Claudia en la montaña: volantazo hippie y los sueños de los 60
Claudia en la montaña
Nuestra opinión: muy buena
Libro y dirección: Herán Morán. Elenco: Natalia Casielles, Francisco Bertín, Mariano Kevorkian, Bruno Giganti y Adriana Pregliasco. Vestuario: Gustavo Alderete. Sala: Abasto Social Club, Yatay 666. Funciones: sábados, a las 22.30. Duración: 80 minutos.
Si el teatro puede pensarse como un arenero en el cual los artistas se disponen a jugar, Claudia en la montaña es un buen ejemplo de esta metáfora. Personajes que invocan energías sobrenaturales, mientras tocan la guitarra y comen frutas, que veneran a un dios hecho de paja y confían en los poderes sanadores de la energía chamánica. De esos universos y de las complejas formas de amar, se construye la obra que escribió y dirige Hernán Morán.
Ganadora del premio ARTEI a la producción independiente, Claudia en la montaña propone un viaje vintage a los sesenta, a las canciones del Club del Clan y a cierto contexto hippie en el cual la posibilidad de dejarlo todo para vivir en la montaña era una posibilidad muy concreta. A ese espacio llega Claudia, interpretada con intensidad y mucho humor por Natalia Casielles, junto a su marido, para encontrarse con una chamana instalada en las sierras de Córdoba, a quien le pide que la ayude a liberarse de un exorcismo. Pero en este misterioso campamento, también conviven otros personajes con trastornos insólitos. En el texto de Morán se entrecruzan relatos paralelos, que pasan del humor a angustias profundas y rozan el género fantástico de manera sutil. Francisco Bertín, Mariano Kevorkian, Bruno Giganti y Adriana Pregliasco se suman al juego de la obra y construyen ese mundo de montañas, de vida al aire libre, de juntarse alrededor del fuego y de invocar al universo para sanar dolores reales. Porque el misticismo y los cantos, son el marco para mostrar el proceso de una mujer, que decide soltar y cambiar de vida.