Casi normales: el musical que tiene una legión de fanáticos llega a Mar del Plata
Es un drama sobre la bipolaridad y los vínculos, con exquisitos toques de humor; regresa en una nueva versión, con otro director y grandes cambios en el elenco
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Así como la temporada estival anticipa ser un éxito en cuanto a la cantidad de turistas que recorrerán la costa atlántica, en materia específicamente teatral, la marplatense promete volver a cierto brillo perdido en pleno contexto pandémico. Una temporada que pisará fuerte en cuanto a nombres y propuestas. Entre las que llegarán este año a la ciudad de los lobos marinos. Y en el teatro Neptuno más específicamente, está Casi normales, uno de esos musicales que en poco tiempo supo convertirse en un clásico contemporáneo de la avenida Corrientes, pero que ahora llega de la mano de Julio Panno en la dirección y con tres de los seis papeles completamente renovados gracias a la incorporación al elenco de Natalia Cociuffo, Dan Breitman e Iñaki Aldao, que ahora acompañan a Martín Ruiz, Manuela Del Campo y Máximo Meyer.
Esta obra de teatro musical de Tom Kitt y Brian Yorkey, que se estrenó en la Argentina en 2012, con la dirección de Luis Romero está a punto de inaugurar su décima temporada. No es común que un espectáculo se sostenga durante tanto tiempo y menos aun para una obra de teatro musical dramática que, para lograrlo, no le basta únicamente su jerarquía artística, sino también una capacidad recaudatoria que equilibre el balance entre costos y beneficios. Y Casi normales parece haberlo logrado. Año tras año el público acompañó esta propuesta que desde lo musical tiene enormes méritos, pero que desde lo temático y lo argumental la coloca en un grupo de piezas profundas, que se atreve a tocar con la densidad necesaria temas como la bipolaridad, la pérdida, el sistema de salud mental y los vínculos familiares sin eludir la agudeza en su tratamiento. Claro que tiene música, bellísimas melodías y letras increíblemente poéticas, pero también tiene un argumento sólido, muy dramático, que se permite coquetear con el naturalismo y con ciertas licencias poéticas que encubren más de un secreto en la trama, que evitaremos develar aquí.
En Buenos Aires Next to normal, tal su título original en inglés, se estrenó el 5 de enero de 2012, en el teatro Liceo para luego llegar –y hacer mucho ruido– a la mítica Avenida Corrientes. Pasó por los escenarios de los teatros Apolo, Nacional, Tabarís, Astral y Metropolitan. Y tal vez como en ningún otro lugar del mundo logró posicionarse como una de las propuestas con mayor índice de seguidores fieles, que la ven una y otra vez y que le dan enorme presencia en el universo de las redes sociales. En los Estados Unidos se estrenó en 2008 en el Second Stage Theatre del Off-Broadway y un año después dio el salto al circuito comercial neoyorquino, donde debutó en 2009 en el Booth Theatre, recibiendo diferentes premios entre los que se incluye el Pulitzer por su dramaturgia y el Tony por su música. Y es tan inmenso el suceso argentino de esta producción que los artistas locales ya han interactuado con los norteamericanos en varias ocasiones, y también formaron parte de la producción que de este proyecto se hiciera en España. Puede decirse sin dudar que Casi normales es una obra de culto, una extraña obra de culto porque los espectadores no salen del teatro bailando felices sino llorando, pero por su emotividad y las excelentes interpretaciones de los grandes artistas que siempre la hicieron. Entre sus elencos pasaron Laura Conforte, Alejandro Paker, Florencia Otero, Matías Mayer, Mariano Chiesa, Fernando Dente, Peter Lanzani, Guido Balzaretti, Alejandra Perlusky, Franco Massini, Federico Llambí, Federico Coates, Ángeles Díaz Colodrero, Rocío Hernández, Bruno Coccia y otros. Y entre los grandes músicos que estuvieron al frente de Casi normales, el primero fue Gaby Goldman, luego Hernán Matorra, Juan Ignacio López y Tomás Mayer Wolf; y ahora la marplatense Camila Suero.
En Casi normales el público se enfrenta a problemáticas que también a él lo aquejan, y muy lejos de cualquier tipo de edulcoramiento. Y allí radica, tal vez, la explicación de su éxito. Julio Panno (Una vez en la vida) es quien tiene ahora la máxima responsabilidad de generar el montaje para la versión estival y, probablemente, para una muy diferente temporada 2022 de gira por algunas provincias del país. “Cuando me llamaron me propusieron que haga ciertas revisiones del montaje, siempre desde la base de que la lectura y la creación del Indio Romero era impecable. Yo no había visto su versión, ni la de Broadway. Las vi en el momento en el que me llamaron y supe inmediatamente por donde debía ir mi trabajo. El enorme laburo que había hecho el director en la versión de 2012 del Liceo era de una profundidad muy acorde a la propuesta. Había trabajado mucho en la construcción de los personajes y en dotarlos de esa profundidad que el texto tiene. Pero yo también veía que había lugar para otras zonas más lúdicas que, sin quitarle profundidad, pudieran convertir a Casi normales también en ese gran show que tiene que ser”, explica Panno a LA NACION. “Por supuesto que no todos los personajes ni todas las situaciones admiten siquiera una cuota de humor, pero algunas sí. Incluso trabajar para redefinir ‘lo vincular’ era una posibilidad. Y eso hicimos. Pero también teníamos como meta quitar el intervalo –la pandemia obligaba a una revisión de los movimientos de la platea– y, por ende, a recortar un poco algunos textos. Si bien es una pieza de una estructura maravillosa era posible encontrar zonas en las que ciertas ideas se repetían y que, al cortarlas, no se cercenaba ningún elemento nodal”.
Esta versión hará hincapié en lo que siempre contó esta pieza de teatro musical pero a su vez hará énfasis en las zonas de comedia o de tragicomedia que también las tiene. “Siempre con cuidado, porque hay pocas obras que tienen un grupo de fanáticos tan amantes del producto. Ellos jamás permitirían hacer cualquier cosa con el material. Son ellos sus perfectos guardianes y desde la producción se los escucha, porque entienden desde ese amor profundo del fanático y porque conocen muy profundamente la obra”, aclara el director.
Natalia Cociuffo, desde la responsabilidad del protagónico, señala con claridad: “Yo me atrevería a decir que el trabajo de Julio con nosotros consistió en ayudarnos a no subrayar lo ya de por sí dramático del texto. No se trató de alivianar sino de no hacer drama del drama. Julio nos acompañó a ser el canal para que el texto se exprese a través nuestro, pero sin sobreactuar ese drama. No nos estamos distanciando del problema, el drama está y existe, pero no lo estamos trabajando desde el subrayado”.
Los especialistas que miran comparativamente la versión norteamericana y la argentina señalan algo en concordancia con el director y la actriz: la versión de los Estados Unidos trata más livianamente la temática, busca mucho más el humor y es, podría decirse, más ascética. La argentina es como somos nosotros: profundamente visceral. “Yo no necesité alivianar o superficializar ciertas cosas. Está todo con la densidad que debe tener. Pero sí le di mucho peso a uno de los personajes, el único que claramente no está en una zona naturalista, como para que lleve parte del peso de la obra. Una vez que la pieza muestra lo que no estamos queriendo decir –para no develar nada de la trama– el personaje se libera y entra en otra zona, claramente diferente de la que tenía”, explica Panno. La historia de amor entre Henry y Natalie es otra de las diferencias que probablemente encuentre el espectador que vio la versión de Romero y el que vea la actual. “Es que quise darle peso a esa historia de amor, que tanto tiene que ver con la posibilidad de no repetir historias, de darle lugar a lo nuevo. Y Henry puntualmente puede parecer un personaje satélite, pero yo no lo quise trabajar así, aclara el director. Porque él es el que tiene el poder de mirar la historia desde adentro y desde afuera, y eso lo coloca en un lugar diferente con relación a los otros personajes. Pero también está claramente todo lo vinculado con lo estrictamente médico”.
Sobre ese punto se refiere directamente Dan Breitman –quien prácticamente debuta en Mar del Plata tras casi 20 años de ausencia de esa ciudad–, ya que tiene a su cargo al Dr. Fine y al Dr. Madden. “Para mi tener la posibilidad de llevar adelante esta zona del espectáculo es algo único. Recuerdo que en 2017 di una audición para Casi normales y me llamaron para hacer la temporada en el Provincial en 2018, pero después por algo no se hizo. Entonces me quedé con las ganas. Y cuando ahora me llamaron para hacer este papel del médico sentí que era mi revancha porque, además, cuadraba muy bien con el objetivo de la producción y del director. Estos personajes dan la posibilidad de hacer uno de los roles de un modo más dramático y el otro más humorístico. Pudimos darle un poco más de delirio que es, indudablemente, lo que ellos sintieron que yo podía aportar”.
Fenómeno
¿A qué se debe que una obra que cuenta una historia tan dura y de un modo tan honesto se haya convertido en un éxito de crítica, público y premios? ¿Por qué ha sabido cosechar tantos fanáticos que recurrentemente van al teatro a encontrarse una y otra vez con esta historia? “Con el Indio Romero hablé mucho de la obra y sobre cómo explicar el suceso que es Casi normales en la Argentina. Y creo que la explicación se debe a un fenómeno que está vinculado con la catarsis, es decir, con esa capacidad que el espectador tiene gracias y desde la escena para purgar determinadas emociones. En la versión norteamericana creo que esto no ocurre. Las actuaciones locales han tenido todas las particularidades de contar no solamente con buenos cantantes, sino con buenos actores que permitieron generar empatía en la platea. Es cierto que las problemáticas de las que habla la obra son comunes en algún punto a todos, pero sin esas actuaciones no se lograba tanto tiempo de éxito y tanta pasión”, describe Panno.
Por su parte Dan Breitman agrega que presupone que, por el hecho de ser un país tan psicoanalizado, encontramos en la obra una zona muy empática. “El trastorno psiquiátrico no nos es ajeno. Es algo que siempre está cerca en las familias. El entorno siempre se ve afectado por un trastorno psiquiátrico, y es de eso de lo que habla la obra. Está tan bien escrita que muestra de manera muy vivencial el modo en el que se desbalancea el entorno a esa persona que está enferma. Y para los que hemos vivido algo de este tema, encontramos que la obra muestra que no se trata de esconder el problema, sino muy por el contrario de asumirlo. Y creo que ahí radica la empatía del espectador”, acota Breitman.
Cocciufo, en línea con esta idea, comenta que no es solamente lo de la sanidad mental. “Toca también lo vincular y eso es lo que hace que la obra tenga su posibilidad empática. Leer que se detiene en la bipolaridad o en la problemática mental es un modo limitado de verla”. Iñaki Aldao, quien sorprendió a todos con su protagónico en El curioso incidente del perro en la medianoche, también en esta línea subraya que es una obra que conecta con el alma. “Habla de una familia. Más allá de las diferencias que tengamos económica o socialmente el espíritu familiar conecta con todos y cada uno de nosotros, y eso es lo que creo que ha permitido en estos años tanta identificación y pasión”, afirma la actriz.
Pero Panno insiste que gran parte de la clave está en esa relación catártica, sea por las razones que sean. Eso sí, señala con claridad una diferencia: “Yo busqué muy enfáticamente que todo ese proceso catártico se hiciera exclusivamente dentro de la sala. Yo quería que la gente pudiera emocionarse a pleno dentro del teatro pero que saliera sintiéndose fuerte y feliz por la experiencia vivida. No quería un espectador apesadumbrado saliendo del teatro. Así fue que encaramos una versión que va llegando hacia el final buscando que todas las emociones estén a flor de piel y que se encuentre al final con una luz que sea la que lo acompañe en el recorrido hacia su casa. Una suerte de final sanador”.
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