Bossi Live Comedy: gran show, una atmósfera nostálgica, un público fanatizado y algunas indirectas a Fátima Florez
Con muy buena venta de tickets en el Teatro Mar del Plata, el comediante se planta como un showman elegante que deja en un segundo plano a las imitaciones de celebridades para transitar un camino sin máscaras
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Bossi Live Comedy. Dirección general: Martín Bossi. Dirección y puesta en escena: Pablo Fábregas. Protagonista: Martín Bossi. Dirección musical y arreglos: Nelson Gesualdi. Actriz y cantante: Ana Paula Buljovasich. Músicos: Nelson Gesualdi (piano, guitarra y saxo), Francisco Cordima (teclados), Juan Cordima (batería y coros), Julián Santagada (guitarra), Jeanette Gesualdi (bajo), Naara Gómez (violín). Producción: Ezequiel Corbo, Luis Penna, Federico Hoppe, Diego Djeredjian y Martín Bossi. Sala: Mar del Plata (Pedro Luro 2335, Mar del Plata). Funciones: martes a domingos, a las 21. Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Los seguidores de Martín Bossi se encontrarán con lo que van a buscar y el espectador incólume que decida verlo por primera vez no saldrá defraudado. Bossi Live Comedy es un show elegante, con un concepto dramatúrgico que lo atraviesa y sostenido fundamentalmente en el aura de su protagonista excluyente. El espectáculo no es estreno en un cien por ciento. El artista suele ir mutando sus creaciones, manteniendo alguna base, restando cuadros y sumando otros.
Si bien es cierto que Bossi apela a algunos de sus mohines más recurrentes, no deja de demostrar que es un humorista carismático, un showman que canta -por momentos con algunos desniveles- y que establece un vínculo por demás fluido con su público, un juego de complicidades muy complejo de lograr. Además, el artista es un observador minucioso de lo cotidiano, lo cual le permite ingresar en una zona de empatía con la gente a partir de la narración de situaciones muy reconocibles.
De entrada nomás, Martín Bossi deja en claro que su contrincante del verano se llama Fátima Florez. A poco de levantarse el telón, define como “milagro” que la imitadora sea primera dama, aunque no se priva de mencionarla como una “amiga”. Para los que saben escudriñar en la semántica de las palabras tampoco pasará inadvertido el elogio hacia sus músicos, “la única banda que toca en vivo en Mar del Plata”. Fátima 100% cuenta con su grupo, lo mismo que Kinky Boots. Está claro que la indirecta no iba dirigida al musical que encabeza Fede Bal.
En plan de distanciarse de su colega, sobre el final se puede establecer una lectura política del espectáculo. En un tramo definido por la emoción, Bossi refiere a la crisis económica que atraviesa el país y, sobre todo, reclama por la unión de los argentinos, un mensaje muy diferente al de Florez, quien envalentona a su público con la defensa del ideario de su novio, el presidente Javier Milei.
Es un acierto que Bossi Live Comedy no sea un salpiqué de gags, monólogos sueltos y situaciones inconexas, sino que apele a un concepto que se esgrime a lo largo de todo el desarrollo del espectáculo, una suerte de hilo conductor nostálgico donde se compararán las formas de seducción de ayer y hoy (reconoce que le gustan las mujeres maduras y se posiciona como un antihéroe) o cotejarán los juegos analógicos de su infancia en el sur del Conurbano, integrando una “clase media bajita”, y los entretenimientos digitales sostenidos en competencias bélicas, momento que se grafica en las pantallas con la aparición de una silla del tipo “gamer”: un buen criterio para pensar una caracterización del mundo desde lo lúdico.
Los valores de la familia y el mensaje por la paz definen a buena parte del show. Quizás, aunque solo en algunos momentos aislados, se convierten en innecesarios algunos vocablos algo soeces. No los necesita este Jimmy Fallon criollo que ya comenzó a despuntar su carrera en varios mercados internacionales como los de Estados Unidos y Europa.
Bossi inicia el show con la energía muy arriba, quizás un in crescendo de su tono podría generar mejor armonía y hasta un mayor factor sorpresa. No está mal poner toda la carne al asador de entrada, aunque eso puede hacer que el espectador llegue algo fatigado al plato principal. Con todo, no pareciera ser el caso; así como el artista desarrolla una potencia arrolladora desde el vamos, sus fanáticos actúan en igual sintonía. Como quien aúlla por Rod Stewart desde la primera hasta la última canción.
Bossi mira directo a la gente, pide luz para no perderse detalle de lo que pasa debajo del escenario. Remata, se inclina, abre los brazos y todos saben que tienen que aplaudirlo, ¿reverenciarlo? No es impostación, sino código. A lo Dringue Farías, Adolfo Stray o José Marrone (”¡Cheeee!”). También hay algo de estos próceres en él.
Se trata de un espectáculo cuidado en todos sus detalles, incluso es uno de los pocos que entrega un programa de mano con información detallada de su staff, algo que se agradece. Si bien Martín Bossi se atribuye la dirección general, la acertada dirección de la puesta en escena es de Pablo Fábregas. El espacio está subdividido en varios desniveles, donde se ubican los músicos y coristas, y una escalera que es aprovechada por el protagonista para jugar en altura, lo cual le permite dar profundidad al escenario de la sala.
Las pantallas -de muy buena definición y con diseño acertado de Matías Otalora- van pintando los climas, pero sin la exageración del recurso, como tantas veces sucede. El plano estético es muy cuidado y la tecnología no es protagonista, sino el recurso para configurar climas.
El sonido -cuyo diseño es de Gustavo Ledesma- es impecable, aunque Martín Bossi se excede en las marcaciones a sus técnicos, algo que distancia al espectador y demuestra una arrogancia innecesaria. “Bajame el piano”, “igual que antes”, irá guiando a su equipo ubicado en las consolas de sonido. También es lograda la iluminación de Hernando Teijeiro.
La banda suena muy bien (¿está apoyada con pistas?) bajo la dirección de Nelson Gesualdi. El tecladista Francisco Cordima es una revelación a la hora de hacerle “la segunda” al líder del equipo y se destaca la actriz y cantante ecuatoriana -de padres argentinos- Ana Paula Buljovasich. El repertorio del show es precioso, con amplia injerencia de la música romántica que da pie para un momento final con la participación del público que no corresponde adelantar.
Una transformación muy lograda a la vista del público convierte a Bossi en Joaquín Sabina -luego de haber transitado por una amplia galería de cantantes- y deja un respiro para la celebración de haber superado el distanciamiento que impuso la pandemia.
El de Martín Bossi no es un show nuevo de cabo a rabo, pero lo cierto es que tampoco nadie le pide a un cantante que modifique la totalidad de su repertorio de una temporada a la otra, sino todo lo contrario. Vamos por una que sepamos todos.
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