Carlos Casella: "Hay que inyectarle vida y sustancia nuevamente al espacio"
Carlos Casella fue uno de fundadores del mítico grupo de danza/teatro El Descueve. El talentoso bailarín, coreógrafo, cantante, actor y gestor formado en la escena independiente sea con el grupo De la Guarda como en las producciones de Alfredo Arias habitó varios de esos teatros del mundo cargados de prestigio, de cierta fama que él nunca se la creyó. En esta etapa de la pandemia el multifacético artista es uno de los integrantes del Consejo Cultural, que creó hace dos años el ministro de Cultura porteño Enrique Avogadro; hoy, a las 22, se desnudará (no es metáfora) en un streaming en vivo de un concierto que llamó Puto y orquesta que se emitirá desde El Picadero; y, si las medidas para la vuelta del público al teatro entran en vigencia, el sábado se vestirá para dar vida a unos de los personajes de Happyland, la obra Gonzalo Demaría que toma distintos momentos en la vida de Isabel Perón, que abrirá la temporada de la nueva normalidad en el Teatro San Martín.
Ahora está en un café de Villa Crespo, su barrio. "La pandemia me ayudó a tener una postura. La cosa de ser un creador independiente todo bien, pero aún siendo crítico con la gestión siento que es el momento de estar adentro de las instituciones, siento que es un lugar que hay que ocupar. Si las personas que dirigen los espacios o que manejan los presupuestos públicos no entienden la importancia que tiene la cultura es nuestro labor, nuestra misión orientarlos, formarlos. La mayoría de los artistas somos independientes, así como entramos a la escena pública, como yo ahora en el Complejo Teatro, salimos. La mayoría de nosotros en estos más de 30 años nos hemos reinventado, reformulado por las diferentes coyunturas que nos tocó vivir. Pasó con la crisis del 2001, pasó luego de Cromagnón, no pasa ahora. Y todos los momentos hay que sumarle la falta de presupuestos como de una legislación que nos proteja".
- En el marco del Consejo de Cultura, ¿sentís eco ante esas demandas?
- La actual crisis tiene que ver con un virus que ha visualizado la desprotección del sector, la situación de las salas independientes como la falta de resolución de ciertas instituciones. En el Consejo lo nuestro es sugerir. Nosotros somos artistas que tuvimos que inventarnos como gestores de cultura. Nosotros deberíamos ser formados por los funcionarios que ocupan roles importantes en Cultura pero, finalmente, me parece que la mayor formación es de nosotros hacia ellos. Reconozco que pesar de las diferencias entre los consejeros todos queremos lo mismo: que la cultura sea de rápido acceso. ¿Viste? De repente soy político (se ríe con picardía), pero es así: el momento hace que tomes posturas. El que no trabaja comunitariamente queda afuera.
- Y decís todo esto mientras estás preparando un repertorio de canciones románticas pop y en la misma semana vas a estar, de confirmarse la reapertura de los teatros, reponiendo Happyland, en el Teatro San Martín, en una función de alto valor simbólico tanto artístico como político.
- Y se vuelve con una obra como Happyland, que habla de una zona tan oscura de nuestra historia.
- Y se vuelve con un título como Happyland, "la tierra de la felicidad" en tiempos lejanos a ese imaginario. Y en tren de asociaciones libres es también la historia de una expresidenta al que un gobierno militar manda a una estancia del Sur y le pone un gran tapabocas para que tome distancia de los otros.
- Si, es muy raro todo (se ríe). La sátira de Demaría es de vuelta el paraguas: en vez de taparte, recibe. En lo personal me parece genial que se reabra un teatro público con una obra de un dramaturgo contemporáneo, como es la obra de Gonzalo Demaría que dirige Alfredo Arias. Eso sí es territorio de la felicidad. Y está bien que un teatro público abra porque son los únicos que, en verdad, pueden hacerlo y deben hacerlo. Cuando hicimos para el ciclo Modo híbrido Extractos y perfumes entramos a la sala Casacuberta fue muy fuerte. De evocarlo, en serio lo digo, todavía me emociono. Cuando entré a la sala se la sentía gélida, como detenida. Había una energía estancada, como una cáscara seca.
- El 11 de marzo fue la última función y ese escenografía quedó como en estado mute.
- Todo quedó ahí: la escenografía, mi afeitadora en el cajón de mi camarín, la bata, el calzón, Cuando volvimos entré y estaba todo tal cual, muy extraño. Fue como si no hubiera pasado nada cuando en estos meses, en verdad, nos pasaron muchas cosas. Fue una felicidad muy extraña. Hay que inyectarle vida y sustancia nuevamente al espacio, a los objetos. Estuvimos mucho tiempo imaginando el 'cuando volvamos...' pero nada se terminó en aquella función del 11 de marzo. En el medio nos sucedieron cosas muy intensas, ya somos diferentes. Sin embargo cuando entré al teatro me dije: 'quizás me confundí y todo esto sea un paréntesis durante el cual no vivimos'. Así de complejo es todo.
- En le medio de este tsunami, de los paréntesis, de las intensidades volvés a una de tus tantas facetas: la de cantante de temas pop romántico como lo hiciste en Canciones de mujer o Babooshka.
- Que aburrido hablar de eso, ¿no? (y pone cara).
- Tal vez no. Una de las capas de la pandemia fue el revistar el pasado, ordenar las fotos, leer crónicas sobre qué fue de la vida de fulano de tal. Como el pasado que vuelve. Y tu repertorio tiene algo de eso, de rescatar canciones enclavadas en el inconsciente colectivo.
- No lo había pensado en esos términos, siempre lo que la gente dice sobre uno es más interesante de lo que uno puede decir (se ríe). Pero puede ser y tiene algo de continuidad con lo que venía haciendo antes con Canciones de mujer. Hace bastante que quería hacer Puto y orquesta que contiene un reportorio mixto. Quería hacer algo con canciones de varones y lo pensé mucho. En el proceso me di cuenta que lo interesante era hacer canciones que dieran cuenta de otra masculinidad o que hablaran de mi masculinidad, que son muchas y que expresan algo muy de la época. La idea de reformular el sentido estigmatizante del término "puto" es una postura. Pero no quise quedarme atado a cierto activismo de género, me di la libertad poética de hacer un viaje por la masculinidad que me constituye. Por eso paso de la versión de Ney Matogrosso de "La distancia", el tema de Roberto Carlos; a "Sympathique", de Pink Martini. Yo no soy de levantar banderas y esas cosas; pero las recibo, me perforan.
- Pero en escena todo eso, desde hace años, lo llevás a tu cuerpo con enorme libertad expresiva.
- Puede ser. Qué se yo..., canto "Soy pan, soy paz, soy más", de Piero, ¿entendés? No tiene nada que ver con la movida gay, digamos.
- El concierto del jueves desde la plataforma de El Picadero es streaming en vivo, te jugaste.
- Si, en vivo y en bolas. Voy a estar desnudo. Digamos que no conseguí ropa (ironiza). En verdad quise estar lo más elegante posible y me di cuenta que lo más elegante ahora es el cuerpo desnudo. Ya me saqué fotos con mi celular y me di cuenta que la pandemia todavía no hizo estragos en mi cuerpo aunque las fotos de promoción son de hace dos años (suelta carcajada). Me mando un piletazo, es así. Por eso quise streaming en vivo, con las metidas de pata que surjan. Había que jugarse.
Todo indica que a Carlos Casella la pandemia lo ayudó a profundizar su postura.
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