Claudio Gallardou: "Me cuesta sobrevivir en esta realidad tan hipócrita, tan complicada"
Después de ejercer durante diez años el cargo de subdirector del Teatro Nacional Cervantes, tiempo en el que no desarrolló con continuidad sus facetas de actor y director, Claudio Gallardou regresó a los escenarios y con mucha fuerza. Tres proyectos lo tienen en esta temporada como intérprete o director. Entre ellos se destaca la recuperación de uno de los grupos más emblemáticos de la escena alternativa que el creador lideró en los años 80, La Banda de la Risa.
Si bien dos de los trabajos lo muestran dentro de una línea interpretativa que expuso durante muchos años, la comedia y el clown (Mandinga en el paraíso, un varieté cómico sobre el diablo y el hombre que se estrenó el año pasado en el Centro de la Cooperación, y El Dr. Fausto), en un tercero expone una labor que lo coloca en otra cuerda actoral. Le da vida a Genaro, el protagonista de Frontera, obra del joven dramaturgo Juan Carlos Dall'Occhio que, con la dirección de Gastón Marioni, se ofrece en El Extranjero.
La experiencia posee un recorrido particular. El texto se generó dentro de la Diplomatura en Dramaturgia del Centro Cultural Paco Urondo, que funciona en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Gallardou fue invitado a realizar una lectura dramatizada del material junto a los actores Gonzalo Ruiz y Julieta Raponi. Frontera es un texto que al actor lo subyugó y no dudó en armar con sus compañeros una cooperativa y montar la pieza que tuvo su estreno en el Festival Internacional de Teatro Universitario organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México.
"Me encantó la pieza por su clima, sus diálogos, la idea -cuenta el creador-. Mi personaje es un hombre grande, perdido en la sociedad. Empujado por una serie de circunstancias que él no pudo sobrellevar, quedó tirado contra una reja que separa un barrio privado de su pequeño y humilde universo. A lo largo de la obra va contando algunas circunstancias y, entre otras, nos enteramos de que tenía un matrimonio con una mujer a quien quería mucho y perdieron un hijo, se quedó sin laburo. La obra es muy contemporánea. Muestra las distintas morales de las clases sociales. Son mundos que están enfrentados. La grieta es esa reja, pero no una grieta política, sino social que nos muestra que no se es ladrón, abusador, violador porque se es pobre".
Fausto o rajemos que viene Mefisto fue una experiencia muy provocadora que La Banda de la Risa (entonces integrada por Gallardou, Claudio Da Passano, Diana Lamas y Tony Lestingi) estrenó en la Sala Argentina del Cervantes en 1989. Después de mostrarse los fines de semana en distintas plazas de la ciudad haciendo rutinas de clown, el grupo logró un espacio en el teatro oficial. Ahora aquel proyecto se retoma con el nombre El Dr. Fausto y el elenco está conformado por Marcos "Bicho" Gómez, Gabriel Rovito, Claudio Da Passano, Cristina Fridman, Soledad Argañaras y Gallardou.
-¿Cómo fue tu experiencia al frente de la gestión en el Teatro Nacional Cervantes?
-La gestión me gustaba porque me posibilitaba producir para personas que admiro. Había proyectos que me daban mucho orgullo. Por ejemplo, llegar a lugares de la Argentina donde no había salas teatrales y ofrecer ahí espectáculos para gente que nunca había visto teatro o la programación que se llevaba a los colegios. Habíamos logrado tener 240.000 espectadores y el 80% estaban fuera de la sala de la calle Libertad. Se podrán discutir montones de cosas de esa gestión pero el teatro estaba caliente. Extraño sentir que, junto con Rubens Correa (entonces director del Cervantes), éramos hacedores de esa movilización. No extraño el costo que eso tenía porque a veces llegaba a casa alterado, me costaba dormir, tenía mucha preocupación por lograr cosas, pero los resultados eran magníficos.
-Fausto se estrenó en el Cervantes a finales de la década del 80 y generó mucho interés entre los espectadores. ¿Por qué deciden esta reposición?
-La idea no es reestrenar Fausto; es volver a empezar, reencontrarnos con elementos que tenemos a mano, como el vestuario, los instrumentos musicales. Mientras tanto, nos reunimos para encontrar una nueva temática, un nuevo proyecto. Al volver a juntarnos después de todos estos años nos damos cuenta de que el espacio más lindo, más hermoso, más romántico, es este, el grupo. Queremos recuperar la mística porque en tiempos tan áridos sentimos que lo necesitamos. Con los compañeros que no están en La Banda seguimos siendo muy amigos. Hay que tener la decisión de volver a montarse en este tren que a veces te exige más sacrificios que gratificaciones. Impone volver a remar.
-¿Te cuesta hacerlo después del camino recorrido dentro de la profesión?
-No, me da mucho placer. Me cuesta más todo lo otro. Sobrevivir en esta realidad tan hipócrita, tan complicada. Ver sufrir a otros, ver la angustia de algunos compañeros, la falta de trabajo de quienes no tienen para darles de comer a sus hijos. Me cuesta más eso que juntarme con mis amigos a divertirme. Es muy cruda la realidad. Es muy extraño todo, muy doloroso. Hay una falta de humanidad terrible, y qué mejor que el clown para reencontrarnos con la humanidad. Eso que reivindica lo más elemental del hombre: la ingenuidad. Volver a juntarnos nos hace muy bien.
-La Banda regresa a una sala comercial, el Picadero. ¿Cambiaron las condiciones de producción de la compañía?
-No. Como lo fue siempre, La Banda es una cooperativa con producción propia. Cuando uno ama el teatro lo mejor que puede hacer para ser feliz es eso. Los últimos han sido años complicados, la salida del Cervantes, el cambio de vida y sobre todo en este marco de poco desarrollo social. Todo tiene límite breve, inmediatamente los proyectos se agotan porque no hay presupuesto, la gente va menos al teatro. El productor no arriesga. Hay que autogestar. Por eso hablo de volver a empezar.
-Y en ese marco recreás dos propuestas muy opuestas. Apostás por un lado al juego clownesco, pero también al drama realista, una veta que te obliga a utilizar otros recursos.
-Me siento un nene que quiere divertirse. El Fausto es toda adrenalina e intuición y Frontera, toda la experiencia. Es encontrarme en una obra dramática con un personaje muy angelado, muy querible. Un hombre que vive en el borde, no tiene ninguna cultura, pero sí mucha experiencia de la vida, vive en un basural. La pieza se transforma casi en una especie de grotesco moderno. Genaro representa a un sector social. La situación es trágica, pero él es un personaje pintado casi con humor. Esa conjunción entre lo humorístico y lo trágico da un grotesco. Como el Carmelo de Mateo de Armando Discépolo está metido en una situación trágica dominada por la desesperanza, la miseria. Actuar siempre es infantil, es una actitud despojada, liberada a jugar como un nene. En Frontera siento el peso de todo lo que pasó en mi carrera después de Fausto. Estoy con otros actores, talentosos, con menos experiencia, más jóvenes. Me siento como el padre de ellos y eso me produce un peso que me hace feliz.
Frontera
- Dirección: Gastón Marioni
- El Extranjero, Valentín Gómez 3378
- Lunes, a las 20.30
El Dr. Fausto
- Dirección: Claudio Gallardou
- El Picadero, Pje. E. S. Discépolo 1857
- Sábados, a las 14; domingos, a las 15
Mandinga en el paraíso
- Dirección: Claudio Gallardou
- Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543
- Domingos, a las 20.30
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