Boxeo y teatro: cuando los golpes van del ring a los escenarios
El mundo del boxeo ha sido visitado con frecuencia tanto por el tango, la literatura, la pintura y el cine como por el teatro . Pero la cartelera actual porteña ofrece la particularidad de dos montajes site specific que tienen lugar en dos ámbitos icónicos de la actividad: el Almagro Boxing Club y la Federación Argentina de Box.
El primero fue fundado en 1923. A lo largo de estas décadas se convirtió en cuna de campeones. El Almagro ("el último bastión de un romántico boxeo", como titula una nota periodística que está encuadrada en una de sus paredes) es un típico club de barrio. Respira barrio, respira box; transpira ambos. Al recorrerlo da la sensación de que el tiempo está detenido en un impreciso pasado que ya no recuerda su último momento de gloria. Tal vez lo único nuevo sea el cartelito que anuncia que la cuota se fue a 100 pesos mensuales. Los días de semana hombres y mujeres se calzan los guantes y le dan duro al saco de boxeo. Uno de ellos es el actor, director y dramaturgo Bernardo Morico.
Hace cuatro años que entrena acá, en el Almagro Boxing Club. Y acá decidió presentar una historia que une sus dos pasiones: el teatro y el box. El resultado de ese encuentro se llama Púgil, quién dice hasta dónde, obra que escribió, que dirige y en la que actúa y boxea. Quiso, de antemano, que esa historia ambientada en los noventa y de una potente teatralidad de tono realista transcurriera en este primer piso del Almagro. La idea se la presentó a la comisión directiva, la misma que se reúne una vez por mes, que le dio el visto bueno. Había un antecedente: acá mismo, en 2015, se realizó una puesta de Cámara lenta, la obra de Eduardo Pavlovsky con dirección de Mario Riccio, en la que se cruzan relatos de Dagomar, un exboxeador; Amílcar, un exmánager, y Rosa, una amiga de ambos.
Ahora, sábado, el público se pasea por la planta baja de este bastión romántico del boxeo mientras se escuchan relatos que remiten a Luis Ángel Firpo, Justo Suárez, Gatica. Nicolino Locche, Oscar "Ringo" Bonavena, Carlos Monzón y Víctor Galíndez. En la planta alta, Bernardo Morico es el Pibe, ese muchacho que llega a Buenos Aires para cumplir el sueño de sobrevivir de una manera más digna. Lo entrena Atilio (Gabriel Darío Kogan), otro personaje tan al borde de la marginalidad como el mismo Pibe. Los dos tienen hambre de gloria, pero también tienen hambre. En medio de un espacio intervenido se cruzan otros dos personajes a cargo de Esteban Bortnik e Ignacio D’Onofrio (con quien intercambia unos duros golpes en un momento dramatúrgico de inobjetable peso propio).
A ocho cuadras del Almagro está la Federación Argentina de Box. Su sede de Carlos Calvo casi Rivadavia se inauguró en 1941. Acá también el tiempo está detenido como si este enorme y mágico espacio arquitectónico en donde han entrenado glorias del boxeo nacional fuera otra potente radiografía del endeble estado del boxeo local.
Ahora, domingo, el público espera que comience la propuesta en un enorme pasillo abierto ubicado a un costado del estadio. Al fondo tiene lugar Último round, fragmento de una herida de amor, propuesta multidisciplinaria con dramaturgia de Patricio Ruiz y dirección de Mijal Katzowicz. En medio de otro espacio mágico que respira y transpira box tiene lugar esta experiencia interpretada por dos bailarinas (Sofía Rypka y Lucila Sol Roberto) y dos actores (Pablo Mónaco y Franco Antonio de la Puente). Como Bernardo Morico, Franco también es boxeador amateur.
Los dos cuadriláteros del gimnasio de la Federación devienen en un campo de batalla en el cual están en juego el deseo, el hambre de una gloria lejana, canciones y momentos coreográficos, las vivencias del entrenador/poeta/narrador en sus proyecciones hacia su pupilo, en otra propuesta en la que también se revisitan los estereotipos machistas del boxeo. Claro que, en este caso, con un corrimiento no menor: en el juego de espejos de esos dos cuadriláteros del espacio central del gimnasio son dos mujeres las que están entre las cuerdas, las que boxean, las que arrinconan a los hombres. Son ellas las que se detienen en los gestos espectaculares de una pelea que el montaje vincula todo el tiempo con el mundo amatorio. En este campo de batalla escénico un knockout tiene la carga de un engaño amoroso.
En los inicios de esta propuesta, Mijal Katzowicz y la videasta Irina Raffo se propusieron tender un vínculo entre el deporte y el acto de amar. Después de mucho andar decidieron hacer foco en el boxeo. Vieron peleas del circuito amateur, hicieron entrevistas, indagaron en diversos textos y cuando el trabajo de mesa tomó forma hablaron con la comisión directiva de la Federación para poder ensayar y presentar la obra acá. Y aunque al mundo del boxeo se lo vincula con costumbres machistas, le dieron el OK. Y en este ámbito están todos los domingos cumpliendo el rito de presentar Último round, fragmento de una herida de amor, una propuesta que, aunque con ciertos desajustes dramatúrgicos, tiene la inteligencia de apropiarse de un lugar único.
Como si ambos montajes fueran parte de un díptico, en la obra del Almagro Boxing Club se cuela un fragmento de una herida de amor en tiempos de intolerancia que es todo un knockout para las convenciones de la época. El viejo entrenador cuenta a su pupilo una anécdota del boxeador Emile Griffith, quien peleó dos veces contra Carlos Monzón. En 1962, el norteamericano, de quien corría el rumor de que era gay, estaba por pelear contra un cubano. Durante el pesaje el cubano mandó a un "maricón". Dos noches después vino la pelea en el mítico Madison Square Garden. En el round doce, Griffith terminó noqueando al cubano. Diez días después, el cubano murió. Cuarenta años después, Griffith hizo pública su homosexualidad y su entorno le dio la espalda. "Cuando maté a un hombre me acompañaron; cuando dije que amo a un hombre me dejaron solo", reconoció.
Así como sucedió tantas veces en escenarios tradicionales, esta semana el universo del box sumará otra propuesta. En Timbre 4 se estrena Quinto round, de Pacho O’Donnell, con dirección de Gerardo Otero. Ramiro Martínez, el guardiacárcel de la miniserie El marginal, hará de un boxeador de opaca trayectoria. Osvaldo Santoro será su entrenador. Desde hace tres meses, tres veces por semana Ramiro está entrenando para el personaje. Otra historia de suburbios y cuadriláteros en la que las artes escénicas juegan un nuevo round.
Circuito cuadrilátero
En tren de armar un plan, la primera de las obras que copa la parada de esta especie de circuito es Púgil, quién dice hasta dónde, la propuesta de Bernardo Morico, el actor, dramaturgo y director de Tres Arroyos que desde hace cuatro años también boxea. La obra se presenta los sábados, a las 21, en el Almagro Boxing Club, de avenida Díaz Vélez 4422. Los domingos, a las 20.30, a pocas cuadras del Boxing, va Último round, fragmentos de una herida de amor, propuesta de Patricio Ruiz y dirección de Mijal Katzowicz. Este montaje fue ganador de Plataforma Futuro, ciclo que organizó la Secretaría de Cultura de la Nación y fue seleccionada en la última edición del Festival Internacional de Buenos Aires para presentarse bajo el formato de work in progress. Se exhibe en la Federación Argentina de Box, Castro Barros 83. Y los domingos, desde esta semana, a las 19, también se ofrece Quinto round, con dramaturgia de Pacho O’Donnell, las actuaciones de Osvaldo Santoro, Ramiro Martínez (el boxeador), Juan Carlos Ricci y Lía Bagnoli, y bajo la dirección de Gerardo Otero. Será a pocas cuadras de la Federación, en México 3554.ß
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