Crítica Esto no es un cuento silvestre: una gran propuesta familiar para disfrutar en las vacaciones de invierno
Esta obra de Emiliano Dionisi se puede ver todos los días, menos los lunes, en el Centro de Experimentación del Teatro Colón
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Este no es un cuento silvestre. Dramaturgia y dirección: Emiliano Dionisi. Intérprete: Tomás Castiglione. Bailarines: Martina Di Ninino, Evangelina Dulce Martina, Valentín Fresno, Pablo Ripari. Cantantes: Constanza Díaz Falú, Sofía Centelles, Santiago Tiscornia y Mauricio Meren. Dirección musical, adaptación y arreglos musicales: Manuel de Olaso. Coreografía: Margarita Fernández. Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez. Iluminación: Fabricio Ballaratti. Vestuario: Jorge López, Analía Morales. Ensamble Barroco del Teatro Colón. Funciones: Todos los días menos los lunes hasta el 30 de julio, a las 11:30, en el Teatro Colón/CETC, Tucumán 1171. Nuestra opinión: excelente.
El Teatro Colón, a través del Instituto Superior de Arte, propone para estas vacaciones de invierno en la sala del CETC un ciclo denominado “Tierra de Cuentos y leyendas”. En ese contexto que propone la ambientación en la selva misionera, se presenta Este no es un cuento silvestre, escrita y dirigida por Emiliano Dionisi.
La negación del título puede leerse de varias maneras: porque no es un cuento o porque su protagonista viene de un mundo bastante domesticado.
Un adolescente debe mudarse de la gran ciudad a la selva misionera a instancias de su madre. Ya bastante tiene con sus propias mudanzas para sumar una más, pero sucede. Y a poquito tiempo de su cumpleaños se encuentra rodeado de nuevos compañeros (enmascarados como animales de la selva) que lo hostigan, pero también le señalan que aún no descubrió quién es. Ellos plantean que detrás de su apariencia se encuentra, escondido, un yacaré.
De a poco vamos comprendiendo algo de su historia familiar, la razón de su nombre: se llama Silvestre porque su mamá, admiradora de Horacio Silvestre Quiroga, quiso homenajear al escritor. En alguna medida se van articulando los lazos con el origen, tal vez, irse a la selva es algún modo de volver. Pero además es la búsqueda de su propia identidad, el adolescente (aunque ni carente ni enfermo, a veces la etimología es una piedra en el zapato) está creciendo.
El espacio del CETC, con su particular distribución y sus columnas, se convierte en el sitio ideal para este cuento: permite el juego constante con el esconder y el descubrir. De acuerdo con el lugar donde uno se ubique alcanza a ver a los músicos, encargados de pasajes de Jean Philippe Rameau, entre otros- el Ensamble Barroco del ISATC- aunque en las pantallas, estratégicamente ubicadas, ve a su director; en el centro se ubican unas cajas de aparente madera, rústicas, que con el correr de la puesta se transformarán de manera imprevista, y lo que podría ser cortina-decorado se abrirá para dejar paso a los otros participantes de esta historia: alumnos de Danza y Canto de la Especialización en Ópera Barroca, también del ISATC, devenidos hermanos, alumnos, maestra, madre, padre y ya en el noreste argentino, todos y cada uno con máscaras de diferentes animales de la zona.
Silvestre, interpretado magníficamente por Tomás Castiglione, es el único que se hace cargo de la voz hablada, él es el actor entre cantantes y bailarines, y aunque asume discursos ajenos (los demás juegan la vocalización) lleva adelante la importante tarea de narrar la historia.
Una historia entramada entre diferentes disciplinas para articular la totalidad. Y así como vemos crecer a Silvestre, mudar su piel en términos simbólicos, también observamos a todo su entorno en la misma orientación: su nueva maestra (con un recurso precioso que es mejor no revelar) también le marca el camino, sus compañeros, aunque con intención de hacerle una maldad terminan ayudándolo- el río que se disfruta en la escena no nos moja, pero nos trae un vientito particular.
Todas y cada una de las decisiones tomadas para esta puesta se orientan hacia un lugar sensible pero también entretenido, las sorpresas de las transformaciones colaboran de manera eficaz para ello. Si bien es una propuesta para los niños un poquito más grandes, la platea poblada de pequeños demostraba que lo disfrutaban lo más bien.
Con una cuarta pared poco habitual para infancias, no se les piden que canten ni que respondan, por favor, que no se entienda como una crítica hay propuestas que invitan a participar y lo hacen muy bien; es solo para señalar que los niños, lo sabemos, pero a veces los adultos lo olvidamos, pueden estar atentos y presentes sin participación directa. Lo mismo que nos pasa a los adultos con esta original y emotiva propuesta.
Una apuesta a la calidad y a la calidez, al entretenimiento y a la posibilidad de reflexionar y además a conocer o a reconectar con la identidad personal y con la colectiva (qué poco se representa en nuestra ciudad, de manera bella y lejos del estereotipo de otras zonas de nuestro país) y el desafío de hacerlo desde lo barroco.
Emiliano Dionisi logra, una vez más, aventurarse en un universo en el que las infancias y los adultos, en conjunto, salimos con la cabeza más lúcida y el corazón regocijado.
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