"Buenos Aires también es Kabul"
Alberto Segado es el protagonista de "En casa/En Kabul", que se estrenará hoy
Hoy, en la sala Casacuberta del Teatro San Martín, se estrenará "En casa/En Kabul", la última obra de Tony Kushner, uno de los dramaturgos norteamericanos más importantes de estos tiempos. El mismo que escribió "Angeles en América", la obra que muchos especialistas consideraron la más importante del fin de siglo, que hace poco fue llevada a la televisión.
En esta oportunidad, Kushner escribe una trama que transcurre en Londres y en Kabul, Afganistán, justo antes y justo después del bombardeo norteamericano sobre los supuestos campos de entrenamiento de terroristas en Khost. Hasta Kabul llegan dos personajes: Milton, a cargo de Alberto Segado, y su hija Priscilla, a cargo de Laura Novoa, que arriban desde Londres a ese paisaje destruido buscando a la esposa de Milton, que, suponen, fue asesinada por los talibanes. Cuando estos personajes del Primer Mundo se topan con la realidad de Medio Oriente, al conflicto humano se suma un conflicto político de dos mundos enfrentados por intereses que exceden a cada uno de los protagonistas de esta trama.
La primera versión que leyó Alberto Segado de la obra, que aquí dirigirá Carlos Gandolfo, subrayaba la ignorancia de Occidente respecto de Medio Oriente. "La actual es como que el mundo se fue más al carajo -dice el actor, cuando todavía se desconocía el desenlace de la toma de rehenes en Rusia, un hecho que parece refirmar su visión de las cosas-. La obra habla de seres devastados, de un mundo devastado. Y de cómo los individuos están atrapados en una especie de locura, víctimas de un orden que hace que estemos como estamos", apunta este excelente actor.
La pieza de Kushner comienza con un largo monólogo de una hora. Durante ese lapso, la mujer londinense que partió hacia Afganistán (papel a cargo de Elena Tasisto) toma la palabra. En Kabul parece no haber dejado huellas, y en la obra nunca más volverá a pisar la escena. "Una vez finalizado ese monólogo comienza una trama casi cinematográfica. Una especie de péndulo entre el afuera, con Priscilla buscando a su madre, y una habitación de un hotel en la que mi personaje, Milton, tiene una especie de shock de realidad porque no está en condiciones de enfrentar el horror en el cual está."
Milton es un ser muy estructurado, un ingeniero en computación que está aislado de la realidad, que está encerrado en sus elucubraciones tecnocráticas. "Trabaja en la comunicación, pero no tiene diálogo ni con su mujer ni con su hija. Y si para él la búsqueda de su mujer lo desestructura, a su hija le permite armarse como persona", cuenta.
-Kushner dice que la obra es sobre la tristeza. ¿Pensás que es así?
-Creo que es una mirada triste y desencantada del mundo contemporáneo. Diría que habla de cómo el hombre se condena a sí mismo por sus bajas pasiones. En ese sentido, sí es triste. Pero el simple hecho de hacerla o de haberla escrito implica estar llamando la atención, y eso no es desesperanzador. Es como si dijera: "Así estamos".
La primera versión de "En casa/En Kabul" se terminó en 1999 y fue estrenada en Londres. La segunda fue finalizada en 2001, antes del atentado a las Torres Gemelas y el Pentágono, y se estrenó en Nueva York en diciembre de ese año. Con la población sensibilizada por los atentados y por el manejo político-mediático que la administración del presidente George W. Bush hijo hizo del tema, la pieza dividió aguas y levantó todo tipo de reacciones. "Kushner marca que es tan terrible el terror que se ejerce desde Occidente sobre Medio Oriente como el terror del fundamentalismo islámico de los talibanes, que tampoco reivindica. Para nosotros, como argentinos, todo eso puede sonar como algo ajeno, pero no lo es. La obra está plagada de resonancias que están más allá de lo geográfico. Lo que está pasando en Afganistán, «nos» está pasando. Buenos Aires también es Kabul. Nuestra realidad es una realidad también de devastación. Si eso llega como signo desde el escenario, no lo sé. Lo que sí sé es que, de algún modo, es el mismo tipo de interrogante que se planteó cuando estábamos haciendo «Copenhague» en plena época de los cacerolazos", sostiene el actor.
Los tres últimos trabajos de Alberto Segado en el San Martín ("Galileo Galilei", "Copenhague" y "Lo que pasó cuando Nora dejó a su marido") trazan un fino zurcido de piezas que si bien poseen códigos estéticos distintos tienen un fuerte contenido político. "Desde el tiempo de los griegos hay obras que hablan de temas de este tipo -reflexiona-. Ellos lo hacían no con el sentido moral del mensaje, sino tratando de hacer recapacitar a la gente. Ya en «Las troyanas» se habla del horror de la guerra, de cuando el hombre por ambición va más allá de todo. Si tomo las últimas tres obras en las que trabajé y les sumo «Kabul» siento que esto que me sucede no es casual, que tiene que ver con buena parte de mis inquietudes. Todas apuntan a algo que es parte del teatro: invitar al espectador a una ceremonia colectiva para poder pensar juntos. De ese modo el teatro se convierte en una especie de recordatorio de lo que estamos haciendo acá, en el mundo. Es como pensarnos, repensarnos y ver si aprendemos de una vez por todas. El teatro no va a modificar este estado de cosas ni es la intención, pero es fundamental poder reflexionar sobre estos temas."
En este viaje alrededor de lo diferente, Segado compartirá escena con Horacio Peña, Marta Lubos, Claudio Tolcachir, Ricardo Merkin, Pablo Razuk, Sergio Oviedo y Norberto Trujillo.
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