Cien metros cuadrados: dinámico contrapunto entre dos mujeres muy distintas
Autor: Juan Carlos Rubio / Dirección: Manuel González Gil / Intérpretes: Florencia Bertotti, María Valenzuela, Stéfano de Gregorio / Escenografía: Lula Rojo / Vestuario: Estefanía García Favre / Teatro: Multitabarís / Funciones: de miércoles a domingos / Duración: 90 minutos / Nuestra opinión: buena
No hace falta una pareja romántica para hablar del amor. 100 metros cuadrados, obra de Juan Carlos Rubio, dirigida con prolijidad y dinamismo por Manuel González Gil, aborda la amistad y el profundo cariño que logran forjar dos mujeres distantes en edad y con modos de ser tan disímiles que es, en principio, imposible pensarlas cercanas. Pero esta obra se apoya justamente en la casualidad como motor del destino. Aquí se derriba la idea de seguridad, de orden y de certezas. Nada será como se planea, sino que, por el contrario, los hechos se sucederán de manera imprevisible.
Sara, interpretada con frescura y solvencia por Florencia Bertotti en una de sus primeras apariciones en teatro para adultos, llega a un departamento para comprarlo. En él vive Lola, María Valenzuela, caracterizada como una mujer septuagenaria, que sufre fuertes problemas de salud. El pacto es complejo pero conveniente para ambas: Sara debe esperar a que Lola muera para apropiarse del departamento, pero, eso sí, lo compra a un precio mucho menor. Lo interesante de esta historia es que Sara encuentra en esta operación inmobiliaria una garantía, una seguridad para su futuro. Sin embargo, no sucede nada de lo planeado. Por el contrario, las vidas de estas dos mujeres se cruzarán mucho más de lo pensado, el futuro se mostrará tan incierto como sorprendente y ellas no podrán más que sucumbir ante el impacto de los hechos menos pensados.
El diseño escenográfico se apoya en crear un departamento acorde a como es Lola, su casa, de la que raras veces sale, la pinta maravillosamente. Sara en cambio viene de afuera, por eso su vestuario y sus acciones serán las encargadas de contar parte de cómo es ella. Si la actuación de Bertotti es realista para componer un personaje que genere empatía por momentos, críticas en otros y una profunda piedad más sobre el final, María Valenzuela utiliza la parodia para crear a esta señora y, por momentos, la exageración hace ruido. De todos modos, gana la frescura de este lazo, de esta amistad tan impensada como entrañable. A ellas se suma un tercer personaje (De Gregorio), el nexo entre ellas, un testigo de esa relación que también se modificará ante la sorpresa del destino. Porque en definitiva, la obra plantea un mensaje claro y contundente: si la vida es tan incapturable e impredecible qué mejor que vivir lo más feliz y amado posible.
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