Crítica de Smiley: un mensaje equivocado da comienzo a un romance tan improbable como perfecto
Santiago Ramundo (reemplazando a Germán Tripel) y Facundo Gambandé se lucen en esta comedia romántica de Guillem Clua que también tuvo una adaptación a serie en Netflix
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Smiley, una comedia de amor. Autor: Guillem Clua. Intérpretes: Germán Tripel, Facundo Gambandé, Rodrigo Jara, Santiago Ramundo. Diseño de escenografía: Giuliano Benedetti. Iluminación: Martín Gómez Márquez. Asistencia de dirección: Alan Barceló. Dirección: Diego Rinaldi. Sala: Premier 2, Corrientes 1565. Funciones: los viernes y los sábados, a las 22.15. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Estrenada en Barcelona en 2012, la comedia del catalán Guillem Clua se transformó de inmediato en un notable éxito. Tanto que no solo se presentó en diferentes ciudades de España sino que, además, se estrenó en diversos países del mundo. Su mayor difusión la consiguió a partir de la versión de Neflix, en 2022. Allí se introducen una serie de personajes secundarios que ayudan a conocer con mayor profundidad el mundo personal de cada uno de los protagonistas y por supuesto se amplían los ambientes ciudadanos por los que ellos transitan.
El texto original se concentra en la relación que mantienen Álex y Bruno y fundamentalmente en dos espacios, el Bar Vero, donde trabaja el primero, y la casa del segundo. Dos personajes muy opuestos que se cruzan a partir de un mensaje telefónico que Álex envía a un número que pertenece a un supuesto novio con el que ha mantenido una pequeña historia romántica. Inesperadamente quien recibe ese mensaje es Bruno, un arquitecto muy formal que, además, es muy cinéfilo. Él vive muy alejado de ciertas cuestiones que marcan el devenir de un universo gay que, en general, es descripto con cualidades muy superficiales y hasta algo extravagantes.
Lo cierto es que ese punto de partida posibilitará el encuentro entre ambos y el dramaturgo Guillem Clua pondrá el acento no solo en las conductas de cada uno, sino en cómo ellos irán descubriendo que necesitan conocerse en profundidad, relacionarse con mayor intimidad. En definitiva, entregarse a vivir una historia de amor. Más allá de las diferencias, entre ambos asoma un interés común: formar una pareja.
Si bien la historia de Guillem Clua es pequeña, el autor la estructura de una manera muy atractiva. No solo porque el juego que propone en cada una de las situaciones es muy creativo sino, sobre todo, porque resultan muy interesantes las reflexiones que cada uno de los personajes va desarrollando a medida que avanza la acción. Por momentos se resisten a unirse pero saben que necesitan hacerlo para así dejar de lado cierta disconformidad que los caracteriza. De alguna manera, también, Clua propone dejar de lado los estereotipos que dieron forma a una corriente de teatro gay dominante en la década del 90 y principios de 2000.
La dirección de Diego Rinaldi apunta a reparar en la sensibilidad de los protagonistas y por eso pone en valor, de forma muy ajustada, los sentimientos de esos seres que por creer que solo hay una forma posible de relacionarse temen dejarse llevar por lo que verdaderamente sienten. El espectáculo crece con buen ritmo y el espectador disfruta de situaciones donde se impone un humor muy ingenuo o muy ácido, según lo imponen los cruces de unos diálogos a veces muy inesperados.
En la función a la que asistió este cronista, el rol de Bruno fue cubierto por el actor Santiago Ramundo, un destacado intérprete argentino que trabajó mucho en México (Germán Tripel se ausentó del espectáculo por un par de semanas debido a otros compromisos artísticos). La dupla Gambandé-Ramundo logra dar forma a una relación muy fuerte en escena. Ambos construyen con mucha seguridad a esos seres tan solitarios y ansiosos por ser amados. El primero expone sin prejuicios su gran desfachatez (es muy histriónico y divertido); el segundo, su extrema timidez. Es notable como corporalmente se irá modificando al cabo de la obra hasta abordar ese pequeño monólogo final que definirá su vida. Ramundo es un intérprete integral que logra construir muy acertadamente los diversos estados por los que Bruno debe atravesar a lo largo de la pieza. En un rol pequeño es destacable, también, el trabajo de Rodrigo Jara.
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