Ángel: sencilla y emotiva historia de dos hermanos
Libro: Patricia Suárez / Elenco: Nicolás Asprella, Verónica Litvin, Hernán Darío Statuto / Dirección: Marcelo Moncarz / Sala: Patio de actores, Lerma 568 / Funciones: viernes, a las 20 / Duración: 60 minutos / Nuestra opinión: buena
El imaginario de Patricia Suárez está plagado de seres marginales que ella devela en sus textos con un profundo cariño. Los suele ubicar en un contexto social de extrema sencillez y les permite desarrollar cierto costado delirante hasta que logra convencer al espectador, siempre con buenas armas, de que el universo de esa gente resulta muy atractivo de tener en cuenta.
En Ángel expone la historia de dos hermanos que se han visto obligados a escapar de su pueblo natal para instalarse en un territorio en el que intentan recomponer un estilo de vida que no siempre encuentra cierta armonía.
Teo, el menor de los muchachos, padece cierto desequilibrio mental que puede controlarse gracias a un tratamiento médico. Santiago, el mayor, trabaja en una juguetería y cuida de Teo con profunda responsabilidad. Al jovencito le gusta pintar ángeles y vende sus trabajos en una plaza.
Entre ellos pivotea Patricia, la novia de Santiago, quien, además, ha realizado aportes económicos para que los hermanos puedan tener una vida más relajada. Todo parecería correr por carriles "normales" hasta que a Teo se le aparece un ángel y allí el drama deja cierta singularidad realista para trasladarse a un campo místico que cambiará el estatus emocional de los tres personajes. Cada uno mostrará su realidad de manera descarnada.
El director Marcelo Moncarz hace mucho eje en Teo, aunque no descuida otorgarles su verdadera dimensión a las otras criaturas. Necesita exacerbar la conducta del joven exponiéndolo como un ser sumamente inquieto y este no deja de moverse durante toda la representación. Nicolás Asprella, intérprete con buenos recursos, pone toda su energía (y es mucha) al servicio de esa marcación, pero deja de lado cierto costado emotivo del personaje. Teo es mucho más que su hiperkinesia. Sus actos y sus reflexiones lo muestran como un hombre muy entrañable. Y hay momentos en los que esos valores asoman algo velados.
Hernán Darío Statuto compone a Santiago con mucha seguridad y logra mostrar a su personaje en sus costados más vulnerables. Consciente de las carencias con las que ambos hermanos crecieron y aún padecen, se planta con la fuerza de quien se ve obligado a aportar protección sin dejar de lado las múltiples preocupaciones que lo acosan. En un papel menos desarrollado, Verónica Litvin se integra a esa relación aportando también verdad, pero desde un universo sumamente opuesto, ella forma parte de un mundo profesional que le permite vivir muy holgadamente. La obra trasciende por su sencillez y la intensidad con la que se refleja la historia de un diferente.
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