El Cirque du Soleil por dentro: más allá de OVO, lo que nadie ve del día a día de la troupe
Disciplina, esfuerzo, constancia y excelencia, son algunos de los adjetivos que pueden describir fácilmente el trabajo de aquellos que son parte de la compañía circence más famosa del mundo: el Cirque Du Soleil . Ni la lluvia torrencial que azotó días atrás a Buenos Aires, ni el frío del invierno que ya se hace notar le ponen freno al trabajo duro. Adentro del microestadio de Tecnópolis, todos mantienen la sonrisa en sus caras mientras se preparan para la última semana de funciones de Ovo .
El reloj marca las 12, y al mismo tiempo que los técnicos preparan todo para la función de la noche, uno de los artistas realiza el primer entrenamiento del día. Cada acto tiene un tiempo estipulado para usar el escenario. Según la complejidad tendrán más o menos minutos para practicar lo que más tarde harán frente al público. "Hay cuadros que se entrenan fácilmente en el backstage, entonces tienen solo 15 minutos sobre el escenario, mientras que otros contarán con más tiempo", le cuenta a LA NACION Nicolas Mongey.
"Hoy vamos a entrenar como una hora porque hace tres días que no lo hacemos", explica Kilian Mongey, uno de los grillos del show que espera paciente su turno. "Entrenamos para recordar todas las acrobacias y mantener el cuerpo en forma, después tenemos un rato de estiramiento que es muy importante. A la tarde descansamos y tipo 18 empezamos a prepararnos para el show, calentando los músculos, maquillándonos y preparándonos en general".
Montar y trasladar un espectáculo como Ovo no es tarea fácil. Se necesitan dos días enteros para armar la escenografía, colgar las luces y preparar el sonido. Además de los 25 técnicos que viajan como parte de la compañía, el circo debe contratar entre 60 y 80 personas locales que los ayuden a dejar todo listo para el show.
Son 100 personas en total, de 25 nacionalidades diferentes, las que viajan por el mundo con este espectáculo. Entre ellos hay 50 artistas, 25 técnicos y 25 empleados que incluyen equipo de gestión, dos fisioterapeutas, un director artístico, cuatro personas de vestuario, tres stage managers, dos coachs y una traductora para uno de los atletas que no habla inglés, idioma en el que se comunican puertas para adentro.
El equipaje que llevan tampoco es liviano. Cada dos o tres semanas están obligados a mover 25 contenedores con la escenografía, 1000 piezas de vestuario, luces, consolas, instrumentos, ocho lavarropas, aparatos de gimnasia, y por supuesto, 180 valijas con ropa y elementos personales.
"El primer día llegamos siete horas antes de la función, pero al principio siempre es así, porque tenemos que conocer el estadio nuevo", cuenta Ariunsanaa Bataa, quien interpreta a la araña blanca. Para ella vivir viajando es algo natural, ya que su abuelo y su padre también eran artistas de circo. "Lo máximo que paré en un lugar fueron seis meses. Estoy acostumbrada a moverme todo el tiempo".
Martín Alvez es otro de los que llegó temprano al estadio. En el show el atleta realiza un número aéreo en el que interpreta a una mariposa. "La cantidad de horas que entreno depende de los shows que tengamos en el día. Si es uno solo hago entre dos y cinco horas de ejercicio; si son dos, menos. Puede parecer mucho tiempo, pero eso incluye fisioterapia para prevenir lesiones, la parte física, lo técnico, estiramientos para la flexibilidad y lo artístico, por lo que no son cinco horas de gimnasia plena, como se piensa".
El detrás de escena
Si lo que se ve en el escenario sorprende al público, imagínense lo que es visitar el backstage: dejaría a todos anonadados. Detrás del telón está el verdadero universo del Cirque Du Soleil. El enorme despliegue que se necesita para el show denota la inmensidad de esta compañía.
Lo primero que se ve al ingresar a la cocina del espectáculo es una gran sala de fisioterapia y estiramiento que, por supuesto, está llena de artistas. Allí se aseguran de cuidar sus cuerpos, antes y después de la función, para no sufrir lesiones. Unos metros más adelante, percheros con coloridos vestuarios decoran el espacio en donde los atletas esperan para salir a escena. "En ese televisor siempre se está proyectando algún ensayo, grabamos todo para que los chicos puedan verse y analizar qué necesitan practicar", dice Nicolás señalando una pantalla en el medio de la sala, en donde tres chicas miran una película.
En otro de los galpones de Tecnópolis se montaron las oficinas del circo. Las cuatro personas de vestuario están concentradas en sus tareas. Una de las chicas pinta los zapatos, labor que repite cada dos o tres días para mantenerlos impecables. Otra arregla sombreros, mientras una tercera se encarga de cocer lo que se rompió en la última función. "Es una locura, tenemos más de 60 cajas con trajes, zapatos, sombreros, maquillajes y todo lo necesario para sobrevivir seis meses", cuenta la española Mar González Fernández, jefa de Vestuario. "Acá nos encargamos de los arreglos, no fabricamos nada. Cada artista tiene sus trajes a medida, que los realizan en Montreal, y algunos llevan mil horas de elaboración".
Unos metros más adelante está la lavandería. "Todas las noches se lavan todos los trajes, para que queden impecables para la próxima función. Nos gusta que cada persona que ve el show lo vea en su mejor versión. Durante el día, los lavarropas están disponibles para que todos los que viajamos lavemos nuestra ropa personal", agrega González Fernández.
Justo al lado de la sala de lavar está el comedor, en donde varias personas almuerzan antes de seguir con sus tareas. "Tenemos gente que cocina para nosotros toda la semana, no tenemos que preocuparnos por eso", revela Kilian. "Todo lo que nos preparan acá es saludable, pero los fines de semana nos damos algún gusto. Yo me voy a comer pizza y esas cosas, como cualquier persona", asegura y larga una pícara carcajada.
A pesar de la gran estructura que requiere el circo, el trabajo duro y constante y la enorme cantidad de personas que conviven durante meses mientras recorren el mundo, no hay nadie que no hable con entusiasmo sobre este particular estilo de vida. "Por suerte nos llevamos todos bien, porque podría pasar que haya problemas con tanta gente de culturas diferentes. Es lindo aprender de otras nacionalidades y la forma en que viven", expresa Alvez. "No es fácil a veces moverse de ciudad en ciudad con las maletas, pero por ahora soy joven y me encanta viajar y descubrir nuevas culturas. No sé cuánto tiempo lo haré, pero sí sé que lo disfruto día a día", cierra Mongey, representando con sus palabras el sentimiento de todos los que forman parte del Cirque du Soleil.
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