Avenida Q: un universo lúdico que se debate entre el costumbrismo y el realismo sucio
Con un gran trabajo vocal y coreográfico, la obra para adultos en la que conviven personajes humanos y títeres interpela a una amplia franja de espectadores, que pueden encontrar lecturas de lo más diversas
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Avenida Q. Libro: Jeff Whity. Música y letras: Robert López, Jeff Marx. Elenco: Nacho Pérez Cortes, Lali Vidal, Manu Ntaka, Manu Victoria, Julián Rubino, Andy Cho, Stefi Ribisich, Juan Martín Giménez, Carolina Liask, Joaquín Catarineu, James Cowan. Traducción y adaptación: Nati del Castillo, Tato Fernández, Edu Morales. Dirección musical: Tomás Mayer Wolf. Dirección vocal: Silvana Tomé. Coreografía: Luli Brindisi. Títeres: Gustavo Garabito. Dirección general: Mela Lenoir. Duración: 140 minutos. Sala: Maipo. Funciones: Martes 20:30 hs. Nuestra opinión: muy buena.
En 2010, Avenida Q tuvo su primera versión vernácula. Entre aquella y esta hay un entramado entre sutil y evidente, uno de esos que dejan algunas huellas en las palabras, en las personas, en algunos diseños… Pero la Avenida Q de 2024 que se estrenó en el Maipo tiene características singulares, en principio, se trata de una cooperativa con todo lo que eso implica en nuestro circuito teatral (organizaciones de ayuda mutua, moderada por sus integrantes). Y aunque las cooperativas son muy comunes en el teatro independiente, es más difícil de observar cuando se trata de una obra musical de Broadway (aunque haya nacido en el Off-Broadway).
Es necesario avisar que se trata, además, de una obra de títeres (sí, como El rey león). En sentido estricto, la combinación de ambos lenguajes es pareja. Eso sí: de ninguna manera es una propuesta para la infancia. Aunque en los carteles aparezcan unos tiernos muñecos; las apariencias engañan.
Un joven recién recibido de Letras está buscando vivienda y llega al único lugar que puede pagar. El modo en el que se resignifica la situación en nuestro contexto habilita lecturas de otra índole respecto de las de 14 años atrás.
En esa cuadra conviven personajes diversos, un poco al margen de los centros. No en todos los casos tiene que ver con su condición económica; en ocasiones, ser un monstruo o alguien que no puede salir del closet justifica también la elección de ese hábitat. Ellos presentarán algo de la vida y las penurias cotidianas, el trabajo y su falta, el amor y su ausencia… Así descripto, parece una propuesta que oscila entre el costumbrismo y el realismo sucio. Y aunque lo que se tematiza pueda establecer un vínculo con esos universos, el modo de hacerlo lo ubica en sus antípodas.
En Avenida Q hay quejas, insultos, referencias a la pornografía, borracheras y declaraciones de amor, pero la vía por la que circulan todas esas cuestiones son los títeres y el lenguaje del musical. Entonces todo se trastoca. La obra es definitivamente lúdica, las canciones muy pegadizas y el universo convocado articula la decadencia y los deseos.
Una serie de personajes se inscribe de manera doble: el intérprete y el títere (en ocasiones, dos intérpretes para manejar un muñeco, lo que implica una armonía deliciosa en la manipulación). Ahora bien, los intérpretes manipuladores cantan y bailan, con lo cual el despliegue de talento que ponen en juego es increíble. Nacho Pérez Cortés y Lali Vidal, ambos responsables de dos personajes, se destacan en la multiplicidad de tareas artísticas que llevan adelante. No son los únicos: Manu Victoria, Andy Cho, entre otros, se lucen en el escenario. Al desafío complejo de poner en escena un musical se le suma la competencia de manipular títeres.
Avenida Q es un sitio que escenográficamente se presenta como una serie de fachadas de casas desiguales, un poco descoloridas, sobre las que se proyectarán carteles-guiño que sobre imprimen el concepto lúdico y humorístico de la obra. Con la necesidad funcional de construir otros espacios aparecerán mesas o camas sin mucha aclaración y convivirán sin ningún tipo de inconveniente con una pila de cajas parlantes y móviles.
Es evidente el trabajo vocal y coreográfico que hay detrás de la puesta, pero además, esto se articula con la presencia de los títeres, que no son solo realización exterior sino también funcionalidad para el manejo, cuya construcción quedó en las manos de Gustavo Garabito, y a ello se suma el entrenamiento en títeres de Eduardo Paglieri. Sin los músicos dirigidos por Tomás Mayer Wolf, además, esta obra no sería lo que es.
La dirección idónea de Mela Lenoir lleva a buen puerto este desafío complejo, en el que las capas de sentido se van acumulando del mismo modo que las de los lenguajes que se ponen en juego. Avenida Q interpela una amplia franja de espectadores que pueden encontrar lecturas de lo más diversas, porque alguien puede ir a reírse con el planteo extravagante o disfrutar de las coreografías, o empatizar con las problemáticas sociales. Una puesta para disfrutar desde múltiples perspectivas.
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