Bello ritual escénico de domingo al mediodía
La fiesta del viejo / Dirección y dramaturgia: Fernando Ferrer / Intérpretes: Moyra Agrelo, Agustina Benedettelli, Julieta Cayetina, Demian Gallitelli, Ezequiel Gelbaum, Clarisa Hernández, Gonzalo Ruiz, Julián Smud, Ezequiel Tronconi, Abian Vainstein / Espacio y arte: Romina Giorno / Vestuario: Peta Moreno, Marina Claypole / Iluminación: Sebastián Francia / Música original e interpretación: Stine Helkjaer Engen / Asistencia de dirección: Marisol Scagni / Sala: Espacio Callejón, Humahuaca 3759 / Funciones: domingos, a las 12 / Duración: 90 minutos / Nuestra opinión: muy buena
¿Qué alegoría más actual que considerar al club de fútbol como una especie de reinado y a su presidente una especie de rey supremo al que todos deben obedecer por lo menos mientras el poder exista? En los dos casos hay pasiones, sentimientos de pertenencia, poder, por supuesto, súbditos, fanáticos e incluso un amor casi desenfrenado por nuestros propios orígenes. Fernando Ferrer hace tiempo que se interesa por reversionar clásicos shakesperianos y esta no es una excepción. Pero, claro, la experiencia juega a su favor y cada vez encuentra mejores recursos para actualizar esos clásicos y que funcionen de maravillas en nuestros tiempos.
Acá, Lear no es rey pero en cambio es el presidente del club Polonia, en el barrio de Almagro y al igual que en la tragedia de Shakespeare su intención es dejarles el mando a sus tres hijas a cambio de que ellas le demuestren de manera ostentosa y en medio de su fiesta de cumpleaños el amor profundo que sienten hacia él. Las dos hijas mayores no tienen tapujos a la hora de la obsecuencia. La más chica, Cordelia, la preferida y rebelde, encuentra este espectáculo un poco patético y del todo exagerado.
El Espacio Callejón es inmejorable para recrear un galpón-club y hoy se viste de fiesta: hay comida, bebida, banderines, música y hasta luces de colores. El mediodía del domingo, además, le sienta bien a Ferrer para generar cierta atmósfera de teatro isabelino: aquí no se trata de culturas altas o bajas sino de una fiesta, popular como el fútbol, irreverente como el arte e impredecible como la familia. Acá no habrá ideales ni mundos exquisitos sino una humanidad que arrasa con todos. Primero la soberbia y luego la codicia serán las protagonistas totales de esta pieza.
No habrá reinados en juego, pero sí cierto orgullo y dignidad de estos barrios que los clubes parecerían representar. "Berlín del Este: de acá a Retiro; Berlín del Oeste: para el lado de Villa Crespo, con los rusos", dice el propio Viejo a la hora de pensar un muro que separe a los barrios.
El personaje del bufón muy acertadamente aquí se traslada a la figura del barrabrava: una joven que el propio Lear rescató de la calle y le dio no solo asilo y comida sino sentido de pertenencia en el club de sus amores. En ella, y en sus ayudantes de siempre, encontrará la verdadera compañía, la más sólida. Es que ellos sí aman a ese club como él. En la vereda opuesta no estará, como siempre creyó el propio viejo, el club rival sino aquellos que lo quieren por su poder y su riqueza. Las dos hijas mayores con sus maridos maleantes y amenazadores hace tiempo dejaron de pensar en el club con cariño y en cambio ven en él solo un espacio para lucro personal.
Lo más interesante de la puesta es que aparece algo del ritual teatral un poco perdido. Aquí se habla de la vida, de los pecados del hombre, de la muerte, de los lazos familiares, sobre el final incluso el orden se restaura (no llegará al cosmos pero por lo menos los viejos paradigmas barriales y tradicionales quedan intactos) al tiempo que entretiene.
Las actuaciones son realmente muy sólidas -capítulo aparte para Abian Vainstein, el viejo Lear, cuyo trabajo es mayúsculo- y la dirección de Ferrer muy cuidada no deja ningún detalle de lado.
Jazmín Carbonell