Crítica de Tin Pan Alley, noches de Broadway: un ejemplo de café concert de lujo e imperdible
Lo mejor de la época dorada de Broadway, todos los viernes, en un pequeño escenario de San Telmo, a cargo de un elenco talentosísimo
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Tin Pan Alley, noches de Broadway. Idea, Libro y Dirección: Pablo Gorlero. Piano y dirección musical: Juan Ignacio López. Elenco: Belén Cabrera, Joaco Catarineu, Luli Chouhy, Agustín Iannone, Daniela Rubiatti y Emanuel Ntaka. Coreografía: Marina Svartzman. Vestuario: Javier Ponzio. Diseño de luces y sonido: Agustín Bandi. Sala Cástor y Pólux (Tacuarí 955). Funciones: viernes, 20.30. Duración: 75 minutos. Entradas: por Plateanet. Nuestra opinión: muy bueno.
El término Tin Pan Alley refiere a una zona específica de Nueva York, pero también a un grupo de editores, compositores y autores que dominaron la industria musical estadounidense, desde finales del siglo XIX a comienzos del XX, dando origen a la época dorada de Broadway (y acompañando musicalmente también la de Hollywood). Al primigenio sonido blanco y estilizado que cultivaban (propio de su cultura anglosajona) le sumaron luego la negritud del jazz y el blues –géneros hasta entonces relegados a Harlem– y ganaron en riqueza rítmica y popularidad. El punto de reunión era la calle 28, entre las avenidas Quinta y Sexta, en pleno Midtown de Manhattan, y el quinteto de oro del “movimiento” de talentos estaba compuesto por Cole Porter, George Gershwin, Irving Berlin, Jerome Kern y Richard Rodgers. Ellos signaron toda una época, con la década del ´30 como su punto más alto, y se convirtieron en las verdaderas estrellas de los musicales.
A ese notorio período del género teatral norteamericano, a su música y a sus creadores, les rinde homenaje Tin Pan Alley, noches de Broadway, el espectáculo estrenado recientemente en Cástor y Pólux, la coqueta sala de San Telmo concebida para el retorno del café concert deluxe por Lino Patalano (y que hoy regentea su viudo Gustavo Benavidez, propiciando una programación de inusual calidad). La propuesta, tan original como rigurosa, cuenta con libro y dirección de Pablo Gorlero –todo un especialista en musicales, tanto en su faceta de periodista-historiador como de autor y director teatral–, quien concibió un recorrido por aquella época ameno y disfrutable, sin desatender por eso el factor didáctico (ya que alternó los distintos segmentos del show, cantados y bailados, con apuntes informativos que ofrecen una idea acabada de la evolución completa de la agrupación de autores, de principio a fin).
Para lograr su cometido eligió a varios de los mejores intérpretes de la comedia musical local, algunos con más antecedentes que otros pero todos de enorme talento. Y a la lista integrada por Belén Cabrera (Smokey Joe´s Cafe), Joaco Catarineu (La Desgracia), Luli Chouhy (La tiendita del horror), Agustín Iannone (Fun Home) y Daniela Rubiatti (Identidad Testimonial) le sumó una sorpresa: el regreso al género (a cuatro años de su debut en Hair) de Emanuel Ntaka, el ex integrante de Mambrú (el grupo pop nacido en el reality televisivo Popstars, del que surgieron otros dos referentes de los musicales: Gerónimo Rauch y Germán Tripel). El sexteto hace gala de remarcables condiciones para hacer propio un repertorio de temas tan emblemáticos como riesgosos (porque al ser tan conocidos no admiten errores en su interpretación).
A lo largo de una hora y cuarto interpretan 21 canciones, a veces solos, otras a dúo o en tríos, pero siempre acompañados en piano por Juan Ignacio López (también responsable de la dirección musical del espectáculo), en un verdadero tour de force. El placer que produce escuchar casi de corrido, en una sola velada, canciones antológicas como “The Lady Is a Tramp”, “Summertime” (magnificada por la descomunal voz de Belén Cabrera), “Blue Moon”, “I Got Rhythm”, “Tea For Two”, “Puttin´On The Ritz”, “Fascinating Rhythm”, “It´s De-Lovely”, “Cheek To Cheek”, “42nd Street”, “Ol´Man River”, “My funny Valentine” y “There´s No Business Like Show Business”, tan bien cantadas y con perfecta dicción del idioma inglés, es inconmensurable. La experiencia toma mayor dimensión si se recuerda que hace mucho que no ocurre algo así sobre un escenario porteño. Por eso Tin Pan Alley, noches de Broadway resulta una cita obligada para cualquier melómano adulto, amante de los musicales o no. Y también una invitación para las audiencias más jóvenes, que así podrían descubrir la existencia de una música pletórica de ritmo, sí, pero también de melodías (una característica hoy prácticamente en extinción en la música popular a nivel mundial). El homenaje a la etapa dorada de Broadway se completa con el glamoroso vestuario de Javier Ponzio y algunos cuadros de tap concebidos por Marina Svartzman, a cargo de Daniela Rubiatti y Joaco Catarineu (que así se revelan como artistas integrales), y un cierre inmejorable con toda la compañía al son de “Lullaby of Broadway”, un clásico entre los clásicos de la época.
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