Bela Vamp: refinada comedia negra sobre el ocaso de una estrella
Una biografía apócrifa de Alfredo Arias acerca de Bela Lugosi, que se ríe y también reflexiona sobre los últimos años de un actor devorado por su personaje
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Autor y director: Alfredo Arias. Intérprete: Marcos Montes. Vestuario: Julio Suárez. Iluminación: Matías Sendón. Maquillaje: Matías Nazareno. Sala: El extranjero (Valentín Gómez 3378). Funciones: lunes, a las 20. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: buena
El personaje de Bela Vamp refiere a Bela Lugosi, el actor austro húngaro que triunfó en Hollywood, primero interpretando al conde Drácula sobre la novela de Bram Stoker, en Broadway, en 1927, y luego fue elegido por el cineasta Tod Browning para personificar al conde de Transilvania en su film Drácula (1931), uno de los grandes hitos del cine sonoro de aquellos años. El papel del adicto a succionar la sangre de sus víctimas primero iba a ser protagonizado por Long Chaney, apodado “El hombre de las mil caras”, que había hecho de Frankenstein en cine. Pero lo sorprendió la muerte en agosto de 1930 y fue reemplazado por Lugosi, cuyo nombre verdadero fue Béla Ferenc Dezso Blaskó (1882-1956), y posteriormente él eligió su apellido artístico en honor a su sitio de nacimiento: Lugoj, Rumania.
Bela Vamp es una refinada comedia negra, de tintes góticos con mínimos atisbos expresionistas, que se apoya en un relato interpretado por Marcos Montes. En verdad el texto de Alfredo Arias es una biografía apócrifa sobre Bela Lugosi en el ocaso de su carrera y a su regreso de la Segunda Guerra cuando, adicto a la morfina y previo a morir de un ataque cardíaco, se niega a seguir interpretando personajes de vampiros y monstruos. La única alternativa que le queda es aceptar ser dirigido por el que es considerado el peor director de la historia del cine, el mítico Ed Wood (al que Tim Burton le dedicó un film), en Glen o Glenda (1953), en el que Wood se revela como un hombre al que le gusta travestirse. Además de esta película autobiográfica de Wood, Lugosi filma con él otras dos producciones Bride of the Monster y Plan 9, del espacio exterior.
En esos instantes en que Bela Vamp no sabe qué decisión tomar con su vida, acude al consultorio de una psicoanalista de Hollywood, Dorothy Couch, experta en conducir a algunas estrellas hasta su propio suicidio, digamos que sin anestesia. La relación entre Dorothy y Lugosi (Marcos Montes interpreta a ambos personajes) es intrépida y audaz. A ella le gustan los hombres que manejan “pesadas máquinas”, dice, como aviones o camiones, y siente atracción por el protagonista de Drácula, al que conduce por los ríspidos caminos de una serie de divagues en los que el relato parece volverse algo hermético y por momentos pierde su rumbo. Uno de los aspectos más concretos es que la especuladora terapeuta busca un productor para que le financie su propio guion. Mientras, Bela no parece extraer nada en claro de ese intercambio y termina perdiéndose en una especie de puntos suspensivos sobre su vida.
Minimalismo en escena
Alfredo Arias, que ha hecho con Montes otras piezas de una gran filigrana escénica, entre las que podemos mencionar Happyland, Divino Amore o Deshonrada, elabora una puesta en escena extremadamente aséptica y pulcra en su entramado minimalista. Con unos escasos reflectores, que funcionan como una cámara que enfoca al intérprete en sus absurdos divagues existenciales y redondea imágenes que parecen extraídas de algunos de los films de Lugosi, conduce a su protagonista por un desplazamiento escénico que se vuelve demasiado repetitivo y hasta monótono, en el que solo la gran maestría vocal e interpretativa para jugar con acentos y cambios tímbricos de voz del genial Marcos Montes consigue despertar las risas del público.
Sólo por instantes la escena ilumina imágenes que remiten a algunos de aquellos recuerdos que se observaron en fílmico y almacena el inconsciente colectivo sobre el famoso Drácula. En esas escenas escasas y breves, el actor se sumerge en claroscuros, en contraluces, en juegos de manos y cuerpo, de características expresionistas. El resto son secuencias de un relato al que le falta la pulsión del desasosiego de un personaje sumergido en un punto límite de su existencia. No hubiera estado demás añadirle algunos cambios de ritmos que obligaran al personaje, en su desesperación, a reencontrarse con una cierta identidad perdida, buscar amparo en viejas imágenes expresionistas que hubieran permitido al público recuperar postales de un personaje icónico del cine de terror y subrayar aún más su tono de comedia absurda y disparatada. Pero es bueno reiterar que la maestría interpretativa de un actor como Marcos Montes permite mantener expectante al espectador, en el marco de una pieza que por instantes pierde su rumbo de creativa disposición y juego escénico.
Bela Vamp es parte de una trilogía de monólogos en los que Arias intenta capturar la figura de diferentes estrellas de cine, en el ocaso de su carrera. Lo hizo con Hello Andy?, sobre la célebre Joan Crawford, con inspirada actuación de Alejandra Radano en la Fundación Proa y luego de Bela Vamp continuará con LSDemented, referida a la hospitalización de Sophia Loren en una clínica brasilera, en la que la actriz italiana intenta prolongar su belleza mediante una cirugía estética.
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