Con Sugar, la comedia musical brillante vuelve a la calle Corrientes
En una producción inusual para los tiempos que corren, Susana Giménez y Gustavo Yankelevich llevan a escena esta pieza mítica, con Griselda Siciliani, Nicolás Cabré y Federico D'Elía
Momento de caos feliz. ¿Cómo es un caos feliz? El instante teatral en el que se realizará la primera "pasada" con vestuario y escenografía. Todos se probarán por primera vez sus pelucas, verán cómo sus personajes mutarán naturalmente al lucir sus vestuarios y cómo, todo eso, deberá funcionar como una mecánica relojera para hacer el espectáculo que alguien soñó. Ese momento de caos feliz es el que vivió este cronista intruso al escurrirse (con permiso) por la trastienda y camarines de Sugar, la comedia musical que se estrenará el próximo viernes en el siempre bello teatro Lola Membrives.
Recordemos que Sugar es un título que no resulta indiferente para el público argentino, tenga la edad que tenga. ¿Por qué? Porque es sinónimo de Susana Giménez. Ella lo estrenó en 1986 y, aunque venía de hacer un éxito mayúsculo de tres años con La mujer del año, por Sugar se afianzó como la gran estrella de la comedia musical que no cantaba. Es que en ese gran suceso, importado de Broadway, compartía cartel con su novio por aquel entonces, Ricardo Darín, y con su gran amigo Arturo Puig. Tres figuras inmensas. Sugar es una comedia musical con libro de Peter Stone (La mujer del año), letras de Bob Merrill y música de Jule Styne. Por aquel entonces, Carlos Perciavalle fue uno de los gestores de la producción y, como no le gustaban las canciones originales, las cambió a casi todas por temas más conocidos del mundo de la comedia musical brillante. Así fue como China Zorrilla hizo las adaptaciones de canciones más populares como "Chicago", "We're in The Money", "Puttin' on the Ritz" o "All I Do is Dream of You", entre otras. Eso la volvió una comedia musical brillante y divertida que contó en su elenco a nombres como Norma Pons, Roberto Catarineu, Gogó Andreu, Francisco Nápoli, Pepe Monje, Karina K, César Pierry y Aníbal Silveyra, entre muchos más. Aquella vez costó 500.000 dólares. Ahora tuvo una inversión inicial de 18 millones de pesos.
"¡Hola, mi a-morrrrr!", se escucha desde el fondo de la sala en una voz inconfundible. Es Susana Giménez, que avanza por la platea rodeada de la gente que trabaja para ella. Llega para la nota con LA NACION y para ver si la dejan quedarse a la primera pasada con vestuario y escenografía. Junto a ella, Gustavo Yankelevich, auténtico gestor de revivir a Sugar en el mismo teatro que la vio triunfar. Es que cómo devolver semejante título sin la presencia de Susana Giménez. Ambos son los productores y pensaron sin dudar en Arturo Puig para que dirija esta obra de la que aún recuerda hasta el último texto. De ese trío salieron los nombres de quienes hoy son los protagonistas: Griselda Siciliani, Nicolás Cabré y Federico D'Elía.
Probablemente, muchos conozcan a Siciliani sólo por la popularidad que le brindó la televisión, pero se formó en el teatro alternativo, como actriz, bailarina y cantante, formó parte de El Descueve y en este mismo teatro es donde secundó a Florencia Peña en Sweet Charity, una de las últimas comedias musicales brillantes que se vieron en la calle Corrientes. Uno la ve ensayar sus cuadros musicales y ahí aparece la certeza de por qué fue elegida para encarnar a esta chica de cabaret. "A mediados del año pasado, Gustavo (Yankelevich) me llamó y me dijo que quería reunirse conmigo para contarme algo que me iba a sorprender. Pensé que podría ser una obra de teatro, pero jamás esto. Nos encontramos a almorzar y me contó que Susana y él querían que haga de Sugar Kane. Yo no había visto la obra, pero sabía perfectamente qué era. Fue una verdadera sorpresa. Lo primero que me surgió fue preguntarle si Susana estaba de acuerdo porque el título está muy identificado con ella. Me respondió afirmativamente y, de inmediato, le dije que cuente conmigo", recuerda Griselda mientras recibe de manos de Renata Schussheim una imponente bata de lamé con lentejuelas plateadas. "¿Para qué cuadro es?", consulta. "Para que salgas bien linda a saludar", le responde Renata. Sí, así es esta producción. Una bata de ese estilo para el saludo, entre los 150 cambios de vestuario que planeó la diseñadora.
De regreso en la historia, Susana, Yankelevich y Arturo invitaron a los tres protagonistas a la mansión que la diva tiene en Barrio Parque a ver el video de la versión original de Sugar en el microcine. Allí les contaron los cambios que tendría la versión y también cómo querían adaptarla para ellos. "Susana pedía que me pongan más números musicales para que cante y baile. Generosidad total", recuerda Siciliani. En efecto, esta nueva Sugar tiene más cuadros musicales que su antecesora y están a cargo de Gustavo Wons. "Las coreografías tienen un protagonismo muy fuerte, son muy modernas aunque conservan el estilo de la época. Salvo el tema que tengo con Nico en la litera, los demás son las actuaciones de Sugar en el cabaret. Los varones son los que tienen más el lenguaje del musical. Mi personaje es el que hace un show. Tenía muchas ganas de volver a bailar, de hacer un espectáculo comercial de este estilo. Siempre me ofrecían musicales más dramáticos o para cantantes. Yo soy muy bataclana. No necesito de la solemnidad para ser feliz como actriz. Noto que la obra fue enriquecida", señala la protagonista. Y se refiere además al trabajo que Gerardo Gardelín hizo en la dirección musical, Alberto Negrín en la imponente escenografía, Mariano Demaría en las luces y Max Otranto como stage manager y supremo asistente de dirección.
Todos ellos hablan de jugar. Y cómo no hacerlo si aquí se trata de actuar seres lejanos a ellos, de ponerse pelucas, sombreros, faldas, plumas y lentejuelas. "Me da alegría jugar como cuando era niña. Para eso me entrené. Estoy poniéndome la peluquita rubia y jugando a disfrazarme como hace mi hija, pero profesionalmente. Puedo estar en culo bailando toda la noche que no necesito solemnizarme para armar un prestigio. Es algo que me tocó y lo agradezco", sostiene.
Entretanto, Nicolás Cabré observa maravillado la escenografía del tren que diseñó Negrín y no puede creer mirarse en el espejo y verse con los labios pintados y con unas pestañas enormes. "No sé cómo me convencieron", bromea. Cuando Puig le preguntó si haría un musical él respondió: "Ni loco". Pensó que sería algo como Cats o El fantasma de la ópera. Pero cuando supo de qué se trataba ni lo dudó. "Crecí escuchando a Ricardo contar anécdotas de Sugar cuando compartía escenario con él en Algo en común. Son oportunidades imperdibles. Me siento un privilegiado con la oportunidad de hacer esto con lo que significa y lo que va a significar", señala contundente Cabré. Cuando supo de este trabajo se operó urgente de la rodilla y comenzó sus ensayos de baile en Villa Carlos Paz mientras hacía El quilombero. Luego incorporó el canto. "Yo no cantaba ni en la cancha por vergüenza. Tuve que ponerme a la altura de Griselda y de todos los chicos, maravillosos. El musical no es el género que más me gusta. Pero Sugar es una comedia donde, además, se baila y se canta. Es un texto brillante que permite que estos dos vagos atorrantes que están bailando y cantando no tengan la necesidad de ser exactos. La obra ya lo plantea así", advierte.
Él encarna a Joe. Junto con Jerry son músicos callejeros que presencian la masacre de San Valentín, en Chicago. Por lo tanto deben huir de la ciudad para no ser atrapados por las pandillas de Polainas y del Sucio Norton. En el Spats Palazzos, actúa una banda musical femenina: Pandora y sus Chicas Ardorosas. Para no ser descubiertos se disfrazan de mujeres y consiguen que los contraten para la orquesta. Así viajan a Miami, entre amores confusos y persecusiones de gánsters. Es el mismo argumento de Una Eva y dos Adanes, película que en 1959, protagonizaron Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon y en la cual está basado el musical.
Es difícil volver a hacer una pieza con mística. La amistad entre Susana, Darín y Puig tuvo que ver con eso. "Por ejemplo quedó muy marcado el recuerdo del tap que hacían Ricardo y Arturo. Gustavo Wons hizo una coreografía mucho más bailada y movida, distinta. Hacemos algunos trucos del tap, pero no es concretamente un cuadro de zapateo americano", aclara D'Elía y ríe fuerte cuando recuerda las primeras semanas en las que tuvo que aprender a usar tacos. "Siempre tuve un respeto muy fuerte con la comedia musical. Admiro a mis compañeros del ensamble. Sobre todo por la conducta que tienen para trabajar. El musical se puede hacer bien o mal y te puede gustar o no. Esa es la cuestión", sostiene este disciplinado actor que apenas recibió la propuesta comenzó a perfeccionarse en danza y canto.
Roberto Catarineu, que encarna el papel de Sir Osgood, estuvo en la versión original, pero encarnando al personaje del Polainas, que ahora lo hace el talentoso Rodrigo Pedreira. Junto a ellos, además, están Gipsy Bonafina (reina de la versatilidad), Leo Trento, Ezequiel Carrone y un ensamble de excelencia: Florencia Viterbo, Evangelina Bourbon, Romina Cecchettini, Julia Montiliengo, Pablo Juin, Nicolás Villalba, Ariel Juin, Rodolfo Santamarina, Nicolás Tadioli, Jessica Abouchain, Marcelo Amante, Silvina Tordente, Flor Anca, Vicky Barnfather, Nicolás Chávez y Mara Moyano.
Cuando el caos feliz se completa y faltan sólo minutos para salir a escena, alguien se queja por una peluca, otro se emociona y larga una lágrima, mientras tres bailarines elongan. La magia de la comedia musical está por suceder. Sugar está cerca.
Los números más dulces
Una inversión inicial de 18 millones de pesos.
150
Cambios de vestuario
9
Vestidos para Griselda
17
Cambios de escenografía
25
Artistas en escena
20
Personas en el staff técnico
12
músicos en vivo
100
aparatos de luces de última generación
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