Ariel del Mastro, el director del show de Tini cuenta sus secretos artísticos
Dirige la obra Somos nosotros, en el Paseo La Plaza; pero, además, es el hacedor de muchos éxitos de Disney y del teatro musical; hijo de Nacha Guevara y Anteo del Mastro, tiene una vida apasionante con múltiples viajes
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Previo o durante las vacaciones de invierno, Ariel del Mastro va a tener estrenados seis espectáculos. Días atrás diseñó luces, dirección y puesta en escena, del nuevo show de Tini, en el Hipódromo. Repuso Somos nosotros, la pieza de su hija Macarena y Marcelo Caballero, con los protagónicos de Miguel Angel Rodríguez, Soledad García, Roberto Peloni, Mica Lapegüe y Lionel Arostegui, en el Paseo La Plaza y prepara el diseño lumínico de Network, la esperada versión teatral adaptada por Juan José Campanella, que dirige Corina Fiorillo y está basada en la película homónima de Paddy Chayefsky, la que subirá al amplio escenario del Coliseo, el 14 de julio. Antes se tomará unos días para viajar a España y hacer el casting del nuevo School of Rock; a su regreso se dedicará a los ensayos de Disney Junior en Vivo y Entrelazados, ambas de Disney, que irán al Gran Rex y, paralelamente, comenzará a preparar la pieza teatral Tick, Tick… Boom! del fallecido Jonathan Larson, el autor de Rent, que presentará en el Complejo La Plaza, en julio, con el protagónico de Federico Coates, que en el film que puede verse en Netflix, personifica Andrew Garfield.
Mientras hace un alto para almorzar una milanesa a la napolitana, dialoga con LA NACION, en un restaurante-café de Santa Fe y Libertad. “De acá me voy al Hipódromo para continuar con el montaje del show de Tini”, dice. En lo inmediato lo que urge preguntarle a Del Mastro, es cómo hace para preparar tantos espectáculos casi simultáneamente. “Armo muy buenos equipos de trabajo, sin ellos no lo podría hacer –destaca–. El teatro es un hecho colectivo y en cada proyecto tengo un asistente, o un director de actores, ellos se ocupan del trabajo de mesa. Me contienen, aunque me acuerdo de cada marcación o detalle”.
Para Somos nosotros, que se estrenó el año pasado y continúa en cartel, le propuso a su hija y a su director de actores, Marcelo Caballero, que la escriban una obra para hablar de un tema que le interesaba compartir con el público: ¿qué ocurre en una pareja cuando ella, o él, se enamora de un tercero? ¿cómo sincerarse y hablarlo? La respuesta del público fue inmediata, desde sonrisas cómplices en la platea, a miradas furtivas, sellaron su éxito. Hasta hace pocos días, Sofía Pachano y Tomás Fonzi formaron parte del elenco y fueron reemplazados por Miguel Ángel Rodríguez y Soledad García. “Tenían previstos otros proyectos y no pudieron continuar y debido al éxito de la obra decidimos seguir con actores de otra generación”, aclara Del Mastro.
El director y diseñador de luces le dedicó a LA NACION 50 minutos de charla y respondió sin ningún impedimento opiniones sobre aspectos privados y públicos. Su relación con su madre, la gran Nacha Guevara (Ariel es el hijo mayor de la intérprete de Eva, el musical; su padre fue el periodista y fotógrafo Anteo del Mastro), el exilio, los secretos de su trabajo, su oficio y por qué cree que el teatro en la Argentina debe contar con una subvención, para que el arte sea un bien a consumir por una mayor franja de público. También se refirió a las enseñanzas que le dejó la pandemia y el cambio que produjo en los espectadores adolescentes que agotaron entradas para ver a Tini Stoessel.
“No me gustan las comedias que son sólo para divertirse”
–¿Por qué te interesó hablar de la infidelidad, o el poliamor en la pareja, a través de distintas generaciones, en Somos nosotros?
–La idea original de la pieza que les propuse a Macarena y Marcelo, se refería a una relación de tres personas que vivían juntas y cómo eso evolucionaba. Ellos prefirieron plantear lo que ocurre cuando le planteas esto a tu pareja. ¿Qué ocurriría si abrimos la pareja e incluimos a una o un tercero? Me parece que el teatro tiene que servir para reflexionar y el tono de comedia aliviana un poco el planteo para que no te asustes tanto. No me gustan las comedias que sólo son para divertirse, por eso intentamos sumarle otro color. Al público le encanta. No somos moralistas en lo que estamos contando. No te decimos que está bien o no. Planteamos la pregunta ¿es posible amar a dos personas al mismo tiempo? y dejamos que el espectador decida.
–Los protagónicos ahora los hacen Miguel Angel Rodríguez y Soledad García. ¿Tuvieron que hacer cambios en el texto original?
–Primero íbamos a hacer la pieza de enero a marzo, pero ahora se extendió todo junio. Y Sofía y Tomás tenían otros compromisos. Como vimos que al público le atrapa el tema, dijimos por qué no continuarla con otra generación de actores. Macarena y Marcelo reescribieron algunos textos y situaciones referidos a los años que están juntos, el hijo en común de esa pareja y eso abrió una mirada hacia otra generación. No sólo en los jóvenes surgen estos interrogantes.
–También te permitió reunir a tus dos hijos.
–Sí, Macarena es coautora de la pieza con Marcelo y le propuse a mi hijo Anteo, que tiene el mismo nombre de mi padre, que trabaja como iluminador en El Nacional, si se unía a mí y hacíamos el diseño lumínico juntos.
La pandemia, el encierro, provocó artísticamente en Del Mastro algunos cambios, entre ellos decidir moverse entre el pequeño y gran formato. “Esa flexibilidad me la está dando la vida –añade–. Cuando llegue al Complejo La Plaza para dirigir Somos nosotros, me dijeron `mirá que esta obra va a hacer funciones tres veces por semana y vas a tener que utilizar las luces que hay’. Respondí que no tenía problema. Todo implica un aprendizaje y hay que estar abierto a los cambios. Entender que menos puede ser más. La vida cambio, estuvimos dos años encerrados. Aunque creo que todo lo que aprendimos nos lo estamos olvidando. Así como estrenamos esta pieza, en España hice y ahora reestrenamos School of Rock, con cincuenta niños en escena, porque son catorce pequeños protagonistas que no pueden hacer más de dos funciones semanales. Hacer el show de Tini y a su vez obras con dos actores, me permite continuar expresándome y conocer gente nueva. Es también entenderme a mí y darme cuenta lo que sé y no sé hacer y seguir perfeccionándome. Yo no sabía hacer comedia y ahora hicimos una, que no es pasatista, obliga a repensarnos. Estoy contento más allá de los resultados, porque en el teatro hoy te va bien y mañana puede ser al revés. Del mismo modo que hago espectáculos para adultos –Eva, el musical, Cabaret, Por amor a Sandro, Despertar de primavera–, me pasó que quedé un poco atrapado en el mundo de Disney. Trabajo con Tini, hice Soy Luna, La bella y la bestia, Violetta Live, Topa y Muni. Hay algo del mundo del juego que me atrae”.
–¿Qué tema fue esencial comunicar al público de Tini en este show, qué te planteó ella, qué te propusiste contar vos a través de la dirección, diseño de luces y puesta en escena?
–Con Tini hicimos el Luna Park y ahora se programaron cinco Hipódromos. Fue un récord. 18 mil personas por función, se podían hacer más, pero se decidió parar ahí. Siempre trabajo con un equipo, sólo no puedo porque me encargo del diseño de iluminación, las pantallas y todo lo referido al escenario. Técnicamente hago muchos recitales. Lo primero es hablar con el músico y preguntarle qué quiere contar. A diferencia de un texto teatral, acá hay un disco que el público ya lo tiene y se sabe los temas. El artista ya decidió que canción, hay un por qué de ese tema. Intento profundizar en eso, hasta que la búsqueda se haga más pequeña y pueda transformarla en una sola palabra. Eso le va dar identidad al show. Tini está contando cómo le fue en la pandemia. La nueva artista que ella quiere ser, su mirada del mundo. Hicimos un video que habla de esa nueva Tini y lo que ella quería contar.
–¿En un show así se utiliza la misma tecnología que en Europa?
–Utilizamos mucha robotización, elementos que se mueven solos, trampas en el piso. Varias pantallas, carros que entran solos a escena. Es un show bastante tecnológico, con una araña que sube y baja y se configura de distintas formas, mediante un código muy pop. Pero a nivel técnico no tiene el mismo nivel que en Europa.
“Hoy hay una constante necesidad de inmediatez”
–Dado que es un show para un público adolescente, infantil ¿observaste algún cambio que haya producido la pandemia en estas chicas y chicos, en cuanto a su forma de comunicarse, o qué les impacto más del espectáculo?
–Creo que la pandemia provocó que se profundizara más en la inmediatez. Todo pasa por una pantalla, todo debe suceder muy rápido, es ahora. Yo no lo comparto, pero no puedo dejar de observarlo. Este show tiene una dinámica en el que todo va muy rápido y es muy visual. Hay cosas que no las contamos con palabras sino con imágenes. Los chicos hoy consumen muchas imágenes y a través de ellas construyen un imaginario propio.
–¿Es un proyecto propio estrenar Tick, Tick… Boom!?
–Había un grupo de gente que lo quería hacer y me propuso dirigirla, luego ellos se retiraron y me lo quedé yo. Cuando la leí me encantó. Hice American Idiot, la ópera rock de Green Day, puse yo el dinero, sabía que lo iba a perder, pero no me importó fui feliz haciéndola. Sentía que lo que pasaba ahí me pertenecía. Ahora sucede algo similar. El protagonista va a ser Federico Coates, junto a un grupo que proviene de la comedia musical. Lo que me emociona del texto, o de la peli es que expone cosas que nos han pasado a todos los artistas. Me gusta más la peli que el texto original. Sé que va a ser una obra de culto, que va ir el público que le gustó lo que vio en Netflix, por eso estoy tratando de crear una puesta lo más cercana al lenguaje del film, que es muy rápido en su narración. El cine y el teatro son distintos y éste último te obliga a tener que dejar en claro muchas situaciones, parentescos. En cambio el cine con pocas imágenes contás todo. A mí los primeros veinte minutos de una obra me aburren, pero hay que narrar los hechos, de lo contrario no comprendes lo que sigue. Acá vos ya sabés que en parte se está contando la vida de Jonathan Larson, que el pibe murió la noche anterior al estreno de su obra Rent.
–¿No temés, como ha ocurrido en otros casos, que el público que vio un musical en cine, luego lo ve en el teatro y sale desencantado?
–Hay algo del teatro musical que hacemos acá y en otros países, que a veces me aburre, es un poco frívolo, no profundizamos en las relaciones entre los personajes y, desde mi lugar, trato de que eso no ocurra. Mi dirección de Cabaret, no era superficial, era una obra profunda, pero el texto estaba por delante de todo, después venía el baile, el vestuario, la iluminación, que terminaba de redondear el espectáculo. El musical, a veces, cae en el lugar común de que le ponemos luces, cambiamos setenta veces el vestuario y hacemos una coreografía que impacte, pensando que va a transmitir emoción. El valor del espectáculo se lo dan los textos bien dichos, entendiendo para quién está dirigido. No es lo mismo ver Cabaret, que Peter Pan. Trato de no caer en estereotipos conmigo mismo. Claro que me siento más cómodo en un lenguaje como el show que hago con Tini, o el montaje de Aladdin, que están dirigidos a tres mil o dieciocho mil personas. Pero lo que hemos vivido estos años modificó varios aspectos. Los mega musicales no se van a hacer. Hay que apostar a espectáculos más pequeños, con cuatro actores y que los productores puedan ganar dinero.
–¿Cuál fue tu escuela, te formaste con tu familia, colaborando en los espectáculos con tu madre?
–La escuela fue estar sentado en la platea muchas horas observando. Cuando vivíamos en España, a mis 16 años, julio y agosto era la época en que más shows se hacían. Nos íbamos de gira y estábamos sentaditos en la platea mi hermano Gastón (Briski, hijo de Norman Briski y Nacha Guevara), que es sonidista, con el que tenemos cinco años de diferencia. Ahí comenzamos a observar y a entender los por qué. No intelectualmente, sino a nivel percepción: se puso rojo un spot porque están enojados, o se pone un seguidor porque hay que contar algo en particular. Al final de la dictadura me volví a la Argentina porque mi padre estaba muy enfermo y quería estar con él, yo era muy chiquito cuando mis padres se separaron. Y pensé que si no lo hacía eso me iba a pasar factura con el tiempo. Fui a vivir a lo de mi abuela (Clotilde Badalucco, madre de Nacha, que murió el pasado 20 de enero, a los 102 años) y ella era socia de la madre de Jorge Durietz, del dúo Pedro y Pablo, que se habían quedado sin iluminador y comencé a trabajar con ellos. Luego seguí con Piero, Rubén Rada, Alejandro Lerner, León Gieco... Me hice un poquito famoso, porque aplicaba el diseño de iluminación teatral a los recitales y al revés; eso era algo que todavía acá, en ese momento, no se hacía.
–Hay una anécdota que dice que en una de las funciones de Eva, el musical, te peleaste con tu madre y no se hablaron por un largo tiempo. ¿Qué hay de cierto en eso?
–Es cierto que nos peleamos y estuvimos un tiempo sin hablarnos, pero no mucho. Me enojé porque era el director artístico del musical y teníamos diferentes opiniones. Habíamos llegado a un acuerdo consensuado y luego en el camino ella decidió hacer un cambio. Lo cual me pareció bien, el texto era de ella, Alberto Favero y Pedro Orgambide. Pero yo recién comenzaba y eso hizo que se chocaran un poco los planetas. Luego yo volví a hablarle. Nacha como la mayoría de la gente del Di Tella, son precursores.
–¿Estabas con tu madre en la época que ella trabajó con Harold Prince, en los Estados Unidos?
–Estuve la primera vez, yo ya tenía 16 años, iba a la escuela y no me hacía amigo de nadie, porque sabía que los iba a perder, debido a qué viajábamos mucho. Sí íbamos con Gastón, pero él iba a la primaria y yo a la secundaria. Eso me empezó a desgastar mucho. Luego estábamos en México donde tenía un amigo en una empresa constructora y le dije a mi familia que me quedaba allí. Me puse a vender departamentos, no vendí ni uno. Pero luego comencé a trabajar para Los Parchís haciendo luces. A Harold Prince lo conocí una primera vez que fuimos con Nacha, Alberto y mi hermano Gastón a comer a su casa y era muy interesante escuchar sus puntos de vista. Ellos se hicieron muy amigos. De él había visto El fantasma de la ópera, de la que era el director, pero había algo del texto que no me era cercano. Fue como haber conocido a un prócer.
–De los espectáculos en los que estás trabajando, la mayoría te convocaron, otros los elegiste, ¿hay algo que modificarías?
–El arte tendría que ser un poco más popular. En el circuito comercial es el productor el que te va a volver loco. Si no vendés tantas entradas te echan. El off tiene menos recursos y son más libres. Hoy dentro de la coyuntura económica en la que estamos, una entrada a 3.000 o 4.000 pesos es elitista. Es un arte para ricos. Dos personas que van a ver un espectáculo abonan ocho mil, si vinieron con coche, tienen que abonar estacionamiento y ni hablemos si van a comer o a tomar una gaseosa, se suman más de diez mil pesos. Cuánto tienen que ganar mensualmente esas dos personas. Este año se está haciendo muy difícil. Es preferible llevar a tu hijo al cine, que gastas menos. Hay países que subvencionan el teatro, como mecenazgo, eso hace que los productores puedan cobrar a menor precio las entradas.
Para agendar
Somos nosotros
De Macarena del Mastro y Marcelo Caballero
Sábados, a las 19.30; y domingos, a las 21.
Paseo La Plaza, Corrientes 1660
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