El fundador de la compañía catalana de teatro experimental habla antes de un especial que emitirá Films & Arts por sus 40 años
“A nosotros nos gustan las cosas raras”, dice Carlus Padrissa, uno de los fundadores de la compañía teatral catalana La Fura del Baus, cuando recuerda una cena especial en su último paso por Argentina, en octubre de 2016: en su paso por San Juan para inaugurar el Teatro del Bicentenario, fueron invitados a cenar al Observatorio Espacial del complejo astronómico El Leoncito, una suerte de planetario emplazado en medio de la Cordillera de los Andes en el que mirar el cielo, con una cantidad de estrellas impresionante, se convierte en una experiencia religiosa.
Mientras se prepara para comenzar a trabajar con el diseño de la “Fiesta del Sol” sanjuanina -que traerá sólo a algunos integrantes del staff principal-, Padrissa se muestra feliz de la oportunidad que tendrán los argentinos de profundizar en la propuesta de La Fura, aunque sea a través de la televisión. El domingo 20 de agosto, Film & Arts presentará una programación especial sobre la organización que está por cumplir 40 años de existencia; primero, a las 17.30, con la exhibición de la particular adaptación de Orfeo y Eurídice, la ópera del compositor alemán Christoph Willibald von Gluck; y luego, con Acción! La Fura dels Baus, un documental que funciona como una biografía del grupo.
¿Qué parte de la historia de La Fura fue la más difícil?
Lo más difícil fue empezar. Sin dudas. Nada es más difícil que salir de la nada sin un peso y tratar de hacer algo. Hacerse un nombre y mantenerse unidos bajo esas circunstancias. Al lado de eso, todo lo demás es sencillo.
¿Más difícil que diseñar la escenografía de una ópera del Teatro Bolshói de Moscú? ¿Qué girar el mundo en un barco de carga o diseñar la Ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992?
Creeme que sí. Nosotros nos fuimos de Moyá, nuestro pueblo catalán, en una carreta y con un burro. Ahora mirando atrás me doy cuenta que al final de todas formas, lo nuestro fue un golpe de suerte. Éramos muchos lo que hacíamos teatro experimental y nosotros fuimos los que tuvimos la oportunidad más grande.
Si La Fura hubiera comenzado ahora ¿qué tan distintas hubieran sido las cosas?
Bueno, tal vez hubiéramos sido Youtubers (risas). Los nacimientos dependen siempre de los momentos materiales y en ese sentido, las cosas han cambiado mucho. Nosotros buscábamos espacios oscuros de la ciudad, edificios abandonados, campanarios, lugares desde los que colgarnos y todo eso ya no existe. La Europa actual se ha vuelto un lugar completamente seguro en ese sentido. Hoy hay que tener seguros y permisos para todo y hasta se considera peligroso que el público esté de pie. No podríamos haber hecho ni la mitad de cosas que hicimos. Tal vez Buenos Aires es más apropiado para personas como nosotros al principio.
¿Qué recuerdo tenés de la primera visita a Buenos Aires?
Visitamos la ciudad poco tiempo después de que volviera la democracia a la Argentina [para el Festival de Teatro de Córdoba] y recuerdo que reconocimos de inmediato la energía de un país que acababa de salir de una dictadura. Y la reconocimos porque La Fura surgió en las mismas condiciones, después del franquismo. Recuerdo que había muchos problemas económicos. En nuestro show teníamos que romper un auto pero no había manera de conseguir ninguno: las marcas no nos iban a dar nada y ni siquiera en los talleres de chatarra se desperdiciaban, se vendían por partes. Así que terminamos rompiendo televisores y heladeras rotos que conseguimos por ahí.
De la Guarda y Fuerza Bruta son considerados versiones locales de La Fura ¿Los viste? ¿Qué piensan de ellos?
Claro. Las hemos visto y nos parecieron muy buenos. Incluso mejores que nosotros en algunos aspectos, No creo que sean justas las comparaciones. Trabajamos con un lenguaje en común, pero ninguna hace exactamente lo mismo.
De hecho, es raro ver a La Fura haciendo lo mismo durante más de una temporada...
Eso fue deliberado. Muy pronto en nuestra carrera decidimos no repetirnos. Eso nos permitió expandirnos hacia las Óperas, hacer escenografías, macro espectáculos. El mundo es muy grande y si te va bien puedes recorrerlo durante años con el mismo show porque el público siempre es nuevo, pero a nosotros eso nunca nos interesó.
Luego de 40 años en el espectáculo, ¿es cierto que hoy cuesta más que antes lograr algo nuevo? ¿Hay una crisis de creatividad?
No lo creo. Creo que hoy lo que hay es una facilidad de clasificación inédita, todo nos parece igual a otra cosa. Pero incluso si eso fuera cierto, si es ese afán por reproducir fuera real, podría haber grandes errores, mutaciones que terminarán creando cosa únicas. Creo que lo nuevo surge de las culturas verdaderamente populares, sospecho que lo realmente nuevo ni siquiera debe estar en Internet. Puede que sean propuestas que desbordan lo apreciable vía web, como lo hubiésemos sido nosotros al principio.
¿Qué te sorprendió últimamente? ¿Hay algo que puedas recomendarnos?
Hace unos días acompañé a un amigo a un nuevo festival que se hace aquí en Barcelona que se llama DGTL y quedé impactado. Ellos llevaron la idea de la experiencia inmersiva lo más lejos posibles, a través de las luces, de la disposición del sonido. Las técnicas de sincronización lumínicas mezcladas con el sonido y las vibraciones que los parlantes creaban en la pista, hacían que la gente se sintiera realmente inmersa en otra dimensión, en el alma de la fiesta. Ahí sin dudas hay algo nuevo, algo que, al menos yo, nunca había visto.
Todo lo que actualmente lleva la etiqueta “joven” , tiene las características de los shows de La Fura: lo colectivo, lo inmersivo, el choque, la mezcla de lenguajes ¿Alguien como ustedes se siente viejo alguna vez?
La vida es como un tren que tiene diferentes estaciones y todas son interesantes. Nos sentiríamos viejos si tuviéramos que lanzarnos de campanarios a esta altura pero en lugar de eso, estamos diseñando macro espectáculos, reinventando óperas. Al ser tan flexibles tuvimos muchas herramientas para rediseñarnos. Si creas tus propias reglas, no podes sentirte viejo nunca. ¿Viejo para qué? Si a mi no me interesa correr por las paredes como lo hacía a los 25 años.