Cuando el silencio resulta agobiante
En boca cerrada / Autor: Juan Carlos Badillo / Intérpretes: Rita Terranova, Ulises Pafundi, Cristina Dramisino, Roberto Romano, Hernán Muñoa y Lucía Di Carlo / Diseño de escenografía: Víctor de Pilla / Diseño de iluminación: David Seldes / Diseño de vestuario: Alicia Gumá / Música original y musicalización: Pedro Pertusi / Dirección: Jorge Azurmendi / Duración: 85 minutos / Funciones: lunes, a las 20 / Sala: Teatro del Pueblo.
Nuestra opinión: Buena
En la vida de cualquier individuo, algunas veces, pesa más lo que se calla que aquello que se dice. Claro que en ambos casos hay que pagar consecuencias. Pero lo que plantea Badillo en esta obra son las consecuencias que se derivan de aquello que no se dice, lo que se trata de eludir, de ocultar. Las razones pueden ser valederas, sobre todo cuando se presentan en un entorno familiar, con tradiciones ancestrales, creencias religiosas y ciertos valores morales. Algunos miembros saben, otros sospechan o lo ocultan bajo la rutina cotidiana, pero en este caso el silencio sepultó los verdaderos sentimientos que anidaban en el seno de esta familia.
Es posible que el tema pueda parecer anacrónico en estos tiempos, sin embargo no se puede descartar que aún hay ciertas cuestiones que pueden ser urticantes en el seno de algunas familias.
Víctor, nacido en la provincia de Santa Fe, se radicó en Buenos Aires. Siempre fue consciente de su homosexualidad y la muerte de su padre lo obliga a volver al hogar familiar. Allí se enfrentará con su madre, su tía, su hermana y con un amor adolescente.
Con viajes al pasado, se van conociendo la infancia y la juventud de Víctor, que prefiere el silencio antes que enfrentar a sus padres con una realidad que sabe que será rechazada. Por eso, prefiere el exilio.
El regreso lo obliga a encarar la relación con su madre, quien, sospechando la verdad, prefiere negársela antes que reconocerla. Pero también descubre algo más: los verdaderos sentimientos de un padre al que no tuvo la oportunidad de conocer realmente.
Con este planteo se hace necesario un elenco sólido, que Jorge Azurmendi tuvo la inteligencia de convocar y la habilidad para dirigirlo. Rita Terranova, en la piel de la madre, logra momentos muy emotivos cuando debe enfrentarse a la realidad de su hijo, muy bien secundada por Cristina Dramisino y Roberto Romano, convincentes en los papeles de tía y padre.
La participación de los jóvenes actores estuvo a la altura de sus pares, donde Ulises Pafundi saca partido al personaje de Víctor con matices de rebeldía, temor, dudas que resultan conmovedores.
La puesta de Azurmendi incluye un espacio escénico diseñado para permitirle transitar del presente al pasado y viceversa, con un vestuario acorde a la época en que transcurren las acciones y una iluminación realista que acompaña el desarrollo de las acciones.
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