Arnaldo André necesita café para empezar. Una comida, una charla, la salida al escenario o ante las cámaras. Lo necesita. Es un atávico permiso de libertad. En San Bernardino, a unos 50 kilómetros de Asunción, se imponía el manto de la siesta, pero él y sus hermanas Finola, Irma, Chel y Mariné habían negociado la orden a cambio de absoluto silencio. Debían contenerse hasta que asomara el olor a café recién hecho, la primera señal de que los adultos finalizaban su letargo. Entonces, sí, ya se podía volver a jugar, gritar y correr.
Dos cortados y ni un sorbo al jugo de naranja durante una entrevista larga, en la vereda, frente al exZoológico, el barrio en la ciudad donde vive desde los años 60, cuando vino a conquistar sueños irrenunciables, los de un adolescente que creció rápido ante la prematura muerte del padre. No esquivó la responsabilidad sino que la llevó, y la lleva, como denominación de origen.
Durante el año de los zoom y los streaming, no apareció en ninguno. No le gusta, la imagen no lo favorece, no le encuentra sentido. Ahora, de modo presencial en el Lola Membrives y a partir del jueves 14, regresa con Mentiras inteligentes, la comedia de Broadway escrita por Joe DiPietro con versión de Pablo Rey y dirección de Valeria Ambrosio, que protagoniza desde su estreno en 2018, ahora acompañado por Marta González, Federico Bal y Lula Rosenthal, el flamante reemplazo de Cinthia Fernández desvinculada de la obra a menos de una semana del debut.
"Tanto Fede como yo cabalgamos en un caballo conocido. Pero Marta no: tiene mucho texto (interpreta el papel que antes hicieron Betiana Blum y Nora Cárpena) y quiere ensayar mucho. A mí no me gusta, prefiero ir a mi casa a estudiar. Con dos horas está bien, como actor y como director pienso lo mismo. Pero de todos modos, siempre se encuentra algo nuevo, con otros intérpretes se rejuvenece, hay matices", dice, en su modo avión, parejo y sin fatuo desgaste de energía.
–Como actor que también dirige, ¿te metés en la dirección de Valeria Ambrosio o tratás de evitarlo?
–Mucho, sí, me meto. A veces pienso, ¿cómo no me manda al diablo? La respeto mucho y ella también y escucha mis "recordatorios". No doy indicaciones al elenco, por supuesto, sino que apunto datos olvidados. Es una santa, tendría que hacerme callar.
¿Quién podría pedirle que se calle? Es locutor y la radio fue uno de sus primeros trabajos en Asunción, cuando debía mantener la casa. El vozarrón melodioso permanece intacto, la mirada clara y su provocación, también.
–¿A quién te parecés? ¿Quién tenía tus ojos en la familia?
–Ay, voy a decir un chiste feo, mi madre me mataría si me escuchara. Puedo decirlo porque ya no está. A nadie. Nadie tiene ojos claros en la familia. Debe haber pasado alguien por ahí, qué sé yo.
En 2018, publicó su biografía Por lo que usted y yo sabemos. No se trató, en principio, de una iniciativa propia sino de una propuesta de la editorial Planeta que le permitió recorrer todo lo que había hecho sin, en muchos casos, registrarlo en su memoria. Aunque le gusta escribir, no fluye de la nada salvo cuando aparece un objetivo, el empuje del estímulo. Un rasgo de su carácter que lamenta.
"No he aprendido la lección parece. Mirá, permitime contarte esto. ¿Por qué no hice comedia musical? ¿Por qué no estudié canto ni baile? No lo hice porque antes no se valoraba tanto, no había musicales como ahora. Me gustaba pero pensaba ¿para qué? Craso error. Me tendría que haber preparado. Ahí voy: ¿por qué no escribí antes? Este libro me trajo esas preguntas. No lo escribí solo sino con un redactor, José Esses, que escarbaba e hizo sacar a flote cosas guardaditas. También me ayudó a valorarme un poco más, a reconocer tanto que había hecho y olvidado, cuánto camino recorrido, miles de kilómetros gracias a esta profesión, desde Paraguay a la Argentina, Venezuela, México, Puerto Rico, Perú. A veces no bastan las cosas lindas que te dicen por la calle", dice André, viajero de recuerdos.
–Te deben llegar muchas historias de tus fans...
–Sí. Hace poco me contaron de una nena que canjeaba su sandwich en el recreo por el relato de la telenovela que sus padres no le dejaban ver, no me acuerdo cuál, si Piel naranja o Pobre diabla... eran épocas en que las telenovelas se escribían de otra manera, pensando en un público atado, pendiente a lo que sucedía. Tantas personas que te siguen a lo largo del tiempo, que te recuerdan. Es algo que valoro mucho.
–¿La autobiografía nada tuvo que ver con el psicoanálisis o alguna otra terapia introspectiva?
–No, nada. Sin esa propuesta de la editorial, como te decía, quizás nunca habría surgido ese libro. Hice terapia y a las ocho sesiones me di de alta. Me autoanalizo mucho. Trabajé durante años para tener la paz espiritual que creo tener, aunque por momentos tengo reacciones que no quisiera, sigo trabajando en eso: en que no sea una paz egoísta. Trato de que el otro también la tenga.
–¿Te acercaste al budismo?
–No. Lo que digo daría la impresión pero no. ¿Ves ese árbol? Tengo contacto, si paso al lado lo toco. Tampoco lo abrazo –sonríe– pero sí lo toco. Es el ahora, lo que me interesa ahora. Viví preocupado por el futuro, en lo que iba a suceder. Tenía 40 puntos de rating y preguntaba por el próximo guion, no disfrutaba de lo que me sucedía en ese momento. Con los años, fui modificando esa actitud por mí mismo.
Lo que no ha cambiado es su aprecio por la naturaleza. No se trata de un gesto ecologista de última hora sino que nace de la gratitud. Esos árboles de frutas que ofrecían alimento al alcance de la mano, cuando el ardor del hambre aparecía. Después, el periplo del actor en Buenos Aires y la promesa del sostén de familia que traería pronto a su madre y hermanas a la Argentina. Y que cumplió a rajatabla.
–Hay algo cercano en tu historia a la de Sandro.
–Sí, por el cuidado de la privacidad, supongo.
–Sí y por la relación muy estrecha con la madre, el estar pendiente de que nunca le faltara nada, que no sufriera más.
–No sabía eso. Pero te diré que por culpa de Sandro tuve que acceder a una nota que no quería hacer.
–¿Cuál?
–Sandro da una nota con fotos junto a su madre. Cuando la ve la mía me dice: "¿Por qué él sí y vos conmigo no querés?". Tuve que acceder a la nota con doña Fernanda.
–¿Ninguna de tus hermanas ni tus sobrinos siguieron tus pasos?
–No. Un sobrino quiso, empezó a estudiar pero luego dejó. No, tampoco hay antecedentes. Mi papá, que era sastre, tocaba el bandoneón, sería lo más próximo. Yo fui la única oveja negra de la familia.
Soy bastante fan de algunas series. Vi Poco ortodoxa; Bajo sospecha; una danesa buenísima, Algo en qué creer; Doctor Foster; El desorden que dejas; Fuerza de mujer, la turca, que me está matando
–¿La televisión ya no te ofrece lo que querés?
–Con los años te pueden pasar dos cosas: o que aceptes, "total es laburo y qué te importa" o que te vuelvas más exigente. Me gusta el trabajo pero no puedo hacer concesiones y aceptar un personaje sin ninguna importancia en la historia o uno parecido a otro que ya hice ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene pasar horas y horas de grabación? ¿Solo para que vuelvan a verme? Agradezco a Dios pensar así y tener el dinero para sostenerlo. No estoy enojado con la tele, estoy esperando que aparezca algo interesante. Una miniserie en alguna plataforma de contenidos me encantaría. Soy bastante fan de algunas series. Vi Poco ortodoxa; Bajo sospecha; una danesa buenísima, Algo en qué creer; Doctor Foster; la española El desorden que dejas; Fuerza de mujer, la turca, que me está matando; agarré ahora Outlander, que me hace pensar si no seré de otra época; en fin, me gustan mucho pero no me dejan leer y eso me preocupa.
–La periodista Liliana Viola te entrevistó, entre tantos otros, para su gran biografía de Alberto Migré. ¿Llegaste a leerla?
–No. Pero lo conocí mucho a Migré. Frecuenté a su familia, conocía sus hábitos y su generosidad, alguien preocupado por sus actores, su escritura a partir de la una de la mañana, toda la noche, porque había que entregar el capítulo, amaba el género.
–¿Tenías relación con los otros galanes de Migré, como Claudio García Satur o Arturo Puig?
–Valoro mucho la amistad pero me cuesta relacionarme. Soy muy compañero durante el período de trabajo, después se diluye. Con Puig no trabajé nunca pero es una hermosa persona, agradable. Con Claudio hicimos mucho después Extraña pareja en teatro (en 1999). Pero nos conocimos en Rolando Rivas. Yo entré como el contrincante, tenía algo con Mónica, el personaje de Soledad Silveyra. Fue cobrando fuerza cada vez más. Él era muy amable pero yo me sentía un poco incómodo por esto. Finalmente, ella se queda con Rolando. Y el año siguiente, Solita no continuó e hicimos Pobre diabla. Hubo un problemita entre ellos.
–¿Problemita?
–Si eso hubiera pasado en la época de Intrusos... Se decía que –esto a mí no me consta– que hubo romance más allá de la ficción y en salvaguarda del matrimonio (con José María Jaramillo), Solita no quiso seguir trabajando.
–Ya hace tiempo reconociste que los cachetazos en Amo y señor, con Luisa Kuliok, en los ochenta, en esta época resultarían inadmisibles ¿Considerás que la sociedad paraguaya también ha cambiado en ese aspecto?
–La sociedad paraguaya es machista, es conservadora y religiosa pero hay más información, no puede ser una isla. Diría que está cambiando. Si bien el paraguayo es romántico y seductor, en la intimidad es otra cosa. Sin duda, la información, los medios, fueron cambiando modos de pensar y actuar.
–¿Por qué no te casaste o formaste una pareja?
–Pensé en casarme hace muchos años con una actriz. Como no hablo de mis cosas, no se supo. Mi mamá insistía: "Me gusta, me gusta", decía, la quería. Era muy hermosa. Se fue diluyendo y bueno. Me cuesta la convivencia, soy muy independiente y obsesivo, meticuloso con mis rutinas, me gusta hacerme el desayuno, que nadie ose cortarme o pelarme mi pomelo, mi naranja.
A fines de 2019, estrenó su primera película como director y guionista, Lectura según Justino, con Julieta Cardinali y Mike Amigorena, basada en sus vivencias al inicio de la adolescencia y que los críticos compararon con Amarcord, de su admirado Fellini. Tiene ya listo otro guión, Los deudos, que espera poder filmar en cuanto los astros vuelvan a alinearse.
"Estoy encariñado y creo mucho en esta película sobre aquellos que pierden a sus seres queridos y no se resignan a dejarlos partir –explica André–. No doy nombres pero acerqué el libro a tres importantísimas figuras, un actor y dos actrices, y les gustó. El financiamiento es lo que viene, lo más doloroso, es muy duro. Me tocó el cambio de autoridades en el Incaa y la pandemia. Veremos qué pasa este año. Solo el amor al cine puede impulsarte a esto, aunque no te quede un mango, lo hacés, es una satisfacción a pesar del sacrificio".
–¿Los sueños superaron la realidad?
–Mis sueños se cumplieron tal cual los soñé. Todo lo que me pasó, lo soñé. Soñé que en la Argentina iba a estudiar y alguien me iba a descubrir. Daniel Tinayre me vio en un teatro under, en Belgrano. Buscaba un galán para Mirtha, para la obra 40 quilates. En esa época, había ficción desde la mañana a la noche, había galancitos, galanotes, de todo tipo. Por eso creo muchísimo en Dios ¿Por qué yo? Así fue. También hay una parte del sueño que no se me cumplió: el cine en Hollywood o en Italia. Amo su cine, pero no se dio, ya estoy resignado obviamente. Pero no por eso dejé de sentirme feliz.
Mentiras inteligentes
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