La actriz, panelista y humorista, que hoy estrena el espectáculo Costa Presidenta, se puso seria y opinó con honestidad brutal sobre los posibles candidatos para la elección que se avecina: Alberto Fernández, Sergio Massa, Horacio Rodriguez Larreta, Patricia Bullrich y Javier Milei
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Su pasión por las tablas empezó de adolescente en Córdoba, su provincia natal. Pero fue en Buenos Aires donde Costa (ex Gonzalo Costa, Costita y Costi) logró vehiculizar su deseo y comenzar una carrera como actriz, cantante y humorista que ya supera las dos décadas, siendo su especialidad los monólogos. Paralelamente se convirtió en panelista, de radio y televisión, y su visión de la realidad tomó rápidamente peso en la opinión pública. Hoy todas las mañanas cumple ese rol en El club del Moro, por La 100, junto a Santiago del Moro, y por las tardes en Cortá por Lozano, por Telefe, secundando a Verónica Lozano. Pero donde reina realmente es en el teatro, al que no abandona pese a su estelaridad en los medios de comunicación. Hoy estrena en el teatro Premier su décimo espectáculo; el que, a diferencia de la mayoría, no es un unipersonal sino “una superproducción donde logro darme todos los gustos, desde trabajar junto a Los Macocos, Celeste Campos, Damián Bravo y un ensamble de cantantes y bailarines, a ser dirigida por Roberto Peloni”. Y como la corona de reina ya no le basta, ahora va por la banda presidencial y el bastón de mando. A la hora de titular el show tampoco se anduvo con chiquitas: Costa Presidenta se llama este “mix de comedia, music hall, revista y hasta cabalgata musical”, nacido como un homenaje a Enrique Pinti. “De chica me decían siempre que yo hablaba tan rápido como él. Tal vez algunos me lo decían para ofenderme, sin embargo, para mí no había un comentario más hermoso que ése. De grande me quedaron las ganas de decirle personalmente cuánto lo quería y admiraba y todo lo que me había ayudado a pensar. Hoy le rindo tributo con un espectáculo sobre la historia argentina, muy en su estilo”, sostiene la artista, quien entiende –al igual que lo hacía su homenajeado– “que el teatro es una misa que exige disciplina prusiana”, que la misión de los artistas “es contar la alegría y llorar la tristeza” y que “el teatro debería ser más popular de lo que es, un derecho universal”.
¿Y en qué consiste Costa Presidenta? “La historia es la siguiente –relata Costa–: Los Macocos son unos reptilianos malvados (suerte de raza superior que viene a comandar el mundo) que quieren ser muy ricos, más de lo que son. ¿Y para serlo qué se les ocurre? Formar parte del Estado. ¿Dónde si no te podés convertir en rico tan fácilmente? Entonces deciden poner a dedo un Presidente para usufructuar del Estado, algo muy ficcional, muy poco probable en la Argentina, claro… Y como a lo largo de la historia hubo un montón de presidentes hombres y hasta una presidenta mujer se les ocurre imponer un presidente gay. Pero luego deciden ir por más, ¿y qué podría ser más que un presidente gay? ¡Una presidenta trans! Y ahí asumo la presidencia del país y ellos, durante toda la obra, tratan de dominarme, pero si ni mi padre logró conseguirlo alguna vez… A partir de ahí se suceden un montón de hechos desafortunados que terminan muy afortunadamente, para el pueblo y para mí, porque aprendo que puedo ser Presidenta, sí, pero que prefiero ser artista; para lo que al fin y al cabo nací y el público me eligió. En síntesis, me sentaré un rato en el sillón de Rivadavia para devolverle la risa a los argentinos y luego volveré a ser quien soy”, asegura Costa, antes de ponerse seria y adentrarse en el terreno de la política, las cuestiones de género y los futuros candidatos presidenciales.
–¿Siempre te interesó la política o fue algo que surgió hace unos años, cuando debutaste como panelista en el ciclo de actualidad Intratables?
–Siempre me interesó la política. Yo vengo de una casa muy politizada, donde se hablaba permanentemente de política. Mi papá era de ultraderecha y peronista, un hombre muy facho que fue criado por un comisario. Y mi madre amaba a ese hombre, por lo tanto pensaba como él. No había espacio en mi casa para un pensamiento disidente. Cuando yo descubrí a Eduardo Galeano y Las venas abiertas de América latina mi padre tuvo el primer infarto, y cuando empecé a leer a Marx y La dialéctica del amo y el esclavo, imagínense: ¡un síncope! Aún no sé si para mi papá fue peor enterarse que tenía una hija trans o una hija radicalizada. Este sería un buen tema para desarrollar en mi próximo espectáculo, ¿no? A mi viejo, más allá de mi sexualidad, le fue difícil que yo tuviera pensamientos propios. Para él era insoportable que alguien lo confrontara con ideas diferentes a las de él. De hecho, a los 13 años me dijo: “tenés ideas propias, eso es peligroso”.
–Hace un tiempo dijiste: “Estamos gobernados por inoperantes, nuestra clase política es una vergüenza”. ¿Seguís pensando lo mismo?
–Tal vez fue un comentario demasiado generalizado, pero a mí me dan vergüenza las cosas que pasan. Yo siento que no tenemos una clase dirigente que esté a la altura de un pueblo tan honesto, tan solidario y tan trabajador como el nuestro. Por eso me da tanta bronca cuando en los medios, en los cuales yo también trabajo y de los que formo parte, te cuentan la historia del argentino que vive en Estocolmo vendiendo empanadas y es rico. Ese regocijo que tienen los medios en que la salida está en Ezeiza… cuando la salida no está en Ezeiza: la salida está acá, laburando como laburamos todos. Es muy doloroso dejar tu patria, lo sé porque tengo a mi hermano viviendo en Italia desde hace 21 años. Se fue con la crisis de 2001, se había quedado sin nada y tuvo que elegir entre empezar de nuevo acá o en el exterior, y él eligió hacerlo en el Viejo Mundo. Allí le va bien, pero cada vez que hablamos me dice: “estoy cansado de pasar las fiestas solo”. Él vive con su pareja, Carlitos, pero han pagado muy caro el precio de irse a tratar de vivir mejor. Ojo, no juzgo a los que se van del país, pero no acepto que se romantice la situación. Ningún argentino es realmente feliz en el exterior, sin sus cosas, sin su idioma, alejado de su familia. Al respecto, recuerdo una frase del film Martín H, que dice Federico Luppi: “¿Qué es la patria? La patria es donde están tus amigos”. Por eso me da bronca que la clase política se olvide de por qué está ahí, en el poder: los políticos están ahí para hacer que la gente viva bien y no tenga que irse a buscar un futuro a otro lugar. También me molesta cuando aparecen las nuevas corrientes ideológicas que sostienen que hay que hacer desaparecer el estado: no, el estado tiene que estar presente para ayudar, para que todos vivamos mejor. ¿O acaso no quieren que todos vivamos mejor?
–En materia política, ¿te preocupan más los temas que tienen que ver con cuestiones de género o los generales?
–En cuestiones de género en este país estamos muy avanzados, muy bien. Me refiero a las leyes. Después, resulta muy difíciles aplicarlas. Tenemos una Ley de Cupo Laboral Trans que es divina, pero todavía faltan comunicar más sus beneficios. Por ejemplo, no todas las empresas privadas saben que si contratan a una persona de condición trans, por un año el Estado se hace cargo de las cargas sociales. Yo trabajo mucho con una gente divina que se llama Contratá trans, y son un puente entre las empresas y la comunidad. En ese punto vivimos en un país bastante justo. Pero por otro lado está desaparecido Tehuel. Soy una de las pocas personas que todavía lo recuerda: Tehuel salió un 11 de marzo de su casa a buscar trabajo y nunca más volvió. ¿Y por qué no volvió? Porque los chicos trans tienen muy pocas oportunidades laborales, casi siempre terminan en laburos donde son explotados, sin derechos ni respeto por su condición. Así que en este país que te estoy elogiando no tenemos nada que festejar hasta que el papá de Tehuel sepa qué pasó con su hijo. Es verdad que hay gente presa, ¿pero confesaron? No. Entonces Tehuel es un desaparecido en democracia, un chico que salió a buscar trabajo y no volvió. Y eso es terrible. Entonces vuelvo a la pregunta anterior: ¿para qué está la política? La Ley de Cupo Laboral Trans es divina y si se aplicara correctamente Tehuel estaría con vida, porque no habría tenido que salir a buscar trabajo con dos satánicos que le habían prometido que iba a laburar de mozo en una fiesta. Fue un crimen de odio, pero no se sabe bien cómo fue.
–¿Qué otros derechos trans faltan conquistar?
–Que se promulgue la Ley Integral Trans y la reparación económica a las chicas más grandes, las que pasaron los horrores de la dictadura. Ellas son unas verdaderas sobrevivientes y el Estado les debe una reparación porque en su momento no las protegió, como no protegió a nadie. ¿Cuánto dinero puede significar esa reparación para el Estado?, porque, además, ¿cuántas mujeres trans quedan vivas de aquella época? Vanessa Show es una, pero ella no vivía aquí sino en Europa, por eso está viva… También habría que acordarse de las chicas travestis muertas en democracia, las que mataban a mediados de los años 80 en la Panamericana. Se descubrió que las mataba el comisario. También habría que reparar a sus familias, no es algo tan costoso, es diez veces menos que el sueldo de cualquier político.
–¿Por qué aún no cambiaste tu DNI y seguís manteniendo el que incluye tu nombre masculino de origen, Gonzalo Costa?
–De pesada y complicada que soy. O, como dice Cecilia Milone, de peleadora, de puñetera. Es que yo siempre me sentí mujer, sabía que era una nena y me llamaba Gonzalo, entonces lo del nombre me tiene sin cuidado. Hace un tiempo me hicieron una nota para la ONU y me preguntaron: ¿Cómo es vivir dentro del closet? Y qué sé yo, les respondí, si yo nunca viví dentro de un armario. Yo siempre fui así. De grande me lo quise cambiar por si tenía un novio, por si le molestaba llamarme Gonzalo, pero después me dije: si realmente me quiere no le va a importar. Así que tampoco me lo cambié. Después dudé en el momento de ponerme tetas. Un amigo me dijo: “¿te vas a poner prótesis y te vas por seguir llamando Gonzalo?” Sí, insistí. Por último casi me lo cambio el año pasado, cuando logré comprarme por primera vez una casa, por cuestiones de la escritura. Pero, de golpe, apareció la escribana con la escritura ya hecha, que decía: “La Señora Gonzalo Costa”. Ahí dije: ¡Lo logré! Yo creo que hay que tener más respeto por las individualidades, habrá quién se lo quiera cambiar y quién no, como yo. Vero Lozano ahora me dice Constanza y la gente cree que hoy me llamo así. A mí me da lo mismo que me llamen Gonzalo, Costa o Constanza. Yo soy yo. Y tampoco te puedo asegurar que nunca cambie oficialmente de nombre, nada está firmado en piedra. Si mañana se me ocurre ponerme Shirley Temple lo haré.
–De derecha a izquierda, o viceversa, ¿cuáles son los políticos que te parecen más empáticos con la problemática trans?
–Depende la altura del año. Si es en noviembre, para la fecha de la Marcha del Orgullo Gay, todos son gay friendly. A ver, la ley de matrimonio igualitario... ¿quién la autorizó en la Capital? Macri primero, pero a nivel nacional lo logró Cristina y eso le valió el odio de Jorge Bergoglio, el actual Papa. Creo que la izquierda siempre estuvo con nuestras causas y la derecha se tuvo que aggiornar porque tiene tantos integrantes de la comunidad gay en su seno… No son tontos, no se van a perder esa cantidad de votos. De todas formas, todos los políticos nos han usado históricamente. Pero algunas de esas “usadas” han sido buenas porque hoy vivimos en un país mejor. Y también creo que hay gente de la clase política que, en verdad, nos quiere y nos respeta. Ojalá que sean cada vez más y no se trate de excepciones.
–Como en un momento irrumpió la causa gay, y en otros la feminista, ¿este es el momento de las reivindicaciones específicas de la comunidad trans?
–Yo no creo que se necesite mucha reivindicación, lo que nos falta es hermanarnos más entre nosotras. Yo preferiría no hablar de reivindicación trans, ojalá que yo no tuviera que hablar más de reivindicaciones trans sino de que todos vivamos bien, mejor, siendo respetados, con acceso a la salud y a la educación y con un sueldo digno. En eso sí me alejo de la militancia y de la bandera gay, yo creo que todos tenemos derecho a ser felices, a vivir bien y ser respetados. Porque una persona que no tiene acceso a la salud, por ejemplo, no es que vive bien por más que sea heterosexual, gay o trans. Sí ha llegado la hora, y en eso la Argentina es pionera, de que sí se nos respete. Ahora en España están copiando un proyecto de ley nuestra, la Integral Trans, sobre la despatologización de la comunidad trans. Antes, acá, para empezar una transición y un tratamiento hormonal, tenías que ir a un psiquiatra para que asegure que no estabas loco o loca, en fin, pasar por un montón de cosas humillantes. En España la acaban de sancionar.
–¿Estás conforme con la visibilidad que han alcanzado algunas figuras trans en los medios de comunicación? ¿Todas son un buen ejemplo?
–No, todas no somos un buen ejemplo. De hecho yo digo barbaridades. Hoy está puesta la lupa en lo que vamos a decir, ojalá algún día se termine ese encabezamiento de “la actriz trans” o “la panelista trans”. Me gustaría que dijeran la actriz o la panelista y punto. Cuando en el programa de radio también estaba Lizy Tagliani, a Santiago del Moro, cuando le hacían una entrevista, le remarcaban: “tenés dos trans”; como si fuera un exceso tener más de una en su equipo. Nadie le decía que trabaja con dos periodistas varones o con dos locutoras mujeres. ¿Por qué poner el ojo ahí? ¿Por qué tamaña discriminación? ¿Por qué cogemos tan mal en la Argentina que siempre estamos observando la sexualidad del otro? ¿Qué nos pasa con eso? La sexualidad del otro no debería ser materia opinable de nadie. Por eso creo que la reivindicación de los derechos trans habrá llegado a su punto máximo cuando el tema se “normalice” y no digan más que “un jugador de fútbol sale con una modelo trans” sino que sale con una modelo y punto. O cuando se deje de usar como insulto, como el otro día escuché en un programa deportivo, el término “come traba”. ¿Cuál es el insulto, que te guste una chica travesti? ¿Eso está mal? Porque, aparte, si hay gente que se ha acostado históricamente con nosotras son los hinchas de fútbol, argentinos y de todo el mundo. Por eso siempre digo: nos desean de noche y nos putean de día.
–¿Qué le dirías a una persona que considera que una mujer trans no es una verdadera mujer?
–Le contestaría con una barbaridad que siempre decía mi abuela: que se vaya a lavar el culo y que luego se tome el agua.
–Si fueras ungida como la nueva presidenta de los argentinos, ¿cuáles serían las primeras medidas que adoptarías?
–No quiero más cadenas del desánimo. No las prohibiría, pero haría todo para que no les llenen más de mierda la cabeza a la gente. De eso son responsables los medios de comunicación: no cuentan lo que está pasando, cuentan lo que quieren que creamos que está pasando. Es la infodemia: minar de noticias falsas el terreno con un solo objetivo: cagarle la vida a la gente. Lo primero que hay que hacer es cortar con la mala onda. Yo trabajo todos los días desde las 6 de la mañana en El club del Moro, que es el programa más escuchado de todos; ¿y por qué lo es?, porque en él no hay mala onda. Basta, basta, con la mala onda. Demasiado duro es lo que le toca vivir diariamente a la gente para que, encima, alguien que es multimillonario te cuente lo mal que vos estás viviendo. En definitiva: basta de mala vibra y que a todos los responsables del 50% de la pobreza del país se les caiga la cara de una buena vez. Es una vergüenza que vivamos en un país con semejante nivel de pobreza con la cantidad de recursos naturales que tenemos. Es indignante. ¿Cómo puede ser? Porque hace muchos años que la política es una fábrica de pobreza. Mis leyes estarían orientadas hacia el bien común. Yo quiero que todos vivamos bien, no sólo unos pocos. Y que en el país funcionen los tres poderes, porque si funcionan bien los tres, funciona todo.
–Y si no fueras presidenta, ¿por quién te inclinarías en las próximas elecciones? ¿Por Alberto Fernández, Sergio Massa, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich o Javier Milei? ¿Qué opinás de cada uno de ellos?
–Voy a responder como decía Enrique Pinti: “tengo dos opciones para morir, la horca o la silla eléctrica”. Ninguno me representa en nada. Fernández ha tenido un Gobierno muy difícil y no ha hecho las cosas bien. Creo que lo de Olivos fue gravísimo, y después de eso… ¿cómo se vuelve? Massa está en el lugar donde está porque se juega la carta de la presidencia; si no, ¿por qué habría aceptado en este momento el cargo que hoy detenta? Nadie en su sano juicio lo habría agarrado. Los que lo conocen cuentan que es una persona muy preparada y que desde afuera los mercados lo ven con muy buenos ojos; cosa que no entenderé nunca: ¿por qué se deciden nuestros destinos en Wall Street? Larreta administra el distrito más rico del país, lindo sería que con toda la guita que tiene a su disposición aquí, en la Capital, lo pasemos mal. De todos modos, estamos mal en la ciudad, hay mucha pobreza, mucha gente durmiendo en la calle. Mucha vereda, mucha ciclovía… pero siempre me encuentro con gente durmiendo en la esquina de la radio. La Bullrich de ninguna manera, no me gusta nada nada nada. ¿Y Milei? Es un chiste, un mal humorista. Pero aún así, lo reconozco, tiene sus seguidores. Eso es lo grave. Por eso, repito: este año, a la hora de votar, habrá que elegir entre la horca o la silla eléctrica.
Agradecimiento: Hotel NH Buenos Aires City. Vestuario: Casa de muñecas. Estilismo: Peluqueros contemporáneos
PARA AGENDAR:
Costa Presidenta
Intérpretes: Costa, Los Macocos, Celeste Campos, Damián Bravo, Martina Loyato, Liza Queti, Lucila Muiño, Pedro Raimondi, Pedro Vega, Guido Savino. Coreografía: Alejandro Ibarra. Dirección: Roberto Peloni.
Teatro Premier, Corrientes 1565. Funciones: de jueves a domingos, a las 21. Entradas: por Plateanet o en la boletería del teatro
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