Con el malambo y las boleadoras de Malevo reabre el Liceo, la sala privada más antigua de América latina y “cementerio de los teatros”
La última función antes de la pandemia fue Cabaret, con el maestro de ceremonia diciendo que la vida era maravillosa. La sala de Carlos y Tomás Rottemberg vuelve a abrir sus puertas con el show de Malevo
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El Teatro Liceo está rodeado de una variedad de edificios de enorme valor patrimonial ubicados sobre la Avenida de Mayo y los alrededores de la Plaza del Congreso. Frente a la plazoleta Lorea, un triangulito extraño de la ciudad, en donde a fines de 1800 se instaló un gran depósito de agua, está ubicada esta sala de casi 600 butacas. Es el teatro privado en funcionamiento más antiguo de América Latina. Sólo lo superan en edad el Teatro Ouro Preto, de Brasil (1770) y el Solís, de Montevideo (1856); pero, detalle no menor, esos dos son sostenidos con dineros públicos. El Liceo fue inaugurado a mediados de 1872 como El Dorado, donde el mítico empresario francés Monsieur Tourneville presentaba números de varieté. En 1877, pasó a llamarse Goldoni; en 1893, Rivadavia; en 1907, Moderno, hasta que en 1911, un grupo de intelectuales que se reunían en la confitería ubicada junto al pullman decidieron llamarlo Liceo. Desde 1993 lo administra el productor Carlos Rottemberg junto a su hijo, Tomás. Entre tantos nombres, tuvo otro informal: “en los años 60/70, en nuestro ambiente se lo llamaba ‘el cementerio de los teatros’. Todos fracasaban. Llegó a tener un cartel de venta”, cuenta a LA NACION el experimentado empresario, quien alguna vez programó allí éxitos como Salsa criolla, con Enrique Pinti, que hizo más de 3 mil funciones durante nueve años consecutivos.
Desde que los teatros volvieron a abrir sus puertas tras la cuarentena, de a poco padre e hijo habilitaron las salas del Multitabarís Comafi y del Multiteatro Comafi, los otros teatros que tienen en Buenos Aires, a los que hay que sumarles los que poseen en Mar del Plata. Les quedaba el Liceo. “Cuando lo recorrí el viernes pasado, la primera analogía que se me ocurrió fue pensar que así como el Covid atacó fundamentalmente a los adultos mayores, lo mismo pasó con el edificio del Liceo”, se sincera Carlos Rottemberg. Junto a Tomás, ahora recorren la histórica sala en donde se están ajustando detalles para su vuelta a la actividad. Decidieron darse el gusto de abrir el Liceo por tres noches para que Malevo, la compañía de malambo que llegó a las semifinales del famoso certamen televisivo America’s Got Talent, presente allí Espíritu indomable, su última producción. Luego de hacer giras por Canadá, México, Japón, Egipto, Francia, Rusia y Emiratos Árabes, el grupo que dirige el coreógrafo y bailarín Matías Jaime subirá por tres noches con esta producción de fusión de estilos con músicos en vivo, coreografías, destrezas con bombos, boleadoras y veinte artistas en escena.
En este mapa de situación, Carlos –como siempre– apuesta a la franqueza, a decir las cosas por su nombre aunque sienta que se repita. “Abrir el Liceo es totalmente antieconómico por donde se lo mire. Por pudor no te muestro los números, pero es costosísimo ponerlo en funcionamiento. Lo hacemos para no pasar directamente a la fecha de su festejo de los 150 años del Liceo de la temporada próxima. Estas funciones sirven para mostrar cómo quedó el teatro después de la pandemia. Y lo hacemos con estas tres funciones de Malevo, que es un montaje de jerarquía internacional”, apunta entusiasmado. Para poder darse este lujo casi de carácter poético tuvieron que adecuar el equipo de aire refrigerado con los nuevos filtros exigidos por el protocolo sanitario. “Es un primer paso para los festejos del año próximo cuando recuperemos la sala después de hacer las obras necesarias”, agrega Tomás.
El último espectáculo que se presentó en esta bella sala fue Cabaret, que protagonizaron Florencia Peña y Mike Amigorena en un montaje que fue otro verdadero éxito de público en la historia de esta sala. Su última función fue el domingo 15 de marzo de 2020. Es noche, Amigorena, como el maestro de ceremonias del Kit Kat Club, cumplió el rito de darle la bienvenida al público diciendo “Aquí la vida es maravillosa”. Minutos después, el presidente Alberto Fernández anunció que, a partir de las cero horas del día siguiente, las salas de espectáculos de todo el país quedaban cerradas. Esa noche, si la vida era bella, decididamente empezaba a ser distinta. Cinco días después se estableció la cuarentena. El tema central de Cabaret, toda una paradoja, comienza preguntándose: “¿Por qué encerrarte en la habitación?”. Desde ese momento, adentro de esta enorme habitación de plateas, palcos, camarines, grandes escalinatas de mármol quedó detenida en el tiempo.
A partir de ese situación, solamente se entró a la sala para hacer trabajos de mantenimiento y gestión de este equipo de trabajo del cual forman parte también José Luis Ciarma y Daniel Luna. La pared que da a la calle Paraná es testimonio de la pandemia con su afiches, sus pintadas, sus grafitis. Es, en perspectiva, un testigo del malhumor social y político. La limpiarán para las funciones de Malevo que se inician mañana, pero a la sala decidieron dejarla tal cual estaba, sin tapar aquel sector del techo del hall ni apelar a falsos maquillajes. La imponente estructura arquitectónica no esconde sus arrugas. Todo lo contrario. Muestra sus heridas como su esplendor original.
En la charla con LA NACION, los productores no esconden el contexto actual. “Con la pandemia, la actividad teatral fue muy golpeada. Nosotros podemos considerarnos como una empresa sólida, por los 46 años de trayectoria y hasta tenemos el orgullo de haber cumplido con todos los compromisos; pero estamos en una situación en la cual medimos cada paso que damos muy cuidadosamente.. Empezamos a abrir en orden. La temporada pasada hicimos una inversión importante en Mar del Plata y acá, en Buenos Aires, primero abrimos unos de los Multiteatro y, luego, el otro. Ahora le toca al Liceo”, afirma con convicción Carlos Rottemberg.
Desde hace unos años, el Liceo está dedicado a producciones musicales. Esa postura curatorial juega ahora decididamente en contra. “Pensándolo fríamente, la lógica hubiera sido esperar a abrir las salas con un aforo al cien por ciento, como sucedió en Nueva York. Pero nunca lo teatral está ligado únicamente a los números”, apunta su hijo Tomás, quien recuerda la situación del 13 de noviembre de 2020, cuando debutó El acompañamiento con apenas cuatro espectadores. Aquel día histórico para la actividad escénica volvió el público a la salas.
Padre e hijo se fueron del Multiteatro al Broadway, que también abrió ese día con una producción de Flavio Mendoza. A la noche siguiente se trasladaron al Teatro San Martín para la primera función de Happyland. A la semana, fueron a La Plaza para ver la obra de Julio Chavez y Alejandra Flechner. “Sentimos que nosotros teníamos que dar el ejemplo entrando a las salas. Si fuimos los mismos que le dijimos a los espectadores que bajábamos el telón para cuidarnos, teníamos que demostrar que volvíamos. Sacarnos una foto, dejar un testimonio”, afirma en un café cerca de la sala Rottemberg. En esa línea, la foto que quedaba para llenar ese álbum de este complejo año era la de ellos entrando al Liceo. La foto que, seguramente, se sacarán el viernes.
En todo este período de pandemia, en la actividad teatral hubo marchas y contramarchas. Desde principios del mes pasado, las salas porteñas que tienen adecuados sus sistemas de ventilación pueden trabajar al total de su capacidad. Según cifras de Aadet, la cámara que reúne a dueños de salas y productores del sector comercial que preside el propio Rottemberg, en las dos primeras semanas de octubre volvió el 88 por ciento de espectadores, con el 16 por ciento menos de espectáculos en cartel, en comparación con las dos semanas de octubre de 2019 (durante el mes de octubre de 2020, recordemos, no hubo actividad teatral). Ninguno de estos datos le sorprende al experimentado productor y agudo observador del movimiento teatral. “Trabajar al cien por ciento hace que más producciones se animen, que más teatros independientes se hayan abierto y que exista más publico”, sintetiza.
De cara al futuro, el espectáculo de Malevo es uno de los montajes que presentarán en Mar del Plata que, como se encargan de señalar, no tiene nada ver con las fórmulas transitadas. Los títulos serán Locas de remate, el show de Martín Bossi, El acompañamiento, Roto de amor, Recuerdos surtidos, Un judío normal y corriente, Casi normales, y, claro, el show de Malevo. “Es una apuesta que puede salir muy mal, pero que a nosotros nos enorgullece. Por eso le propusimos al productor de Malevo llevar a la Costa una obra que no tiene nombres, aunque se trata de un montaje de calidad internacional. Entendemos que para la gente del interior puede ser muy interesante poder ver este gran show que había hecho funciones en el Gran Rex”, dicen padre e hijo en prefecta sintonía. El padre agrega: “Los que terminan pagando son los éxitos. Sea Brujas, Toc Toc, Salsa criolla, las obras de Alberto Olmedo o Juan Carlos Calabró, Almorzando con Mirtha Legrand, Casi normales o Piaf... Vamos a decir la verdad: los grandes éxitos permiten hacer cosas como estas y que Tomás continúe esa línea de trabajo. Tantas veces hemos fracasado que esto es una apuesta, una jugada como la de reabrir el Liceo para darnos el gusto. Por suerte, los integrantes de Malevo aceptaron, adecuaron la propuesta para el escenario y están en el Liceo cuando se cumplen diez años de estreno de Casi normales, que se empezó acá”.
Cuando Rottemberg se hizo cargo de la sala en 1993, evitó que se convirtiera en un lugar de apuestas hípicas. Se lo adquirió al empresario Buddy Day. “Le pregunté por qué me lo vendía y me respondió que el médico le había recomendado que no trabajara porque tenía la presión muy alta”, reconoció en en 2005 cuando la sala enfrentó una de sus tantas tareas de recuperación edilicia. Rottemberg, por las dudas, siempre se controla la presión. Si la última función antes de la pandemia fue Cabaret, todo indica que el festejo de los 150 años del Liceo será con Piaf, aquel espectáculo que estrenó Elena Roger en Londres y que fue éxito en el Liceo en la temporada 2009.
Pero entre la Berlín de 1930 en los inicios del nazismo que retrataba Cabaret y la vida tan maravillosa como atormentada que mostrará Piaf, este fin de semana en el Liceo es tiempo de malambo y boleadoras. Un gusto que se dan Carlos y Tomás Rottemberg para cerrar el año.
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