Coqueteo y vorágine en caja de bombones
Hotel Neurotik
Nuestra opinión: buena
Autores: Christian Siméon, Jean Pierre Stora. Elenco: Omar Calicchio y Federico Barón. Dirección: Gonzalo Castagnino. Dirección musical y piano: Juan Pablo Schapira. Sala: Cultural San Martín, Sarmiento 1551. Funciones: martes, 20.30. duración: 80 minutos.
Un humor irónico, satírico, que escapa al ridículo, pero coquetea con lo burlesco y el kitsch define este melodrama musical de cámara, con gran influencia de la comedia de boulevard, del coautor de El cabaret de los hombres perdidos, Christian Simeón. Omar Calicchio, que también actuó en la anterior, es el exquisito y muy creativo mascarón de proa que se apodera de esta fantasía, jugada por una dama, con algo de Cruella De Vil, lady Margaret y un "botones" de hotel, que pasará a llamarse boy.
Calicchio compone una diva en decadencia, un transformista que recuerda a la voluminosa Divine. Él es ella, en un papel incandescente, atrevido y manipulador de ese boy, al que intenta conquistar empleando como arma de seducción el dinero. Pero, a la vez, le exige firmar un contrato en el que el muchacho tendrá que participar de un juego casi sadomasoquista, en el que deberá interpretar distintos personajes: un marinero, un caballero, un rehén. Estas circunstancias les posibilitarán un entorno de sutil y erótica seducción, matizada con un humor zumbón, en el que a medida que avanza la historia, se mechan melodías de ritmos suaves o más intensos que refieren a la vieja canción francesa, tan melancólica como suavemente dramática.
La acción se desarrolla en una habitación de hotel, en el que predomina el color rosa, lo que da la sensación de vivir en una extravagante caja de bombones, en la que Margaret y el boy coquetearán un poco histéricamente mediante actitudes de aceptación y rechazo, en una constante vorágine bien orquestada no solo por la participación en vivo del músico Juan Pablo Schapira, también por el movimiento coreográfico y esas voces que, más que cantar, dicen lo que les ocurre, los afecta y los hace sufrir de pena por el amor perdido, o el tiempo perdido, debido a esos aletargados coqueteos que solo los conducen a la frustración.
Desde la dirección, Gonzalo Castagnino (Asesinato para dos) prefirió jugarse al tono ingenuo, en lugar de aludir a esos atisbos de crueldad que pide el texto. No obstante, guio a sus intérpretes por un clima de romanticismo, en el que Federico Barón es un pichón de partenaire, que hace lo que puede frente a un avasallante Omar Calicchio, conocedor de los secretos de un oficio que le otorgan el poder de una actuación soberbia, minuciosa y arrebatadoramente sorprendente.
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