
Cuando lo que está en juego es el límite

Proyecto sade... una comedia erótica / Dramaturgia, escenografía y dirección: Alejandro Ullúa, a partir de textos del Marqués de Sade / Intérpretes: Ezequiel Rodríguez, Santiago Magariños, Hervé Segata, Manuel Melgar y Francisco Tortorelli / Vestuario: Javier Ponzio / Iluminación: Rodrigo González Alvarado / Sala: Centro Cultural San Martín / Funciones: martes y miércoles 20:30 / Duración: 70 minutos / Nuestra opinión: muy buena
Sade es siempre un límite. Donde cualquier mentalidad, por progresista que sea, detiene sus ansias de libertad, allí es donde Sade denuncia que se puede ir más lejos, que siempre falta un paso para ser verdaderamente libre. La filosofía en el tocador es una de las búsquedas del divino marqués para dar cuenta de este pensamiento libertario. Sin embargo, este texto también supone un límite. Después de leerlo surge la duda: ¿es representable? En esa dificultad es en la que se adentra el proyecto que guía Alejandro Ullúa.
El espacio está poblado por los suntuosos muebles del tocador, lugar íntimo en el que un grupo de personajes muestra su naturaleza extravagante. El leve hilo argumental habla de la educación en el vicio de la joven Eugénie a manos de los maestros Dolmancé y Madame de Saint-Ange. La puesta comprende que el realismo no es la forma de vehiculizar esta historia, en principio, desde la elección de los intérpretes: un quinteto de hombres hace los papeles masculinos y femeninos. El lenguaje mezcla un castellano anacrónico con melifluos pasajes en francés. El vestuario y la música unen lo contemporáneo y lo viejo. Esta doble naturaleza de los cuerpos, la lengua y otros recursos juegan con los límites que el texto propone, todo parece ser una cosa y su revés. En un elenco que entiende bien cómo jugar esta propuesta, se destaca Hervé Segata.
Entre los problemas que vienen del original está el contar con personajes sin oposición. Apenas una lejana madre de Eugénie obedece al pensamiento que los maestros quieren sepultar y sirve para explicar mejor los principios que ellos sostienen. La obra es, así, principalmente discursiva y esto limita la acción. Se opta por la pantomima o las sombras para graficar algunos actos sexuales, lo que da un lúdico trazo de comedia gruesa. De allí surge la risa, por momentos incómoda, que la puesta busca. En algunos de los cuadros más logrados y graciosos se imitan episodios famosos de la iconología sacra. La puesta parece asumir que esta pasión por el vicio puede contener el germen de una nueva religiosidad capaz de caer en lo mismo que achaca a las demás.
Es atribuido a Sade un epitafio que reza: "Imperioso, colérico, irascible, extremo en todo, con una imaginación disoluta, ateo hasta el fanatismo, ahí me tenéis? Mátenme o tómenme como soy, no cambiaré". La puesta de Ullúa tiene algo de eso, sugiere una forma no solemne de representar una de las obras emblemáticas del pensamiento de Sade y consigue, con esto, convertirse en espejo del espectador. Generará rechazo o aprecio, pero difícilmente resultará indiferente.
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