La actriz, que estrenó la obra Escape Room, repasa una carrera de casi dos décadas y habla de la tolerancia, el feminismo, la maternidad y los cambios en la televisión; “quiero ser una mujer que pelea por sus sueños”, aseguró a LA NACION
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Si hay una actriz que en los últimos 20 años participó en telenovelas y todo tipo de tiras televisivas de forma casi ininterrumpida esa es, sin duda, Brenda Gandini (39). Su mirada transparente y esa cara angelical le aportaron la fisonomía de “la buena” que tan bien le vino al personaje de Malparida, por ejemplo, donde comenzó una relación con quien hoy sigue siendo su pareja y es padre de sus hijos, Eloy (12) y Alfonsina (6), el actor Gonzalo Heredia (41). Pero también se manejó con soltura en papeles de villana, como en La dueña, aquella serie protagonizada nada menos que por Mirtha Legrand.
Gandini es uno de los rostros que aparecen en lo alto de calle Corrientes este enero, en la marquesina del Multitabarís Comafi, donde es parte de Escape Room. Allí se reencuentra en las tablas con el que fue su primer amor en la ficción, Benjamín Rojas. En Floricienta, eran Olivia y Franco. En Escape Room no son pareja; justamente el personaje de Rojas, Edu, les quiere presentar a su amiga Vicky (Gandini) y el marido de esta, Rai (Gonzalo Suárez) a su nueva y joven novia, Marina (Sofi Morandi). El punto de encuentro es una sala de escape. “Me acercaron la adaptación de la obra y me encantó”, cuenta Gandini a LA NACION. “Enseguida dije que sí, me gustaba la idea de volver a trabajar con Benja. Y me atrajo que este juego no es tan simple; los acertijos terminan siendo descifrados con los secretos de los personajes. Es innovadora. Siento que es algo que no se ha contado”, agrega.
-¿Cómo te sentís haciendo comedia?
-La comedia es un género difícil para mí; es difícil de actuar, es difícil hacer reír. La comedia se relaciona con lo ridículo, lo payasesco y lo estereotipado, como si fuera sencilla, pero es lo que más me cuesta. A veces se alaba a un actor dramático por su capacidad para interpretar determinado personaje serio, pero en realidad es mucho más complejo actuar comedia. La comedia está en lo cotidiano, en aprender a reírse de una. Si no te reís, la vida se transforma en un drama.
-¿Viviste alguna situación incómoda de presentación de parejas?
-No como en la obra, pero sí cuando una es más joven se pone celosa de las parejas que se meten en los grupos, molesta que las amigas pierdan su vida anterior por estar en ese vínculo. También ha pasado que alguien trajo a uno que no volvimos a ver porque al día siguiente le dijimos: “Es un nabo, no lo traigas más” (risas).
Situaciones límite y la búsqueda de empatía
-La obra catalana aborda el tema de la polarización ideológica y de cómo el hecho de pensar distinto puede traer conflicto en amistades y parejas...
-En nuestra versión está más aplacada la polarización. Estas personas piensan distinto a nivel político, hay roces, pero no es el centro. De todos modos, la obra sí lleva a pensar el tema de la tolerancia; hasta qué punto somos capaces de recibir la verdad. ¿Estamos preparados? ¿Somos tolerantes? Es un momento en que se habla mucho de construir lo propio, una etapa muy yoísta, en la que no se registra lo que le pasa al otro. Pero lo que ocurre para salir de esta sala de escape apunta a una armonización. No quiero contar más para no spoilear, pero la trama tiene que ver con las situaciones límite. Los personajes están encerrados, y eso los pone en un estado animal de defensa y supervivencia. En los realities se vive algo similar; el que participa después no se reconoce o no se ve reflejado en esa personalidad que se ve en la pantalla. ¿Yo soy esto?
-¿Cómo vivís en la actual coyuntura la polarización de ideas?
-En mi entorno me encuentro con pensamientos diferentes, pero a medida que vas creciendo vas buscando afinidades, como para poder compartir una conversación sin que haya una pelea y, si se generan roces, trato de salir de ahí porque no vale la pena. En una era de tanta comunicación, lo que más nos falta es la comunicación, poder empatizar, ponerse en el lugar del otro; no siempre vamos a encontrar la reacción que esperamos. Y no hay que cancelar al otro por cualquier pensamiento distinto; en todo caso, hay que cancelar por otras cosas. Pero a veces somos demasiado determinantes con asuntos que no lo merecen. Hay que llegar a un acuerdo, a un punto medio; si no se vuelve muy compleja la cotidianeidad y la convivencia en todo sentido.
-El tema del feminismo está muy presente en la obra y en tu vida también, ¿no es cierto?
Sí, justamente mi personaje no es el más feminista de la historia porque tiene un pensamiento bastante conservador. El feminismo tiene ya muchos años, pero siento que en el último tiempo tuvimos más acceso. Hay personalidades que una sigue y admira, que se animan y hablan más y te llevan a preguntarte, a indagar, a leer sobre el tema. Al ser madre de un niño, me gustaría que mi hijo sea feminista, que respete la igualdad de género. Admiro a todas las mujeres en su lucha porque este mundo es muy desigual.
-Siempre destacás en este sentido que tu madre, Daniela Cardone, fue un gran ejemplo...
-Sí, mi mamá es una referente en este sentido porque siempre fue una mujer muy libre. Tuvo sus metas muy claras y fue por ellas y, en su momento, por trabajar de lo que quería mientras yo me quedaba con mi papá, fue mal vista. Pero a mí me sirve de modelo; yo también quiero ser esa mujer que pelea por sus sueños siendo madre. Cuando nuestros hijos sean grandes, después de haberles dado las herramientas para que sean buenas personas, de educarlos, de brindarles un lugar seguro, serán hijos de la vida, y nosotros seremos testigos de su crecimiento y formación. Cuando eso suceda, no me quiero encontrar con el nido vacío y que dediqué toda mi vida a ser solo madre porque tengo otras pasiones que me conmueven, que no significa que sean más importantes, tienen otro valor y ubicación, pero me hacen bien también.
Un personaje clave
Más que primeros pasos, Gandini dio un salto al éxito. Su primer trabajo en televisión fue nada menos que Floricienta, una tira que fue furor en los 2000, y a partir de ese momento su presencia en la pantalla chica fue sostenida y versátil, frecuentando distintos géneros en el marco de la ficción, e incluso por fuera, como Cantando por un sueño, donde llegó a ser subcampeona en 2007. Hace poco Gandini terminó de grabar Buenos chicos, la última producción de Polka.
-¿Cómo fueron tus comienzos en el medio?
-De chica, viviendo en Cipolletti, donde nací y me crie, siempre fui histriónica, payasesca, muy actriz, pero en mi casa, puertas adentro. La adolescencia me agarró muy introvertida, con los típicos problemas que surgen en esa etapa. Terminé la secundaria en el sur y me vine a Buenos Aires a los 18. Siendo modelo, mi mamá siempre me preguntaba si no quería trabajar en el medio. Cuando era chica me gustaba lo que hacía, pero ya después me ganó la timidez y llegué a odiarlo. Trabajé muy poco como modelo, hice unas fotos con mi mamá. Un día me vio Cris Morena y terminé participando en un casting. Pero yo de actuación nada, estaba estudiando Administración de Empresas y Diseño de Indumentaria, y estaba ayudando a mi mamá con una marca de ropa en España. Sin embargo, estar en Buenos Aires me abrió a lo nuevo. Al ser una ciudad grande, nadie me conocía. Entonces empezó a salir algo que antes estaba retraído. Me hicieron varias pruebas y quedé. Me pusieron a estudiar teatro, canto y baile en la escuela de Cris Morena, y ahí me eligieron para la segunda temporada de Floricienta. Yo era cero consciente de lo que estaba haciendo; al año siguiente nos fuimos a actuar en estadios llenos en distintas ciudades de América Latina, nos presentábamos frente a 15.000 personas. Fue muy vertiginoso, pero era todo un juego para mí, algo maravilloso, súper divertido, nos reíamos mucho con mis compañeros. Menos mal porque, si lo dimensionaba realmente, me habría agarrado un ataque de pánico.
-¿Y después de esas primeras experiencias tan fuertes, cómo continuó el recorrido?
-En un momento me dije: “Tengo que empezar a estudiar en serio”. Entonces fui a las escuelas de Raúl Serrano, Julio Chávez, Helena Tritek, me fui puliendo de a poco porque mi actividad tampoco me permitía estudiar una carrera larga, ya que por suerte nunca dejé de trabajar. Tuve coaches personales, leí mucho, me rodeé de gente que admiro porque siempre hay que seguir aprendiendo; la profesión es como una planta que hay que estar constantemente regando. Y a medida que siento más responsabilidad, crecen los nervios. Por más que haya hecho muchas obras de teatro, cada vez que estreno es peor, cada vez lo padezco más, siento terror cuando tengo que salir al escenario. El actor siempre busca la aprobación del resto, quiere gustar, pero hay algo del ego mal colocado porque hay que entender que no le voy a agradar a todo el mundo, no se puede ir contra eso. Lo importante es el disfrute y el compromiso.
-De tantos personajes que hiciste en tu carrera, ¿hay alguno que te haya marcado en particular?
-Hubo un personaje bisagra en la responsabilidad de contar historias, el que hice en Vidas robadas. Ahí fui consciente de lo que es la trata de personas a través del caso de Marita (Verón) y su madre, Susana. Ese fue un cambio en mi vida; después de esa novela, me quedó más claro qué historias quiero contar y por dónde quiero ir en la actuación.
-Y en cuanto al futuro, ¿tenés alguna asignatura pendiente? Estando en pareja con Gonzalo Heredia, actor pero también escritor, ¿pensaron en trabajar juntos en un texto suyo? Este año se estrenó su primera obra teatral...
-Me gusta cómo escribe Gonzalo, admiro su dedicación. A las 7 de la mañana se levanta y se pone a escribir y no corta hasta la hora de comer. Tiene su mundo interior y me encanta. Trabajamos muy bien juntos, así que si bien no lo planificamos, no descartamos que él escriba en alguna obra donde yo participe. ¿Por qué no? Hay que dejarse sorprender. En cuanto a lo pendiente, hoy lo que me atrae es el desafío, vivir la vida de personajes muy distintos, salir de mí, seguir incursionando en géneros como la comedia o el infantil...
Excepciones que se agradecen
-Trabajaste en la última tira de aire de Polka, Buenos chicos, una excepción en un contexto en que las ficciones se ven en plataformas y en los canales de aire proliferan los reality shows y concursos. ¿Qué pensás de esta mutación en los consumos televisivos?
-Es un cambio que nos excede, es tecnológico, y la tira está más organizada para otra época; la misma Buenos chicos es muy consumida de manera virtual. La verdad es que lamento que haya tan pocas ficciones en tele porque es un espacio en el que empecé a trabajar hace 20 años, y he sido testigo de toda la gente que trabaja allí. No sé si tiene que ver con el hecho de producir ficción para ese formato porque las novelas de afuera en aire funcionan muy bien. No se termina de entender lo que sucede, es medio misterioso porque historias no faltan. Para los que hicimos tantas novelas es un lugar de pertenencia.
-Volviendo a Escape Room y al tema del encierro, ¿viviste alguna situación de quedar encerrada?
-Yo directamente no, pero recuerdo que una vez mi hijo quedó encerrado en una camioneta. Yo no sabía que se cerraba sola a los 10 segundos. Salí cargada con 50 cosas y me di cuenta de que la llave había quedado adentro. Mi hijo era bebé y las ventanillas estaban cerradas. Estaba en un ataque de desesperación. En ese momento tenía mucha guardia de fotógrafos, y uno que se dio cuenta de que me había pasado algo, vino a ayudarme. Logramos abrir la puerta, mientras yo le hablaba a mi hijo para que se quedara tranquilo. Y hoy pienso: “¡Qué loco que en ese momento, que tanto odiaba que me siguieran, de repente me terminó ayudando justamente uno de esos fotógrafos!”.
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