Bimba, una conmovedora biografía de pasiones
Una obra que recorre la intersección entre la vida y la carrera pública de Adelaida Mangani, una mujer que dedicó su vida a la fusión entre el teatro, los títeres y la música
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Autora y dirección: Mariana Díaz. Intérpretes: Adelaida Mangani, Victoriano Alonso, Lorena Azconovieta, Andrea Baamonde, Ariadna Bufano, Yanina Campanini, Laura Cardozo, Mariano Del Pozzo, Pablo Del Valle, Bruno Gianatelli, Julia Ibarra, Fernando Morando, Estanislao Ortiz, Olavia Paz Campos, Esteban Quintana y Florencia Sva. Vestuario: Álvaro Urquizo. Escenografía: Carlos Di Pasquo. Iluminación: Magdalena Berretta Miguez. Música: Pablo Viotti. Sala: Teatro San Martín, Corrientes 1530. Funciones: jueves y viernes a las 19.30 h. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Como una antigua caja de juguetes que se deja en un armario durante mucho tiempo y cuando se abre se recupera de golpe toda la infancia -el misterio, la melancolía y la magia de aquella persona que alguna vez fuimos pero que apenas recordamos-, los espectáculos del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín tienen esa capacidad: la de conectar emocional y creativamente con una versión de la vida que se abandona cada vez más rápido. Ahora, la última propuesta de esta compañía, creada en 1977, el único elenco estable de Latinoamérica, se ocupa de poner en el centro de la escena a su principal referente, Adelaida Mangani, y contar, entre su voz y los títeres, cómo fue que esta artista logró convertir en profesión los juegos de la niñez.
Para los amantes del teatro de objetos y los títeres, el nombre de Adelaida Mangani es una referencia fundamental para entender el legado y las enseñanzas de esta compañía que fundó junto con Ariel Bufano, reconocido titiritero que murió en 1992. Juntos crearon espectáculos sensibles y poéticos, que ampliaron las posibilidades de este género y convocaron a un público amplio, que supo ver la transgresión artística que implica trabajar con títeres. Algunas obras inolvidables que tuvieron a Mangani como creadora e intérprete son El amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín y El gran circo.
Bimba, biografía escénica sobre Adelaida Mangani recorre esa intersección entre la biografía y la carrera pública de esta mujer que dedicó su vida a la fusión entre el teatro, los títeres y la música, todas sus pasiones. La protagonista de esta historia aparece con un vestido azul y recorre desde la niñez hasta el presente, con sus 83 años, cómo fue abrirse paso en un mundo masculino, de dónde surgió su amor por los títeres y objetos y las barreras que tuvo que superar. Estará acompañada por 14 titiriteros de la compañía, que incluyen a su hija Ariadna Bufano y a Jano Squeri, un baterista en escena, que además es su nieto. Así los presenta en la obra y el cruce entre la familia, el arte y el trabajo será una constante. “Muchas veces tengo la sensación de subir una escalera, subir y subir y no llegar nunca”, dirá la intérprete en distintos momentos del espectáculo y funciona como un signo de una vida en la que la acción y el entusiasmo marca un impulso que no se agota.
Mientras su relato avanza, los títeres emergen en distintas situaciones: una pequeña Bimba, (que es como le decían de chica) toca el piano y juega con las botellas que colecciona, que enseguida se vuelven muñecos. Esa posibilidad de la protagonista de hablar con su yo de la infancia, convertida en objeto, genera un diálogo conmovedor y hasta terapéutico. Con los títeres se pueden hacer acciones y movimientos que serían imposibles con el cuerpo humano. Para hablar de ciertos traumas de la infancia, la escena permite ver saltar a un bebé de manos en manos, quedar boca abajo y lanzarlo al piso, sin que haya consecuencias reales. Un sentido fundamental del arte: mostrarnos una versión de la experiencia, sin que existan daños concretos.
Al mismo tiempo, los titiriteros son siempre fascinantes en la técnica de interpretación de los objetos, no solo cuando logran desaparecer en función del muñeco que manipulan, sino también cuando se retiran de la escena y los abrazan, los acarician y transmiten cierta magia que le depositan a esas creaciones, que de alguna manera generan una vida propia en la escena.
Con más de 40 años de actividad, la carrera de Mangani superó crisis económicas y luchas políticas permanentes, sobre todo para lograr un reconocimiento que no estuviera condicionado por el respaldo de un hombre. Un momento clave lo relata cuando se estrenó El gran circo, en 1982, y durante una escena en la que un policía empieza a perseguir a un personaje, el público comenzó a cantar, eufórico: “Se va a acabar, se va acabar, la dictadura militar”. La puesta escrita y dirigida por Mariana Díaz logra combinar lo biográfico, lo social y la presencia de los títeres de una manera fluida, como si este relato fuera imposible de contar sin estos objetos. Un punto controversial del diseño del espacio es la presencia de una televisión para mostrar imágenes referidas a lo documental, que no tiene ningún tipo de relación con la propuesta artesanal que representan los objetos o el piano antiguo en el que toca la protagonista. Una pantalla pequeña a un costado de la escena genera un quiebre con el verosímil poético y analógico que tiene toda la obra.
Más allá de esto, Bimba es una obra emotiva y sensible, que reconoce la tarea de esta incansable artista, pionera en un campo creativo del que todavía falta mucho camino por recorrer.
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