Antonio Birabent: "Ser padre me hizo mejor persona y valorar el tiempo de otra manera"
Por primera vez en 25 años de carrera se anima a abordar una obra de texto como actor, junto con Victoria Raposo, mientras hace radio, shows y prepara su nuevo disco
Músico y actor, compuso y grabó 18 discos solistas y participó en numerosas películas y series televisivas, desde Tango feroz hasta Verdad-Consecuencia, Epitafios o El tiempo no para, entre muchas otras. Porteño inquieto, por cuarto año consecutivo también conduce Un hombre nuevo (miércoles, a las 20, por la Nacional Rock), que el último año ganó un Martín Fierro al mejor programa nocturno en FM.
Lo curioso es que a sus 50 años recién cumplidos, Antonio Birabent se le anima por primera vez a una obra de texto, y casi sin buscarlo inaugura una nueva etapa en su carrera actoral, un lenguaje teatral al que asegura le va a dedicar tiempo y seguramente lo acompañará de aquí en adelante. La obra en cuestión se llama Ni te cuento cuánto, pieza escrita y dirigida por Carolina Barbosa, donde junto a la actriz Victoria Raposo recorre con humor los matices de una pareja consolidada que, de repente, goza de una pequeña y efímera dosis de intimidad, un fin de semana sin su hija, que los lleva a plantearse algunos interrogantes, compartir sus frustraciones, deseos, esperanzas y algunas dudas.
"La historia cuenta de la dificultad de la relación entre dos personas. Una situación cada vez más común. Estamos todos tan hiperestimulados, tan en nuestros propios mundos, que compartirlos con otros cada vez es más difícil. Para mí siempre es difícil llevar adelante una existencia, y de a dos se multiplica", anticipa Birabent, sentado a una mesa en el bar de El Camarín de las Musas, con el pelo revuelto, un traje Dolce Gabbana (usado) que le regaló su "gran amigo", el director Andrés Fowill, remera oscura y zapatillas deportivas.
-Hace casi treinta años que actuás y por primera vez hacés una obra de texto. ¿Cómo se explica?
Por un motivo o por otro, siempre le esquivé al teatro. Una sola vez hice teatro musical con Gloria Carrá, dirigido por Javier Daulte. Siempre encontraba un argumento que era falaz: no quiero hacer todas las noches lo mismo. También me decía otro argumento que no era falaz, sino verdadero: para el escenario yo ya tengo la música. Sin embargo, hace poco más de un año conocí a Carolina (Barbosa), la autora, y me dijo: "Antonio, vos sos un desperdicio para el teatro. Quiero escribir una obra donde vos actúes". A los pocos meses me llamó y me dijo que tenía una obra para mí y ahí empezamos a trabajar. Evidentemente es una decisión que postergué, pero que estoy tan contento de haber tomado. Ahora que lo estoy trabajando en profundidad, me doy cuenta de que el teatro es un terreno que me fascina. Mejor tarde que nunca.
-¿Qué punto en común encontrás con Nicolás, tu personaje?
En todo este tiempo que llevo actuando siempre quise que todo lo que personificara tuviera que ver conmigo. Me parece la forma más auténtica de empezar a trabajar algo. Incluso en personajes como el asesino serial que hice en Epitafios busqué los puntos que teníamos en común. Siempre construyo desde un lugar cercano, y después empiezo a recorrer. En este caso, el personaje es un inconformista, y a su manera, también es un buscador. Creo que esas dos condiciones están.
-Hace ocho años que sos papá de Oliverio. ¿Cómo te cambió la paternidad?
-Justamente, en la obra hay un momento donde reflexionamos sobre la dificultad de ser padre desde un lugar muy poco convencional, reconociendo lo que sufrimos la paternidad. A mí, ser padre me hizo mejor persona, me hizo valorar el tiempo de otra manera. Por otro lado conocí el miedo a que le pase algo. Un hijo te da una extrema fortaleza, el conocimiento de un amor puro, y ese miedo las veinticuatro horas por día. Si estás despierto, ser padre es un regalo, agotador, pero un regalo.
-¿Pensaste en tener otro hijo?
No está en mi horizonte. No me dan ganas de empezar de vuelta de cero. El arranque es muy duro, y además no tengo una candidata. Tampoco la estoy buscando con muchas ansias. Estoy, como decía el proverbio criollo porteño de antes, "soltero y sin apuro".
-¿Alguna vez se confrontaron esas vocaciones de músico y actor?
Nunca sentí la necesidad de elegir, se ha ido dando eso, y he hecho muchas cosas en un área y en la otra. Mientras hablo con vos de esta obra tengo en la cabeza tres shows en abril, que pasado mañana toco invitado en el concierto de una amiga, después voy a grabar en el disco de otro, y preparar uno mío. Siempre fue así desde hace más de veinticinco años. Para mí es natural, me costaría mucho pensar en ser un hombre de una sola cosa. Soy profesionalmente orgiástico.
-El rock surgió como ruptura, contracultura. Pero ¿no es un poco paradójico y conservador dedicarte al mismo oficio que tu padre (Moris)?
-Bueno, por eso será que estudié Ciencias Políticas durante bastante tiempo. Probé otras cosas. Pero es interesante que nadie me obligó a seguir este camino, yo elegí este oficio, y después de casi 30 años de hacerlo, lo sigo eligiendo. Por otro lado, me considero un conservador, así que estaría bien.
-Se sabe que tanto la actuación como la música son dos profesiones irregulares y hasta azarosas. ¿Pudiste vivir del arte todos estos años?
-Absolutamente, desde 1992, no vivo de otra cosa, no tengo otras entradas. Pasa que soy muy austero. Formo parte del grupo de privilegiados que vive de esto que elegimos hacer. Pero siempre fue así, no es una novedad de esta época. Primero no es fácil vivir de nada, ningún oficinista tiene la vida más asegurada que yo, y entiendo que la dificultad para vivir, para llevar adelante tu profesión, es inherente a la vida. Entonces, yo entiendo el sentido cuando se habla de la inseguridad, pero también digo: ¿pensaban que era distinto?; ¿tan mal evalúan la existencia?; ¿creían que esto es un lugar seguro? No, chicos, no es un lugar seguro.
-¿Cómo se traslada esa austeridad a tu vida?
-No me gusta el lujo, me parece muy vulgar. Vivimos bajo la dictadura estupidizante de la publicidad y el consumo, y a eso yo le esquivo como gato al agua, no me interesa. Ni esa idea del consumo de lujo, ni esa idea extendida de las virtudes de la fama.
-¿Y las redes sociales?
-Creo en su utilidad, pero no hay que olvidar que en las redes quedan atrapados los peces. Entonces, a veces nos convertimos en peces atrapados en las redes. Por otro lado tengo Instagram, donde publicito cada cosa que hago.
-¿Qué hacés en tu tiempo libre?
-No tengo mucho tiempo libre, porque por un lado me dedico mucho a mi hijo, la cabeza la tengo ocupada en esta tarea creativa interpretativa, y el resto del tiempo libre trato de utilizarlo caminando por la ciudad, conectándome con las personas, sin perder la espontaneidad, una situación que está desapareciendo totalmente entre los humanos. Pareciera que solo los animales son espontáneos ahora. Se ha perdido la frescura, y eso me preocupa. A mí me gusta mucho hablar con la gente, compartir con el otro, vivir en comunidad, y eso está en franca decadencia. Después tengo muy buenos amigos, me llevo bien con mis padres, mi hermano, y así se me va el día. Creo que el lujo más difícil que tenemos de lograr es el tiempo. No hay tiempo. Trato de valorar y lograr tener tiempo, para todo esto. Pasamos mucho tiempo delante de las pantallas, entonces en la medida de lo posible trato de estar más cerca del lápiz, del papel, de la caminata, del tránsito humano, esa austeridad que te conecta con algo más real, del día a día.
-¿Sos religioso?
-No me gusta la religión, sí la idea de la trascendencia del alma, que es algo intangible, pero en todo caso para mí es un desconocimiento, una sospecha. Siento que la religión parte de una idea que está inventada para soportar la vida. Tener la noción de que nos vamos a morir y después no hay nada es muy doloroso. Y me parece que para muchas personas la religión es la posibilidad de creer que después hay algo más y que esto vale más la pena de lo que realmente vale.
-Alguna vez dijiste que ir creciendo de alguna manera es vivir con menos pretensiones, con la guardia alta, pero sin tantas expectativas.
-Yo practiqué boxeo durante mucho tiempo, y algo que te enseñan es que por más cansado que estés, la guardia tiene que estar alta, porque a medida que boxeás los brazos se te van cansando y empezás a bajarlos sin darte cuenta. Por otro lado, fui aprendiendo que tener grandes expectativas no es sabio. Y me sigue pasando, y apenas sucede, me doy un golpe. Guardia alta, expectativa baja.
-¿Cuál es la mayor enseñanza que te gustaría dejarle a tu hijo?
-La importancia de la alegría y del disfrute.
-¿Al fin de cuentas, la lluvia te inspira o no te inspira?
-Me encanta la lluvia. Siempre me gustó.
Ni te cuento cuánto.
Dirigida por Carolina Barbosa
Jueves, a las 21.
El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960.
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