Chicos católicos, apostólicos y romanos
Dramaturgia: Juan Paya / Elenco: Diego Barassi, Juan Gilera, Nicolás Maiques, Juan Paya y Emanuel Arias / Coreografía Agustina Vera / Asistente de dirección: Lucas Merayo y Karina Hernández / Dirección: Carlos Kaspar / Sala: N/Artaza, Corrientes 1743 / Funciones: de jueves a domingos / Duración: 90 minutos.
Nuestra opinión: buena.
La anécdota es por demás sencilla. Un grupo de niños pertenecientes a un colegio católico está a punto de tomar la comunión y tiene una gran intriga en torno a la ostia. Pero, por otro lado, a medida que sienten que su cuerpo va creciendo y teniendo ciertas necesidades, intuyen que el pecado los acecha. Pero está claro que este espectáculo utilizó esta anécdota para centrarse en su única virtud: los intérpretes.
Desde lo argumental se podría incluso cuestionar si son atinados los chistes en torno al estupro, o la mención de algún nombre importante para la Iglesia Católica que ha sido condenado -a cumplir en su domicilio pero condenado- por abuso de menores. Lo mismo podría decirse en torno a la concepción del homosexual, más próximo a una mirada ochentosa sobre el gay (afeminado, jocoso, exitado, nervioso y gritón a tal punto que los agudos exasperan) que a la que tiene un país con ley de matrimonio igualitario. En fin, que se podría objetarle infinidad de cosas desde la corrección política o desde lo meramente dramatúrgico no caben dudas. Pero también es cierto que se le estaría poniendo al espectáculo una intención que claramente no tiene ya que pretende ser, simplemente, un divertimento. Con todo lo grandioso y lo peligroso que puede eso significar, pero que es más un problema de la cultura que lo produce que de los artistas que lo llevan a cabo.
Carlos Kaspar hizo lo que pudo y pareció centrarse en la dirección de actores. El escenario es minúsculo para desplegar tanta energía y las exigencias espaciales del texto muy variadas. Cada uno de los actores además de interpretar al niño compone a un adulto miembro de la iglesia. Los tres heterosexuales componen a sacerdotes y como era previsible el que representa al homosexual compone a una monja.
Pese a que todos están ajustados muy bien a la propuesta, hay que destacar, entre los intérpretes, la energía y variedad de recursos de Nicolás Maiques, ya que en su composición del niño homosexual hace uso de un sinnúmero de recursos como para garantizar la risa en la platea, y lo logra con sumo éxito. Diego Barassi también se destaca fuertemente por la utilización paródica que hace de sí mismo y por el modo de manejar el tiempo de la escena, sabiendo cuándo pausar, cuándo ralentizar y cuándo acelerar sin mencionar ciertos efectos sonoros que produce y acompañan brillantemente a la propuesta y homenajea oblicuamente a uno de los personajes de El chavo del 8.
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