Café central: una tertulia entre grandes personajes de la historia que funciona como reflexión y como advertencia
La pieza de Mario Diament vuelve a hechos oscuros del pasado, por entonces desestimados como peligrosos, para alertar sobre otras cegueras, contemporáneas y dolorosamente cercanas
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Autoría: Mario Diament. Elenco: Amanda Bond, Sebastián Dartayete, Mariano Engel, Beni Gentilini, Alejo Mango, Lucas Matey, Gabriel Nicola, Junior Pisanu, Toto Salinas, Nacho Stamati, Camila Truyol, Arnoldo Tytelman, Marcos Woisnki. Diseño de vestuario: Daniela Taiana Diseño de escenografía: Héctor Calmet. Diseño de luces: Miguel Morales. Dirección: Daniel Marcove. Duración: 80 minutos. Sala: El Tinglado Teatro. Funciones: Sábado 20 hs., Domingo 18 hs. Nuestra opinión: buena.
La escena es una evidente cafetería, un sitio vacío, con las sillas ubicadas de tal modo que subraya la imposibilidad de sentarse. No están ubicadas como cuando se va a barrer, por ejemplo, porque en general ese gesto indica una posición transitoria. El que se presenta es un mozo (es probable que no sea el término adecuado, pero al menos se entiende). Está muerto. Eso es lo primero que dice. Y, mientras acomoda las sillas alrededor de cada una de las mesas, relata quién se sentaba en cada una, qué hacía.
Es necesario señalar que Café central es un sitio real, una antigua cafetería ubicada en Viena. Se sabe que Sigmund Freud, Alfred Adler, León Trotski recalaban en sus mesas; este último jugaba ahí al ajedrez. Entre sus habitués estaban también Stefan Zweig, Karl Kraus; Ludwig Wittgenstein, el pintor Oskar Kokoschka; Alma Mahler, entre otros, más un joven que pintaba e intentaba vanamente vender sus obras, Adolf Hitler.
El narrador-mozo nos ubica en tiempo, en espacio, y describe a ciertos personajes. Es cierto, que en loa años que antecedieron a la Primera Guerra esa ciudad fue el núcleo de un mundo de intelectuales, artistas y políticos. Así que, de entrada, algo parece tener visos de lo real.
Cuando las conversaciones comienzan, la pesadilla de la guerra (de las guerras) todavía no ha tenido lugar. Se comprenden ciertos comentarios a destiempo, ciertas burlas, una insistencia en “eso no va a suceder”, que con el diario de varios lunes después provocan ciertos escalofríos.
Algunas conversaciones se dan antes de la primera Guerra Mundial, otras antes de la Segunda. Y como la temática amerita podemos incluir aquí la famosa “la historia se repite”, que es una frase que se ha venido completando. Marx consideraba que a Hegel le había faltado una aclaración -“primero como tragedia, luego como farsa”- pero el agregado no concluye ahí; Zizek aclara que en ocasiones la repetición que se da “a modo de farsa puede ser más terrorífica que la tragedia original”.
Dudas
¿Cómo armar una obra con esa expectativa de personajes? Si la historia se repite cambiando el género ¿las ficciones que remiten a una zona de la historia también proponen cambio de género? ¿Estamos en condiciones de hacer/ver una farsa sobre un período de tiempo vinculado con las dos guerras mundiales? ¿En este momento?
La construcción de ciertos personajes parece estar ligada a la farsa, puesto que realmente algunos se presentan como caricaturas. Si la búsqueda de la farsa impulsa la denuncia, aquí se produce una cuestión compleja, porque ¿cómo leer un Hitler que hace el ridículo? ¿Un personaje al que denostan por raro, por fracasado, por pobre, por mal pintor y por malhumorado?
Pero no es el único; hay rasgos de farsa en la construcción de otros personajes. Y tal vez, acá, en pugna entre el dato histórico y el ficcional puro. Y sucede que para el lugar del espectador ese dato puede ser una incógnita o algo que va contra su propio conocimiento. Si desconoce al personaje histórico, el material con el que lo completa es un tanto exacerbado. Es lógico que no se pueda desarrollar a tantos personajes, el tema es que hay cierta promesa (no explícita) desde el principio.
Existen algunos elementos dramatúrgicos que rompen las expectativas (una muchachita trabajada como una mujer tonta será la única que reaccione de manera humana y empática frente a dos circunstancias que, a priori, son imprevisibles).
Hay, por supuesto, posición ideológica clara. Probablemente a la distancia no sea difícil juzgar como se hace el modo en el que se entró en aquellas guerras. Café central alerta sobre otras cegueras, contemporáneas y cercanas, que se parecen mucho a “eso no va a pasar de ninguna manera” y luego, la historia nos muestra que ya pasó y que, quizás, estamos a punto de repetirlo. No vaya a ser que Zizek lleve la mayor razón.
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