Cerró el teatro La Comedia: la sala mayor se convertirá en un gimnasio
Jueves por la mañana en Rodríguez Peña 1062, Buenos Aires. Unos cuantos operarios están desmantelando el amplio alero del Teatro La Comedia. En la vereda hay andamios que sostienen la amplia estructura. Más allá de esos inconvenientes se puede ingresar al hall del teatro de Barrio Norte, que es también el ingreso a una de las sedes de una importante cadena de gimnasios. Esta doble funcionalidad (teatro/gym) se sostuvo, a su manera, durante años. Pero desde fin diciembre se produjo un cambio radical: el teatro La Comedia, complejo compuesto por tres salas, cerró definitivamente sus puertas a la actividad artística.
En estos días se está produciendo un rotundo cambio de rubro: en donde estaba la platea, el pullman y el escenario de la sala principal –con capacidad para 450 butacas– se construirá un gran salón de entrenamiento funcional, como confirman informalmente tanto un empleado de la cadena como vecinos de la cuadra.
Desde hace 16 años, el teatro era gestionado por Roberto Bisogno, Ariela Mancke y Marcela La Salvia. A fin de año subieron a sus redes una carta de despedida. "El Teatro La Comedia siempre fue un lugar donde la cultura se podía expresar. Quienes dirigimos el teatro desde el 24 de julio de 2003 terminamos nuestra gestión el 31 de diciembre de 2019 en este espacio, cuyo destino desconocemos a partir de 2020", empezaba esa misiva. "Deseamos que donde hubo un teatro siempre haya un teatro. Que este espacio vuelva a abrir sus puertas cuanto antes".
El mismo movimiento de obreros en la sala confirma que no, que no habrá más actividad teatral. La cultura fit le ganó al ejercicio de la representación. Dentro de la sala desmantelan las butacas y el escenario está vacío. Todo está en etapa de reconversión. El sentido común indica que se nivelará el piso en donde durante años el público vio, en estas últimas temporadas, espectáculos como El farmer,con Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna; Dr. Lacan, la creación de Pablo Zunino que hizo tantas temporadas allí, y Agamenón, con Ingrid Pelicori y Osmar Núñez. La rutina de la sucesión de textos dramáticos, desde Andrés Rivera hasta Esquilo, pasando por reflexiones psiconalíticas tendrá en poco tiempo otro tipo de rutina.
En esta trama en la que se mezclan la máscara del drama y la comedia con las mancuernas y las calzas hay que sumar otra pieza clave a este entramado: los dueños de la sala. El edificio donde está el teatro, construido en 1938, pertenece a la congregación religiosa Compañía del Divino Maestro. Ese mismo edificio se conecta con otro ubicado a su lado en el que funciona el Instituto de Cultura Religiosa Superior ("un espacio de encuentro, búsqueda, reflexión", según su página). De hecho, los antiguos camarines de La Comedia daban a ese patio interior cubierto de plantas y balcones internos de un edificio de gran valor patrimonial. Durante años convivieron en las glamorosas noches de estrenos señoras y señores vestidos con sus mejores piezas de sus placares con muchachos musculosos y chicas en calzas. La congregación religiosa no respondió al pedido de entrevista de LA NACION.
Desde hace unos años, el consumo teatral disminuyó notablemente producto de la crisis económica. El teatro La Comedia no fue ajeno a esa realidad. En una nota publicada en agosto último, ante el rumor de un posible cierre de la sala, Pablo Gorlero hacía un repaso por las distintas actividades que albergó ese edificio.
En 1938, Juana González de Devoto donó el edificio a la mencionada congregación. Una de las condiciones de la donación era que el lugar fuera destinado a la religión, el arte y las actividades físicas. Hace 50 años, el teatro fue el aula magna del Instituto Superior Religioso; luego, en 1984 pasó a ser el salón de actos del instituto y, entre la década del 90 y 2000, el director Roberto Franco la regenteó como La Comedia. Luego estuvo cerrado hasta el 24 de julio de 2003, cuando asumió su dirección el empresario Roberto Bisogno, convocado por las mismas religiosas.
Aunque, al parecer, la sala del subsuelo se reconvertiría en una tanguería y la sala más pequeña volvería a estar en las manos de la congregación religiosa, la ciudad de Buenos Aires pierde una histórica sala de teatro.
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