Conmovedor recuerdo familiar que abre y cierra puertas con poesía
Imprenteros. Elenco: Sergio Vega, Federico Vega, Lorena Vega, Julieta Brito, Juan Pablo Garaventa, Lucas Crespi, Federico Liss, Viviana Vazquez y Vanesa Maja. Espacio: M. Celeste Etcheverry. Vestuario: Julieta Harca. Luces: Ricardo Sica. Sonido y música: Andrés Buchbinder. Fotografía: César Capasso. Colaboración en movimiento: Margarita Molfino. Dramaturgia y dirección: Lorena Vega. Sala: Centro Cultural Recoleta. Funciones: martes, a las 20. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: excelente
Lorena Vega es una de esas actrices de una potencia escénica apabullante. En estos momentos, esta trabajadora de la actuación tiene dos obras en cartel que han merecido brillantes críticas: Yo, Encarnación Ezcurra, de Cristina Escofet, en el Teatro del Pueblo; y La vida extraordinaria, de Mariano Tenconi Blanco, en el Cervantes. Pero antes de que esos mundos se expandieran en escena Maruja Bustamante, la curadora de escénicas del Centro Cultural Rojas, le propuso montar una obra en esa sala como parte del ciclo Proyecto familia. La idea le dio vueltas en la cabeza sin que madurara en algo concreto. En un momento del año pasado estaba por anotarse a un curso de astrología cuando vio que Vivi Tellas abría un curso de Biodrama. Se anotó. Desde ese momento, lo que empezó a dar vueltas en su cabeza es su propia historia que ahora, con la obra ya estrenada, ella abre, exorciza, comparte y contagia en la sala del Rojas.
Se llama Imprenteros. En este biodrama Lorena revisita junto a Sergio y Federico Vega, sus hermanos, la imprenta familiar de su padre Alfredo, que murió hace cuatro años. En ese recorrido las particularidades del oficio se articulan con un desopilante video del cumpleaños de 15 de Lorena cuyo padre se negó a imprimir las tarjetas de invitación, con un dudoso paseo en una coupé Chevy, con rupturas y reencuentros, con historias de mamá Yeni (modista, ella) y con una variedad de historias de esa imprenta en la cual trabajaron los tres hermanos Vega.
Imprenteros está atravesado por infinidad de capas, de pliegues, de gramajes, de tintas de diferentes colores, de tramas, de bobinas, de filetes. Es, también, un potente testimonio de esos emprendimientos familiares que pasan de generación en generación que campean crisis estructurales a fuerza de trabajo, de conciencia de clase, de amor a ese artesanato. En pleno corazón de Lomas del Mirador, en donde está la imprenta, también estaba la casa de los abuelos y los árboles de higos y kinotos, y las herramientas, y las máquinas y el olor a tinta mezclado con el de humedad. El terreno fue comprado por el abuelo de Lorena con dinero ganado en una apuesta en el Hipódromo. Ese mismo terreno ahora entró en remate judicial. Todo el tránsito tiene algo de una potente radiografía de lo social, de lo económico, de lo político.
Imprenteros, también, es la historia de una familia que pasó por esto y por aquello, pero que estos tres hermanos tan distintos se ríen de esto y aquello con un nivel de verdad que conmueve. Sergio pone el cuerpo en escena. Es un grandote que tiene impreso en su cuerpo los movimientos y el mapa sonoro de las máquinas impresoras. Es el cómplice familiar de todo esto. El otro hermano, Federico, no aceptó subir a escena. Tiene algo de tipo tan chúcaro como simpático. A cambio de un invitación a cenar a un restaurante pipí cucú aparece un video reporteado por su hermana. Esa hermana, Lorena Vega, lleva a escena a su "otra" familia: la de sus amigos actores que en escena harán distintos personajes con talento y, fundamentalmente, con una entrega al juego que se ve, que se respira, se huele. Ellos son, la "otra" familia, Julieta Brito, Juan Pablo Garaventa, Lucas Crespi, Federico Liss, Viviana Vázquez y Vanesa Maja.
Imprenteros es, también, un hermoso homenaje a un oficio noble que está en reconversión, en crisis. La propuesta reivindica tanto al trabajo de los gráficos que regala un programa de mano que emula su tarjeta de quince años que es un acto de afecto en sí mismo.
El padre se la pasaba haciendo etiquetas de salamines, quesos, chorizos y demás embutidos. Una vez hizo el afiche de vía pública de una película que protagonizó Sting. Lorena, cuenta, que siempre le preguntaba cuándo iban a conocer a Sting. A este taller alguna vez fue un amigo suyo fotógrafo. Se llama César Capasso. Esas fotos quedaron en el taller al cual los hermanos Vega ya no tienen acceso. A fuerza de obsesión rescataron los originales. Son los mismos que, como en una especie de bonus track, el público va colgando en las paredes de la sala. Como yapa, en el hall esperan salamines con gaseosas.
Imprenteros tiene, entre otras capas y gramajes, la delicadeza de abrir puertas y cerrarlas de manera tan poética como las fotos de Sergio, como la complicidad de los hermanos Vega, como esa potente coreografía grupal mientras suena la maquinaria de una imprenta desplazada a esta potente maquinaria escénica cuya mejor operaria es Lorena Vega.
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