Millones de segundos: bella historia con magistrales trabajos
Millones de segundos / Dramaturgia y dirección: Diego Casado Rubio / Intérpretes: Estela Garelli, Raquel Ameri, Víctor Labra / Vestuario: Vessna Bebek / Iluminación: Verónica Alcoba / Asistencia de dirección y producción general: Juan Borraspardo / Teatro: El Extranjero, Valentín Gómez 3378 / Funciones: sábados, a las 20.30 / Duración: 70 minutos / Nuestra opinión: muy buena
Un cuerpo femenino desnudo espera a que nos acomodemos en nuestros asientos. Espera mucho tiempo porque esta obra que se estrenó el año pasado se convirtió en un verdadero fenómeno, que creció semana a semana gracias al boca en boca porque cuando hay una propuesta contundente es así, su suerte está echada y es cuestión de tiempo. No es menor ese cuerpo desnudo, habla en su expresión, en su tensión, en su espera. Si resulta en general un gran impacto la desnudez en escena aquí esta premisa se vuelve más fuerte aún porque es mucho el tiempo, porque cuando se ingresa a la sala está ahí, así, despojada de sus ropas, pero además y esto es lo que de a poco se construye, este ser está desamparado por todo. Primero por una madre -la muy prolija Estela Garelli- que no soporta su singularidad y luego por una sociedad que obliga a una definición sin contener ni preocuparse por ese tránsito.
Si el lenguaje inclusivo, de un tiempo a esta parte, clama su reconocimiento y su uso, en esta obra esta situación estalla. Y se vuelve una necesidad ineludible el uso de la letra E para este ser que la definición sexual le demanda una exigencia imposible.
Basada en una historia real, Millones de segundos narra la trágica vida de Alan, un joven transexual con Asperger. Esta última condición le impide que el Estado le autorice el cambio de género con lo cual, sin asistencia ni amparo ni nada, lo condenan a vivir dentro de un cuerpo que no se corresponde con su sentir, con su identidad de género. Conocido por todo el mundo a causa de unos videos de su propia intimidad que subía a internet y se volvieron virales, Alan muestra mucho dolor y padecimiento no por su condición ni por su identidad sino por la reacción que ella genera en su entorno. Solo su perro, interpretado por Víctor Labra, lo entiende, a tal punto que por momentos dialogan. Sus cuerpos se vuelven dóciles para el encuentro y en esa relación queda claro que el amor no distingue géneros ni especies.
Está claro que la historia de este joven es interesante y profunda pero además el director y autor Diego Casado Rubio decide no pegarse a los hechos sino construir un universo cargado de teatralidad que le imprime a ese dolor una estética conmovedora. Por eso hay música, baile, poesía en los cuerpos y un diseño espacial para nada mimético que evoca diferentes estados que tiene Alan. Capítulo aparte la actuación de Raquel Ameri. Lo primero que impacta es su transformación física, luego la postural, pero hay más. Ameri construye este personaje de una forma total y contundente, en su reinvención está el peso de saber que aquí hay una reflexión urgente que se instala. Una reflexión tan actual como necesaria y es sobre la identidad de género. Sin lugar a dudas esta obra dialoga con su tiempo, un tiempo que marca y un después en la aceptación de la diversidad de género.
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