Carlus Padrissa, el albañil de La Fura dels Baus que volvió a Buenos Aires a 40 años de la primera noche de furia
Cuatro décadas después del debut en nuestro país, el director catalán, uno de los fundadores del mítico grupo, ensaya SONS, el primer montaje de este colectivo que tendrá su estreno mundial en Buenos Aires
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Cuenta una historia que cumple cuatro décadas que, en octubre de 1984, llegaron a la recordada primera edición de un festival escénico cordobés unos jóvenes catalanes muy de la contracultura. Presentaron una performance que dejó a todos en estado de shock, de conmoción, con la sensación de haberse topado frente a lo desconocido. Esa noche de furia nació una leyenda que continúa hoy desplegando su fuerza.
El encuentro escénico de aquel kilómetro cero se llamó Festival Latinoamericano de Teatro de Córdoba, que había creado el director y gestor Carlos Giménez (el mismo que afirmaba que “no hay que hacer un teatro para el público, hay que formar a un público para el teatro”). El grupo de esos inadaptados que reformularon lo establecido y crearon un nuevo público se llamó, y se llama, La Fura dels Baus. El happening, o la performance, o aquello que no se sabía si era teatro o no, se denominó Accions (Acción). Las derivas locales que dejaron estos jóvenes en tierras argentas se las encontró casi inmediatamente en el grupo La Organización Negra. Algunos de los miembros de ese colectivo clave de la escena de los 80 y 90 luego fueron parte De la Guarda y de Fuerza Bruta (como Diqui James y Gaby Kerpel), o en las experiencias de TSO (Teatro Sanitario de Operaciones), o en las obras de Pichón Baldinu y de Manuel Hermelo (ambos, figuras claves de esa agrupación argentina).
A 40 años de aquella noche en la ciudad de Córdoba, La Fura dels Baus nuevamente está en nuestro país. Carlus Padrissa, uno de los nueve fundadores de este colectivo de escala global, está dándole forma a SONS-Ser o no ser, una experiencia inmersiva de teatro físico en cruce con los audiovisual que se estrenará a mediados de febrero. ¿Dónde? Justamente, como parte de una historia circular, en el espacio en el cual Fuerza Bruta hizo temporada de AVEN. O sea, en un galpón escondido del predio del club GEBA , llamado Sala Sinpiso.
En un alto de un ensayo, allí está este albañil de un pueblo catalán que hace muchos años se juntó con otros ocho amigotes e hicieron historia. Mal nos les fue: pasaron de trabajar en espacios no convencionales a dirigir óperas en los grandes teatros del mundo, realizar acciones para campañas empresariales y un montaje en un estadio para miles de espectadores en vivo y millones pendientes de la pantalla. En ese tránsito, uno de los integrantes históricos de La Fura (”somos como la rata del teatro”, bromea) ahora mismo se da el gusto de volver al lenguaje furero que hace 40 marcó al teatro emergente local.
Ciudad de Córdoba, octubre de 1984. Entre las múltiples propuestas para ver en esos días del festival estaba la de La Fura dels Baus. Era la primera vez que se presentaban fuera de Europa. La conferencia de prensa la realizaron en el Teatro Libertador San Martín. “No es un fenómeno social, no es un grupo, no es un colectivo político, no es un círculo de amistades afines, no es una organización pro-alguna causa. Es una ‘organización delictiva’ dentro del panorama actual del teatro”, sostenía en el llamado Manifiesto Canalla, que oficiaba como carta de presentación de estos jóvenes vestidos de negro con cabezas rapadas, regidos por cierto aire punk, que no daban a conocer sus nombres.
A la hora señalada, las funciones tuvieron lugar en el patio de la desaparecida Escuela Olmo, en donde actualmente funciona el shopping Patio Olmos. Aquello fue un verdadero mazazo para la época, fue el germen de un mito y de un rito que implicaba para el espectador otra forma de ver un espectáculo. Lo dirigían Miki Espuma y Carlus Padrissa, el mismo que ahora está ensayando su nuevo montaje. La crítica del diario LA NACION dijo: “De pronto, una docena de reflectores iluminó el espacio. Al instante, una música ensordecedora mezcla de rock pesado con sonidos electrónicos rompió la calma de la noche. Desde distintos ángulos, los intérpretes aparecían arrastrándose por el piso. Eran desechos humanos sin forma precisa. Parecían los sobrevivientes de una guerra nuclear, los herederos de un mundo devastado que renacen en un universo hostil”. La crónica del diario La Voz del Interior, de Córdoba, titulada “Los argentinos también somos punk”, narraba en tono casi irónico: “La mayoría del público sufrió ataques de estupefacción, hubo casos de principios de histeria, otros fueron presa del pánico y la totalidad de los presentes sufrió desubicación aguda”. Remató afirmando que lo presenciado era un “happening monumental”.
Ciudad de Buenos Aires, noviembre de 2024. Carlus Padrissa suma otro recuerdo del revuelo armado hace cuatro décadas. Cuenta que, luego de la presentación, el embajador español en la Argentina mandó un comunicado a sus superiores para dar cuenta de lo sucedido. “La visita de estos teatreros que nos mandasteis ha sido demasiado adelantado a su tiempo. No estábamos preparados para esto, demasiado fuerte”, recuerda aquel comunicado entre risas este señor de trato sumamente cálido sin pose alguna de ser una gran figura de la escena mundial. Entre el jaleo que armaron muchos se preguntaron si lo que hacían estos jóvenes era teatro o no.
Padrissa disfruta de todos esos ecos, de esos cuentos. Accion lo habían presentando meses antes en un festival de España y, de golpe, fueron a parar a Córdoba. Para una de las escenas debían romper un auto. Paradójicamente, en Córdoba, el polo automotriz más importante de Argentina, no encontraron ninguno que estuviera atravesando sus últimos días y que sirviera para el montaje. “Nos tuvimos que conformar con romper televisores y neveras”, rememora aquellos lejanos tiempos en los que se estableció un puente entre realidades históricas y políticas de ambos país. Es que así como La Fura se fundó en 1979, pocos años del fin de la dictadura de Francisco Franco en España; y la presentación en aquel mítico festival cordobés fue a menos de un año de haber asumido el gobierno de Raúl Alfonsín que terminó con la dictadura local.
En otra hoja de ruta que corre en paralelo, algunos alumnos de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD) formaron la agrupación La Negra para presentarse en las elecciones estudiantiles. El nombre era, si se quiere, una cita irónica y política que hacía referencia a las listas negras de la dictadura militar. Mal no les fue: terminaron segundos, después de Franja Morada. Varios de sus integrantes se subieron al tren (todavía existía) para ir al festival de Córdoba. Lógicamente, vieron a La Fura dels Baus. “Volvimos a Buenos Aires entendiendo a eso como teatro. Obviamente, nadie lo iba a meter en términos teatrales y nadie lo iba a explicar como algo teatral. ¿Por qué? Porque era una deformidad para la época”, reconoció Pichón Baldinú, uno de los integrantes del grupo en la investigación de Malala González dedicada al colectivo.
Ecos locales
Al volver, los integrantes de la lista estudiantil de la EMAD realizaron acciones performáticas callejeras. Cuando esos ecos empezaron a llegar a los medios, pasaron a denominarse La Organización Negra. Baldinú junto con Manuel Hermelo dirigieron UORC (1986, en Cemento) y La Tirosela/Obelisco (diciembre de 1988, en el mismo Obelisco porteño). “El repaso de lo recorrido por esos chicos me sirve para defender que no somos padres de ellos, como siempre se dice. Esos chicos ya tenían la idea de hacer teatro y nosotros, a lo sumo, les animamos a hacer lo que querían. Mi teoría es que La Fura dels Baus, como mérito, tuvo el haber reforzado la actitud que ya tenían algunos creadores locales por hacer cosas por fuera del teatro convencional. Es como sucede con el punk, el punto de partida no fueron los Sex Pistols, como se lo vende, ya existía esa pulsión en diferentes grupos previos”, admite con cierta felicidad por permitirse refutar la historia instalada de que fueron los padres, tutores o encargados de aquel otro mítico grupo local que se disolvió en 1992.
Hippies devenidos en punks
En el sinuoso camino de las influencias, Padrissa reconoce que La Fura mamó el legado del Cirque Aligre, una propuesta de artes circense contemporánea atravesada por la atmósfera punk que llegaron a ver en Barcelona. “Eso fue entre 1978, cuando se fundó el grupo, a 1984. Digamos que es período fue la prehistoria del colectivo. En aquel momento no sabíamos lo que queríamos, buscábamos, aprendimos en la calle...”, recuerda aquellos pasos iniciales. La primera escena de esta prehistoria fue cuando esos nueve amigotes partieron de un pueblo catalán, Moyá, con un carro y una mula para ir a estudiar o trabajar en Barcelona. En su caso, lo suyo fue trasladarse como albañil. “Hacía cocinas, lavabos, cambiaba cerámicas. Todo eso me sirvió para Acción, ya que yo era el que construía la pared que rompíamos durante la obra”, admite este obrero de las artes escénicas que reconoce las influencias en el grupo que tuvieron el accionismo vienés y los happenings como creadores de la talla de Tadeusz Kantor y Bob Wilson.
-¿Por qué a nueve jóvenes de un pueblito catalán se les ocurrió hacer algo juntos y partir a la gran ciudad?
- Porque queríamos vencer nuestra propia timidez haciendo teatro. Fue una manera para chulear delante de las mujeres.
- Pero en Acción esos tímidos muchachotes se presentaban como personajes muy alfa.
- ¡Claro! Era la manera de vencer la timidez. Éramos como un grupo de rock and roll, vestidos de negro, todos pelados y esa cosa medio punky, cuando, en verdad, hasta ese momento habíamos sido más hippies [se ríe con ganas]. Fue un proceso de cinco años. Nos graduamos después de haber estado tantos años en la calle haciendo algo de tono más romántico.
-Te referís a una graduación, pero ustedes no “estudiaron” teatro.
- ¡Nunca! Cuando digo graduarnos me refiero al haber estudiado teatro durante este tiempo en las calles. Ahí aprendimos a sumar disciplinas. Yo siempre pongo el ejemplo de la rata. Ese animalito es bueno nadando, pero el castor es mejor. Escala, pero la lagartija es mejor todavía. La rata no es la mejor en todo, pero se las arregla, es multidisciplinar. Nosotros somos como la rata del teatro.
En ese proceso de chicos tímidos y románticos con su carromato, el propio nombre fue una de las primeras creaciones colectivas del grupo. A uno de ellos se le ocurrió “fura”, que es “hurón” en catalán. A otro se le ocurrió “Els Baus”, que es un toponímico, el nombre de unos antiguos ojos de agua que había en un pueblo. Fue este señor de ojos claros que está actualmente en Buenos Aires el que propuso la síntesis: La Fura dels Baus, el grupo catalán que en todo este tiempo ha realizado más de 5500 representaciones en cinco continentes con montajes de todo tipo visto (desde el patio de la escuela en Córdoba hasta el estadio en donde se realizó la apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, pasando por montajes de ópera en el Teatro Colón o La Scala de Milán y siguen los nombres).
Un presente que remite al inicio furero
Carlus Padrissa llegó a Buenos Aires hace un mes. En este tiempo, en este enorme espacio ubicado en pleno bosque de Palermo, creó este espectáculo que ya tuvo una previa en Eslovenia. Pero aquello, vale aclararlo, fue a modo embrionario. “La idea de esta obra fue volver a hacer un montaje con decidido estilo furero. Porque en el medio de toda esta larga historia hemos montado también 35 óperas. No hemos parado de producir. Pero debo reconocer que recién después de haber hecho algunas escenas de la apertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona tuvimos dos compañías dando vueltas por el mundo. Es que el efecto de aquello fue muy fuerte. Mis tíos, que no entendían por qué nos pagaban para hacer esas mierdas que hacíamos -cuenta, sin poder evitar reírse a carcajadas-, recién después de la ceremonia sintieron orgullo por lo que hacía. En esa misma apertura nosotros no renunciamos a nada: había tíos ensangrentados, momentos violentos, alusiones al HIV....”. Aquel mega montaje visto por millones de espectadores lo dirigió junto con Alex Ollé, otro de los fundadores de esta leyenda.
A Sons-ser o no ser lo presentan como un espectáculo inmersivo. ¿Acaso Acción, Suz/o/Suz o MTM no eran inmersivos, cuando todavía no se aplicaba ese término? “Claro -responde con total naturalidad-. Todo esto viene de las fiestas populares, como son los carnavales que tienen lugar en la calle. La Fura dels Baus lo que hace es sacarlo de ahí para ponerlo en un lugar cerrado más o menos desconocido o cambiado, como fue el patio en donde nos presentamos hace 40 años en Córdoba”, apunta.
A cuatro décadas de aquello fue la productora argentina Carla Juliano, quien fue íntima colaboradora del desaparecido productor Lino Patalano, la que insistió para que esta nueva propuesta furera tenga su estreno mundial en Buenos Aires antes de realizar su gira por otros países. El debut está previsto para mediados de febrero (la preventa comenzará en unos días). Unas 30 personas darán vida a este nuevo sueño de esos chicos que fueron la pesadilla de algunos hace 40 años atrás, en Córdoba.
Entre el video y el teatro, de la experiencia visual a la física. “El desbordamiento de la imagen une las dos disciplinas en una sola. Es una innovadora puesta, con proyecciones de 360 grados, sonido inmersivo... Los artistas comparten el espacio junto al público”. Así presentan a SONS, esa reflexión sobre la razón y la locura en la que conviven el texto de Hamlet, el clásico de Shakespeare, con la potencia de las imágenes, la música, la tensión permanente con el público, la violencia, las estructuras escenográficas móviles, el trabajo en altura y la proyección de videos. Será la primera vez que La Fura dels Baus estrene una nueva obra en la Argentina, en donde hace 40 años se inició la leyenda de esos jóvenes con pinta de punks que, en verdad, estaban tomando un curso intensivo para vencer sus propias timideces. Esa, al parecer, era la cuestión.
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