Ana Jelin: la productora que contribuyó al prestigio del teatro argentino en España
Madre del experimentado productor Sebastián Blutrach, es una figura clave en la producción teatral ibérica, donde llevó a directores como Veronese y Tolcachir
MADRID.- Llueve en la ciudad y aún así enjambres de personas buscan ofertas en el Black Friday. Pide verduras en el restaurante, mientras en la mesa de atrás se atolondran las palabras del festejo de un cumpleaños. Suena su teléfono de modo incesante, pero ella mantiene la serenidad y el hilo de la conversación. Atiende, sí, a su hija y luego envía un mensaje a su hijo -y colega- Sebastián Blutrach, presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales. Ambos quieren saber cómo le fue la noche anterior. Dos (sí, dos) de sus producciones se estrenaban en la cartelera madrileña: una, Próximo, dirigida por Claudio Tolcachir; la otra, Hijos, por David Serrano. Ana Jelin acaba de salir de una reunión en un teatro y así confirma el regreso de Copenhague para 2020. Desde hace 33 años esta productora argentina radicada en España suma su sello y su mirada a la oferta cultural de la ciudad.
Regla número uno. En el decálogo del productor teatral de Jelin hay una máxima de oro que antecede las demás: el productor viene a resolver problemas. No trae ninguno. Si no resuelve, no sirve.
Aunque su productora se llama Producciones Teatrales Contemporáneas, todos se refieren a esta factoría de obras de calidad por el apellido de su fundadora y directora. Fue Jelin quien encontró El método Grönholm, de Jordi Galcerán, quizá el mayor éxito de su carrera, quien apostó por Daniel Veronese y por Claudio Tolcachir en España, y quien montó espectáculos de la talla de Hamlet, La tempestad, El vestidor, Novecento o El zoo de cristal.
-¿Cuál es su modo de producir? ¿En qué pone énfasis?
-Lo primero que busco es un texto que tenga ganas de contar. Tengo un enorme respeto artístico hacia los directores. Estudio a cada uno de los personajes. Una de las cosas que más me gusta es el casting porque tengo los personajes dibujados en mi cabeza y busco al actor o a la actriz que pueda encajar mejor. Contraté a Rosa Estévez para las audiciones, la mejor, y estoy junto a ella cuando los hace.
-¿Se analiza? Hay quizá una lectura "muy argentina" [el psicoanálisis no está tan extendido en España como en la Argentina] en cada texto.
-Totalmente. Me analizo desde hace muchos años ya en Buenos Aires, y ahora en Madrid. A mí lo que me interesan son las relaciones de los personajes, entender por dónde surge el conflicto y si hay solución o no. Si no hay conflicto en el teatro, la gente se aburre. A veces están muy escondidos y hay que buscarlos.
-Asiste mucho a los ensayos.
-Muchísimo, pero nunca les doy una nota a los actores, yo hablo todo con los directores.
-¿Alguna vez quiso dirigir?
-No. Siempre dije que quería ser la mejor productora y no una directora mediocre.
-Hay dos directores por los que apostó en España: Veronese y Tolcachir.
-A los españoles no les gusta mucho que lo diga, pero el haber traído a Daniel y a Claudio y que los actores conocieran cómo ellos trabajan ha cambiado el teatro español.
-¿Cómo trabajan?
-Con la verdad. Los actores al principio no entendía cómo dos personajes podían hablar al mismo tiempo y es que así es la vida.Con Timbre 4 somos familia. La dirección de Claudio en Todos eran mis hijos, de Arthur Miller, fue maravillosa y todas las adaptaciones de las obras de Chejov que hizo Daniel son espectaculares.
-¿Alguna vez sintió el deseo de actuar?
-No me subo a un escenario ni que me maten. Cuido mucho a los actores. Ellos son los que se animan a subirse al escenario a dejar el alma, los que dan la cara, estén de buen humor, o no. Hay productores que no se llevan bien con ellos. Dicen: "Si es lo único que hacen". Y yo digo: "¿Cómo que es lo único? ¡Son ellos los que hacen lo que tú necesitas!".
Regla número dos, según el decálogo de Jelin: el respeto por sus actores. Le cuesta mucho armar un podio con sus favoritos, pero nombra a dos: Carlos Hipólito ("el mejor actor de España") y la inmensa Malena Alterio.
En la casa de Ana Jelin se hablaba castellano e yiddish. Su padre y su madre se conocieron en Polonia. Primero partió él hacia la Argentina y gracias a que este joven empresario dedicado a la madera pidió a la muchacha en matrimonio, ella pudo dejar el país en el último barco antes de la irrupción de los nazis. "Ella era una persona muy inteligente, una especie de activista social, pero nunca tuvo un trabajo. No tuvo tiempo de ambientarse a la Argentina. A los 9 meses y una semana de haber llegado, tuvo al primero de sus cuatro hijos". La productora, pariente lejana de Lía Jelin, tuvo tres hijos. Una de las obras que atesora es Tierra del fuego, de Mario Diament, en la versión que Claudio Tolcachir realizó con un actor árabe absolutamente desconocido por entonces: "Para mí es como la historia de mi vida. Esa obra me dejó mostrar que ninguno de los dos lados, israelís y palestinos, tiene razón. Culpables somos todos de esa violencia".
En la vida de Jelin hay varios cambios de rumbo. Licenciada en Economía y en Administración de Empresas, trabajó en una empresa internacional de cosmética, pero decidió dar un vuelco a su profesión con la llegada de Héctor Cámpora al gobierno. Pensó que lo mejor sería ingresar en el mundo académico. Trabajó como adjunta de la cátedra Economía Política hasta que con el Golpe Militar perdió su trabajo. Fue entonces que escuchó con atención en consejo de una amiga de un grupo de terapia y comenzó a producir teatro. Era 1976 y pronto se acercó a Agustín Alezzo y a Hedy Crilla, con quienes trabajó en múltiples puestas. En poco tiempo comenzó a producir y a programar en el Olimpia, en el Odeón, en el Blanca Podestá (hoy, Multiteatro Comafi) y en el Bauen.
-¿Por qué piensa que su amiga le sugirió producir teatro?
No lo sé, me dijo que veía en mí cierta sensibilidad y un modo de encarar la economía particular.
-En la Argentina tenía un nombre y prestigio, ¿por qué tomó la decisión de mudarse a Madrid?
-Me separé y, además, me di cuenta de que la Argentina que se venía era muy gorda. Veía a Alfonsín y a la democracia demasiado endeble. Mi pareja también había producido en España, así que vine. Era muy inconformista, quería tener más. Ahora ya no, estoy contenta con todo lo que hice, con mi vida, con mis hijos, con mis nietos, con mi pareja, que llevamos más de 30 años.
-¿Cómo era Madrid en 1986?
-Estaba en explosión. Había mucha droga y cosas que, viniendo de la Argentina, no estaba acostumbrada. Pero después empezaron a pasar cosas muy lindas. Produje flamenco, a Manuela Vargas, y me llamaron del Teatro Español para que fuera directora adjunta de Miguel Narros.
-Debe hacer sido difícil mudarse.
-Empecé de cero. Trabajé mucho. Es cierto que la gente de la profesión me conocía. Hacía todas las giras en coche. Recorrí todos los pueblos de España. La primera obra que produje fue Séneca o el beneficio de la duda, de Antonio Gala, por un pedido del Ministerio de Cultura. Me llamaron porque había producido obras españolas en Buenos Aires y porque había sido directora adjunta del Festival de Caracas. Lo más difícil fue el tema de mis hijos. La más chica vino conmigo, la más grande se quedó un tiempo más y Sebastián, después que pasó el sorteo de la colimba, viajó y se instaló en Madrid.
-¿Le gustaría que su hijo ocupara algún cargo político? De modo recurrente le hacen propuestas para ocupar cargos.
-Depende en qué puesto y en qué condiciones.
Jelin no quiere ahondar en este tema que se refiere a su hijo, por quien siente una gran admiración: "Se me cae la baba por él. Es una persona muy especial".
-¿Cómo analiza el presente del teatro en España?
-Hay un enorme problema con los repartos porque como vinieron las plataformas enormes de TV y los actores quieren hacer TV.
-¿Cuál es su motor?
-Para mí esto no es un negocio. Estoy muy contenta porque he podido vivir de la producción del teatro. He hecho muy pocas cosas comerciales. Tengo la suerte de estar rodeada de gente que admiro.
-Tiene una agenda lista para 2020. ¿Y luego?
-Ya pienso en retirarme. Sebastián seguirá colaborando. Además, el empleado que entró último a mi compañía lo hizo hace 21 años. Creo en ellos y sé que pueden continuar, por eso les regalé la mitad de la empresa. Ideológicamente, soy coherente.