una familia, tal vez la institución social más apta para fusionar la intimidad y la mentira. Cada miembro se creó para sí un mundo imaginario. Creyendo que les hace un bien, un viejo amigo de la familia aparece decidido a revelar todas las mentiras de ese hogar, pero pareciera que conocer la verdad de las relaciones sólo aporta más oscuridad.
Desde la puesta en escena, Peloni planteó una estructura minimalista, que muestra los artificios del hecho teatral: un rectángulo de tubos lumínicos marca el centro de la acción dramática, mientras los actores entran y salen sin dejar de mostrarse. Pueden recrear ruidos, salir del personaje y volver a entrar sin señales convencionales aparentes.
La puesta exige la presencia de una nena y Peloni eligió a Ayelén Barreiro, una actriz con síndrome de Down que aporta con solvencia la inocencia y fragilidad que requiere el personaje. Además de ser un valorable ejemplo de inclusión en una experiencia artística. Aunque se nota el trabajo, las actuaciones todavía necesitan adquirir mayor verosimilitud, salir del plano discursivo y perder el miedo a atravesar la esencia profunda y dramática del conflicto en cuestión.
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