Boy Olmi y Carola Reyna se animan al teatro en vivo desde la cocina de su casa
La imagen de Boy Olmi emerge de la pantalla. Tal como se volvió una costumbre veloz e insistente de este tiempo: los cuadros de Zoom, las preguntas sobre si se ve y se escucha bien, la casa que se expone en su intimidad, la tecnología que determina la eficacia del encuentro y la pregunta obligada sobre cómo está cada uno. "Te encontrás con alguien e inmediatamente estamos hermanados, ya sabemos lo que nos pasa. Pero, a la vez, está pasando una cosa muy compleja, y es que ya no hay una sola manera de encarar el tema de la pandemia y eso genera un lío interno. Nosotros hacemos la cuarentena con mucho rigor y, por momentos, vemos gente que la interpreta de otra manera y hace cualquier otra cosa. Cuando veo personas que empiezan a reunirse con parientes y yo no veo a mi mamá desde hace cuatro meses pienso ¿quién está haciendo mal las cosas?", cuenta Olmi a LA NACION atento y preocupado ante esta situación novedosa. Fuera de campo, se oye la llegada de Carola Reyna que acaba de volver de hacer compras y se encuentra en el protocolo de limpieza. Costumbres feroces que se instalaron en la vida cotidiana de un momento a otro.
En pareja desde hace décadas, unidos por la actuación, el arte y un sinfín de puntos en común, Reyna y Olmi acaban de estrenar una obra vía streaming, desde la cocina del hogar, en vivo y con la extrañeza de no tener el público ahí, en la sala pero con el atenuante de que una vez terminada la función, los actores se encuentran en una charla virtual con los espectadores que así lo deseen. La madre, el tío y el vestidoes la segunda parte de la obra En casa miento escrita y dirigida por Nacho de Santis y Sebastián Suñé, y producida por el teatro Nün. Cada mes y durante cuatro funciones de sábados se puede ver un nuevo episodio interpretado por parejas distintas. Agosto es el turno de ellos.
-¿Cómo lo están pasando en este momento extraño que nos toca vivir?
Carola Reyna: -Es una gran prueba. Mi madre, que tiene 83 años, me decía el otro día que no se salvan quienes no se contagian sino los más fuertes, los que puede tomar todos los elementos que hacen falta: la alegría, conectar con la tristeza, la salud, el amor, la solidaridad, la parte interna, la fuerza espiritual. Todos estamos navegando en un mar totalmente picado y se trata de mantener el equilibrio para que la tabla no se dé vuelta; hay momentos en que agarrás la ola y hasta la podés pasar un poco bien, verle la parte positiva. Muchos, al principio, vimos este tiempo como un momento propicio de reconexión, de reflexión sobre qué estábamos haciendo en nuestras vidas, el tiempo que perdíamos en un montón de cosas. A todos nos desfrivoliza un poco, nos saca de la "huevada", nos lleva a un punto más profundo, al hueso directo. Muchas veces estábamos en un proyecto y ya pensábamos en el siguiente, adelantados, nadie estaba en el presente. Y ahora lo primero que la gente se pregunta es cómo está. Podemos capitalizar todo esto, la naturaleza, la solidaridad, la conciencia por el otro. Y por el otro lado, es el momento a momento de manejar las emociones, de estar ocupado y no preocupado, todo lo que dijeron los maestros, lo que uno fue aprendiendo sobre estar en el presente ahora lo entendemos, no queda otra. Ojalá a partir de esto haya una toma de conciencia. Si es individual seguro se va a expandir, todo lo que uno haya comprendido siento que se va a transmitir. Lástima que esto pone, también, una lupa sobre lo mejor y lo peor de cada uno. Porque también exalta los rasgos complicados. Estamos metaformoseándonos. Ahora somos unos seres con las bocas tapadas. Pero siempre la raza humana, así como ha hecho macanas sin parar, también se ha adaptado a los cambios y con esta conciencia que ahora pido, ojalá esta adaptación sea superadora y mejor.
Boy Olmi: -Este tiempo es un amplificador increíble tanto individual como colectivo. Los procesos de cada uno y de la humanidad están todos cuestionados en este momento. Yo me estaba ocupando mucho de lo que era la comunicación del cambio del paradigma antes de que ocurriera todo esto en relación con la crisis ecosocial que hay en el mundo y sostenía en todas las charlas que de lo que se trata no es de una crisis ambiental, ni social, ni política, ni económica sino espiritual. Hay que elevar la calidad espiritual de la especie en este momento para lo que nos tocaba en ese entonces, para lo que nos toca ahora y para lo que nos tocará. Hay que empezar a resolver de una forma distinta entre todos nosotros lo de todos con un nivel de conciencia, de manada, de grupo, en relación también a los otros seres vivos, animales y plantas, y el equilibrio entre los hermanos que sufren, la diferencia entre ricos y pobres. Hay muchas cosas de las que nos estábamos ocupando muy mal y sobre las que ahora tenemos la oportunidad de reflexionar. Mientras tanto, en este cambio de piel, lo estamos pasando muy mal todos.
-Ambos han estado trabajando mucho en este contexto. ¿Cómo fue?
C.R: -A mí me tocó trabajar de entrada. Estrenamos Terapia en cuarentenaque se vio por Contar y la TV Pública. Fue lo primero que se hizo totalmente en aislamiento. Fue muy raro, como ir a la Luna, me trajeron el dispositivo, no se podía tocar nada, había que poner los teléfonos sobre un trípode y ellos los manejaban de forma remota. Todo el tiempo nos preguntábamos qué estábamos haciendo. Fue alucinante pero, a la vez, muy cansador porque la vida continuaba y había que ir a pelar papas a la cocina.
B.O: -Eso es un antecedente de vanguardia como también lo es lo que estamos haciendo en teatro, y todos los intentos de comunicación familiar por Zoom, los encuentros, las fiestas, las tristezas, los amores. Estamos en algo muy novedoso y complejo.
C.R: -Tuvimos la suerte de conectarnos con gente punta de lanza, que está en el camino de la experimentación, del invento. Y todo eso es lo que más te conecta con lo vital, con tu ser niño.
-¿Se sienten exigidos por crear en medio de una situación compleja?
B.O: -Es una pulsión vital, creativa. Yo hice un ciclo de entrevistas por Instagram con referentes culturales, di muchas charlas y ahí me puse a sumar contenidos desde casa como fotografía, música, texto, edición, empecé a explorar cosas que siempre hice y me interesaban pero ahora con la artesanía hogareña del collage. Seguimos inventando cosas dentro de casa y me parece un milagro. Pero necesitamos todo lo demás también.
C.R: -Estamos muy exigidos. No existe tirarme una tarde a mirar una película o a leer. Pero también me pasó que cuando terminé de hacer Terapia en cuarentena me angustié bastante, es difícil descansar en este contexto.
B.O: -Si te quedás muy quieto salís de la acción que es la que te libera de la angustia. Hay algo de la acción que es muy estimulante.
C.R: -Vi a mi mamá cuatro veces porque le fui a hacer trámites y compras. La última vez la piloteé mejor pero otras volví muy movilizada por no poder abrazarla, parece que es como antes pero no. Estamos atravesados por muchas cosas.
-¿Cómo les llegó esta propuesta teatral?
B.O: -Tenemos un vínculo afectivo y artístico con la sala teatral Nün, son personas muy talentosas y creativas, hemos ido a ver montones de cosas de ellos en estos años. Y ahora nos pareció una oportunidad muy excitante para trabajar juntos, acá en casa. Además es algo acotado, que tiene algo de experimento, que no es ni teatro, ni cine, ni televisión, sino que es tecnología en cuarentena.
C.R: -Yo trabajé con Karina Hernández [una de las dueñas de la sala], la adoro. Siempre hay un ida y vuelta de buena onda. Me mandó un audio y me dijo algo así como: "Carolita, te voy decir algo que si te parece un delirio avísame, yo me tiro el lance". El enunciado era un poco así, se les acababa de ocurrir y se lanzaron a hacerlo locamente. Son cinco obras que tienen un eje en común y que se van haciendo cuatro funciones de cada una. Mientras una se está representando, están escribiendo otras, ensayando otras y así. Nos gustó la idea de rodearnos de gente joven con una energía muy para adelante.
B.O: -Meterse en un equipo.
C.R: -Un equipo en este momento salva porque no estás solo. Todo eso hizo que digamos que sí. Al principio dudábamos hasta de mostrar la casa y ahora ya está.
-Ya la había mostrado Boy en Divina comida el programa de verano de Telefe…
C.R: -Ni toquemos ese punto. Yo estaba en la playa con unas amigas por unos días, él se vino solo una semana a grabarlo.
B.O: -Es un antecedente muy curioso porque la duda era si meter en casa un equipo y mostrarla o no. E inmediatamente después de eso vino la cuarentena y Carola empezó a hacer su trabajo, yo empecé a hacer los vivos de Instagram entonces todos los ángulos de la casa se empezaron a usar.
C.R: -Esto es un set. Tenemos todo muy organizado.
B.O: -Notas acá, en este sillón, después hay momentos en que los dos hacemos vivos y entonces tenemos dos espacios distintos. Dos sets armados.
C.R: -Este living ya había sido el consultorio de la psicóloga de Terapia en cuarentena, entonces para En casa miento usamos la cocina que no se había usado. Lo más difícil es crear ese espacio mágico, porque el escenario es un territorio muy particular, en el que suceden cosas, destapa ollas internas y hay una lucha en la que los golpes no duelen, o duelen distinto. Se amortigua; es un espacio protegido. Tener que llevar eso a la casa es diferente, nos falta un ritual porque es en la cocina en la que almorzás y tenés que limpiar. Entonces hay poco espacio previo de llegar al escenario, al espacio teatral. Estamos tratando de encontrar límites que no son tan fáciles y lo que sí es interesante es que uno como actor igual se puede zambullir en la actuación. El camarín es como un embudo que te va alejando de la calle, te va llevando a esa realidad. Acá es tirarse de una.
B.O: -Lavás los platos y ya entraste en la escena. Es muy curioso el ejercicio. Nos está estresando y a la vez nos entusiasma el desafío. Las dificultades siempre están, yo dirigí una película subiendo el Aconcagua, en la Antártida y en la selva y los desafíos eran el hielo, la montaña, los bichos, el dialecto aborigen. Y acá el desafío es éste.
C.R: -Uno pensaría que es una suerte, que al estar juntos podemos hablar todo el día de la obra pero decidimos no hacerlo. Terminamos de ensayar y tenemos hambre, y la discusión es a quién le toca cocinar…
B.O: -"No te pongas a ver WhatsApp que hay que cocinar" (risas).
-¿Cómo está resultando esta convivencia?
B.O: -Es un ejercicio de desarmar la pelea muy rápido, podemos enojarnos muchísimo pero hay un instante muy corto en el que pasás a otra cosa. Hemos pasado por toda clase de etapas, todas llenas de actividad, llenas de búsquedas, de intentos, que pasaron desde lo físico haciendo gimnasia, desde lo espiritual con la meditación, lo artístico con las lecturas y las películas, y desde lo experimental con lo que cada uno puede ir haciendo creativamente en este momento.
-¿De qué se trata esta nueva obra La madre, el tío y el vestido?
C.R: -Venimos del casamiento de mi hija, él es mi hermano que hace veinte años no viene al país y llega justo este día, estamos en la casa que fue de ellos cuando eran chicos, donde ella sigue viviendo.
B.O: -Es el encuentro de estos dos hermanos con toda la carga subterránea que se acumuló en la familia en estos veinte años en los que no estuve en la Argentina. Ensayamos todos los días, fuimos dirigidos a través de Zoom.
C.R: -Por Sebastián Suñé y Nacho de Santis, que son los directores y autores. Hay que conectar con las posibilidades que tenemos, de las que somos capaces. Nos saca de las zonas en las que estábamos apoltronados, cómodos. Ahora el volante va del otro lado, aprendiste a manejar de un lado y ahora tenés que aprender del otro.
B.O: -Tenemos mucha vida larga con experiencias que hoy estamos aplicando a estas cosas. Carola en su relación con el teatro y la aproximación al personaje; yo con la relación con la cámara. Los dos estamos explotando muchas de las cosas que estamos haciendo hace tiempo. En esta sintonía, vimos cosas muy interesantes como La noche devora a sus hijos, de Daniel Veronese.
C.R: -Nos encantó. Pero en estos casos que vimos hacen uso del Zoom y lo exprimen en sus posibilidades. Acá es más crudo. Sería como las cámaras de vigilancia que te observan.
B.O: -Una cámara testigo. La intimidad de la cocina pero con testigos.
-Hace mucho que no trabajaban juntos ¿no?
B.O: -Siempre evitábamos hacer notas juntos, mostrar la casa, trabajar juntos…
C.R: -A veces me río porque todo se fue a la mierda. Queríamos evitar el exceso de hacer todo juntos porque ya compartimos un montón de cosas: afinidades, gustos, amigos. No es que nuestros mundos no tienen nada que ver. Ahora es inevitable. Estamos todos en una especie de bola y vamos con la bola.
-¿Está buena la experiencia?
B.O: -Sí porque implica algo nuevo pero no es fácil porque además estamos solos.
C.R: -Se complica por la convivencia en cuarentena y esta exigencia de limpiar la cocina, muchas cosas por hacer. Pero vamos a poder hablar de esto bien en septiembre. Además al principio pensamos que lo hacíamos para divertirnos y ahora estamos muy nerviosos…
B.O: -Y decimos "¿Justo ahora vamos a trabajar juntos?". Antes de que empiece la pandemia, habíamos esbozado la idea de trabajar juntos. Yo el año pasado estuve en el San Martín haciendo un trabajo de una intensidad feroz [Contradicción, Tomar partido ], un espectáculo que contenía dos obras. Carola hace mucho que viene haciendo teatro pero yo hace unos años me reencontré con el teatro luego de un tiempo sin hacer. Y cerca del verano, vinculado con la idea de viajar, de girar, de ir a Europa donde Carola tiene a su hijo , de movernos por el país, pensamos que era un buen momento para hacer un experimento juntos. Nunca nos imaginamos que el experimento iba a venir por este lado.
Carola Reyna se va de la nota, pero se queda ahí al lado, claro, en esta especie de espiral de tiempo y espacio a la que la pandemia sumergió al mundo. Desde la pantalla de otra computadora se asoma un estilista que le enseña virtualmente cómo peinarse para la obra porque, no es dato menor, su personaje viene del casamiento de su hija. Boy Olmi se queda unos minutos más, pensando sobre este momento tan original. "Más allá de que los directores y autores son los mismos en todas las ediciones de esta gran obra compuesta por cinco, aparece la impronta de cada grupo de trabajo. Radagast y Fer Metilli [la pareja anterior] vienen de su experiencia intensa de pararse frente al escenario e improvisar, y algo de eso se filtra en la obra. En el caso nuestro estamos con un rigor obsesivo, les hemos cuestionado miles de cosas a los autores, los mecanismos dramáticos, las motivaciones. El vivo tiene un componente muy importante para este momento. Es lo más experimental que tiene y tiene que ver con esta capacidad de reinventarnos, de adaptarnos porque el mundo está cambiando", concluye Olmi,
Para agendar
La madre, el tío y el vestido, los sábados de agosto, a las 21, entradas por Alternativa Teatral.
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