Chacovachi, el payaso punk de parques y circos diversos
En Plaza Francia, sus obras fueron un clásico de clásicos; ahora repone Un payaso malo puede arruinar tu vida
El payaso Chacovachi –el que nació en Ingeniero Jacobaci, el que tuvo el Circo Vachi durante diez años, el que tiene un DNI que dice que su verdadero nombre es Fernando Cavarozzi– de chico se reía con Gaby, Fofó y Miliky. "Después, estando en España, me di cuenta de que allí fueron como la marca de la época de Franco; fue entonces que dejaron de gustarme. Igual, tengo 50 años. Eso implica que pasé por todos los pensamientos", dice.
Chacovachi –aquel que convirtió a Plaza Francia en una especie de sala Martín Coronado del teatro callejero– presentará durante los meses de verano su unipersonal ¡Cuidado! Un payaso malo puede arruinar tu vida. Eso será en Necochea y en San Bernardo.
De revisar su pasado, su primera actuación en un lugar abierto fue en el parque Centenario, y vivía a una cuadra de ahí. Cuando en los ochenta la renovación escénica tomó un envión único, San Telmo era el epicentro. Él también estuvo ahí. En el parque Lezama fue donde aprendió todo. "Ahí estábamos todos. Hubo que educar al público que no estaba acostumbrado a ver shows en la calle –cuenta–. Por mi parte, aprendí que era más importante lo que representaba que lo que hacía. Es que la gente veía en mí a la libertad, esa sensación que hizo que yo perdurara y que aprendiera el oficio."
Eran tiempos en que los artistas callejeros se mezclaban con grupos como La Banda de Risa o el Clú del Claun [sic]. Sin ir muy lejos, las primeras funciones de El Periférico de Objetos fueron en el parque Centenario. Él, Chacovachi, llegó una tarde a ese gran parque del centro geográfico de la ciudad y se dio cuenta de que no iba a poder actuar porque estaban organizando un acto político. Entonces, tomó sus petates y se fue a Plaza Francia. Allí actuó durante 16 años. Se transformó en un clásico, en un clásico de clásicos del lugar. "La mitad de las personas que me veían ya conocían mi show. Yo creo que volvían para buscar otra cosa, lo cual fue todo un desafío, porque me hizo trabajar otros aspectos, debía encontrar algo más que el chiste", interpreta ahora.
Durante la década del 90 había unos 15 o 20 espectáculos en Plaza Francia. Formaban parte de algo así como el elenco estable de la franja del inestable teatro callejero. "Yo trabajaba frente al Centro Cultural Recoleta. Era genial. Eso duró hasta diciembre de 2001, cuando se pudrió todo", cuenta. Se tuvo que ir con el ánimo como el país mismo. Con el tiempo, se dio cuenta de que eso de irse había estado bueno. O sea, sin querer, volvió a revisar sus propias verdades y las vio derrumbarse.
Desde hace un tiempo (mucho), hay pocos artistas callejeros en la ciudad. El dato lo lleva a decir lo siguiente: "Es que tenés que pedir permiso, ese permiso dura poco tiempo, no está organizada la cosa y creo que hay algo político en todo eso. Sin embargo, en el interior del país está lleno de espectáculos en los espacios públicos. Conozco bien esa movida porque desde hace 18 años realizo la Convención de Malabares, Circo y Espectáculos Callejeros. Allí descubro todo el tiempo a nuevos artistas, y es maravilloso. Trabajan en donde pueden. Es que a las obras callejeras no se las puede dominar, salen de debajo de las piedras. Es así".
Chacovachi es un payaso. No usaría la palabra clown porque tiene otras implicancias culturales u otras implicancias en el mundo del circo mismo. Es mundo, esos mundos que él conoce. "Yo pasé por todas las formas del circo –dice quien dice haber pasado por todas las formas del pensamiento–. Del callejero con funciones a la gorra al circo de carpa con entrada a la gorra o paga. Hice circo rescatando esa cosa poética que tiene el circo y que no es tan real en los circos convencionales en los que el dueño manda y las cosas son un poco patéticas. Viví el circo de la amistad, de la ilusión, el de vivir juntos y el de recibir todas las noches a gente que venía a buscar lo que nosotros teníamos. Y fue maravilloso."
De aquel circo casi en extinción Buenos Aires sabe poco. A lo sumo se conocen el Cirque du Soleil, los espectáculos que se presentan en Polo Circo y los montajes de quienes nacieron bajo otros parámetros del arte circense. Él, Chacovachi, está en la generación intermedia. "Eso es cierto, estoy en el medio –repite–. Pero con los años aprendí que todo vale: sea el circo de provincia, el más popular, el más grotowskiano, y el de los más jóvenes. Lo único que podría decir es que la poca ayuda estatal que hay va a parar a estos últimos. Eso me da bronca, aunque sé que siempre hay que ir para adelante."
En esto de ir para adelante él vuelve. Por lo pronto, vuelve a Necochea después de 20 años. La primera vez que hizo temporada allí fue en 1986. Trabajaba con un perro que hacía todo lo contrario de lo que él le pedía. Vuelve, también, a San Bernardo. En esa playa del Partido de la Costa en la que el Circo Bachi fue una fija de varias generaciones. "Los espectáculos callejeros son la verdadera contracultura. Claro que a ningún gobierno les interesa...", afirma este payaso que pasó por todos los pensamientos.
"La gorra rinde, no me puedo quejar"
Chacovachi es un claro exponente del arte callejero. Un conocedor del "arte" de pasar la gorra.
–La gorra ¿rinde?
–Rinde. Durante 30 años, salvo el tiempo que tuve mi circo, siempre hice gorra; no me puedo quejar. Claro que hay una edad para eso. A los 50, los huesos me piden un camarín, me piden que después de la función no tenga que caminar 400 metros hasta el auto para guardar todo.
–¿Cómo es el momento de la pasada de gorra?
–Requiere una energía importante en la que, claramente, debés diferenciarte de un mangazo. También podés sentirte defraudado porque durante una hora viste a una familia bien vestida que se murió de risa y llegado el momento el tipo te pone 2 pesos. Sin embargo, en la calle hay reglas. Una de ellas es que no te podés enojar nunca con el público, la propuesta es tuya.
–¿Hay alguna otra regla no escrita?
–Muchas. Por ejemplo: no hay derecho de autor. Sin embargo, no vas a usar un material de otro payaso que trabaja en la misma plaza. La calle tiene dos momentos no artísticos fundamentales: la convocatoria, los primeros cinco minutos; y el cierre. Si el show comienza a lleno te asegurás el éxito porque los espectáculos callejeros se trabajan desde la optimización de la gorra, siempre. Claro que todo el tiempo acecha la tragedia de que la gente te ignore, y te aseguro que es muy feo ver la espalda de la gente. Pero de eso también hay que aprender. Aprender, por ejemplo, que no te podés enojar porque eso es una muestra de debilidad.
–¿Qué cosas te encontraste en la gorra que te llamaron la atención?
–De todo. Estando en España me encontré un papel para que hable con una persona que me prestaba una casa de lujo en Bilbao, en donde estuve una semana. O cartas, o nada. Y cuando no recibís nada, bien puede ser que estés en el lugar equivocado. En las fiestas de San Fermín, España, fue horrible porque antes de que terminaran las funciones siempre pasaban una cantidad de borrachos que me arruinaban la función. Recién al tercer año de estar ahí aprendí que debía alejarme del centro buscando lugares más familiares.
–La esquina de Lavalle y Florida ¿es un lugar indicado?
–Admiro a los que hacen un espectáculos en ese lugar. Tenés que tener una fuerza increíble para estar parado en medio de un lugar de tanto apuro, tanto estrés. Los que se bancan eso bien podrían ser mercenarios de alguna guerra en Medio Oriente. Son unos genios, yo ya no puedo.
lanacionarTemas
Más leídas de Espectáculos
En fotos. De la pancita de Jennifer Lawrence al simpático encuentro entre Nicole Kidman y Demi Moore
“Me pareció muy osado”. Corrado: de su curioso mantra oriental a las cachetadas que recibió y qué hizo su esposa para seducirlo
En Netflix. Parque Lezama llegará al cine de la mano de Campanella y con los protagonistas del éxito teatral