Alfredo Arias: "el mundo consumista es un elefante al que le cuesta caminar"
El coronavirus hizo que Alfredo Arias se haya quedado "anclado en París", como le gusta decir del otro lado de la línea. En verdad, en 1969 el gran director, actor y dramaturgo había levado sus anclas de Buenos Aires para radicarse en Francia en donde se transformó en un figura de la escena europea. Allí aquel joven que fue figura de avanzada del Instituto Di Tella, montó obras de Copi, Sartre, Shakespeare, Mishima o Genet y hasta una revista en el Folies Bergère. Desde el retorno de la democracia tendió un vínculo muy fuerte con la escena local montando obras tanto en teatros como en museos contemporáneos. Tanta es su producción que en estos doce últimos meses estrenó aquí Happyland, texto de Gonzalo Demaría; Hello Andy? Joan Crawford habla, con Alejandra Radano; y Hermafrodita, con Mayra Bonard y Carlos Casella. Tenía pensando volver el mes próximo, pero, por motivos tan particulares como globales, ya no sabe cuándo será su retorno.
"Al llegar nos encontramos con esta situación de la cual ya teníamos noticias –cuenta, desde su casa en París, este verdadero dandy de la escena–. Sin embargo, debo decir que nadie daba signos claros de lo que luego sucedería. Cuando un sábado de marzo el presidente Emmanuel Macron anunció el cierre de la actividad, ese mismo día, las calles de París estaban llenas de gente como si esa misma gente estuviera contradiciendo a la plaga que se les iba a caer en la cabeza. Desde otra perspectiva, entiendo que una de las razones de este aislamiento brutal ha sido un poco como esconder la precariedad sanitaria del sistema francés ya que eran los mismos servicios de la salud los que solicitaban cumplir con la cuarentena dura para tener la cantidad de camas disponibles. Por lo tanto, a esta altura del mundo, me parece bastante precario que la solución sea mandarnos a encerrar con todo lo que implica esa situación. El virus nos dejó sin cotidiano, sin trabajo".
-¿En este escenario, cómo imaginás a la actividad escénica que se viene?
–El teatro y las artes de comunicación de persona a persona que son esenciales en todas las comunidades quedaron en lo último de la lista para volver a la actividad. Es como si el virus nos estuviera diciendo, o la brutalidad de este gesto que tuvimos que padecer, que los artistas no somos necesarios. Habrá que reaprender. Por el momento todo lo que tenemos son obstáculos. Las soluciones que ofrecen como poner en una sala de teatro una butaca libre entre personas o no hacer entreactos puede generar que el espectáculo esté en aquello que pase en la misma sala y no en un escenario. Y hay que entender que el teatro es un momento de entrega. Si uno como espectador va con tantos carteles de warning se vuelve imposible recrear lo esencial del teatro que es la comunicación en el inconsciente mediante la cual la gente se deja llevar por la trama narrativa. Hay que pensar cómo restablecer ese vínculo. Creo que es un momento para reflexionar sobre qué es lo importante a decir. No es necesario que todos hablemos de la pandemia porque la gente ya esta pasada de ese tema.
–¿Qué te impulsa como creador en estos tiempos de pandemia?
–Lo estuve hablando mucho con Gonzalo Demaría y él se interroga muchísimo sobre los temas a tratar. Lo que tengo claro es que no seremos hijos de la pandemia; la precedemos, tenemos una historia. Todo esto hace que nos tengamos que reposicionar, pero tampoco nos podemos transformar a tal punto de no saber quiénes somos. A lo sumo nos debería reafirmar y sacarnos de encima todo lo superfluo. Desde el momento en el que el teatro quedó suspendido se trató de llevar lo producido a la Red con proyecciones de obras filmadas de manera muy precaria, algo que no suma. Ante esta situación creo que el teatro también puede constituirse como una especie de biblioteca de imagen e indagar la relación entre imagen y teatro, que no es la captación brutal de una obra filmada con una cámara en el medio de la sala; debe ser otra cosa. Creo que habría que producir imágenes dentro del ámbito y del rigor que impone el teatro y, a partir de ahí, crear imágenes para que sean proyectadas en salas teatrales. Como lo que hizo Mariano Pensotti con El público, un trabajo de mixtura entre el cine y el teatro.
–La obra de Pensotti se presentó en el última edición del FIBA. Durante ese encuentro escénico estrenaste Hermafrodita, que se montó en el Malba y que debería volver en agosto al Cultural San Martín. Antes de tu partida tuviste una charla con Jorge Telerman, director del CTBA, imaginando una versión escénica de Cacería, el último libro de Demaría. ¿En qué quedo todo eso?
- En nada concreto, es así. Hermafrotida había nacido a partir de una investigación que venían llevando Mayra Bonard y Carlos Casella sobre la transexualidad y, más puntualmente, sobre el hermafroditismo, la presencia física en un cuerpo de los dos sexos. Para mí ellos son dos pensadores escénico que, después, se vuelven en performers. Son como guerrilleros, gente preparada ideológicamente para exponerse de una manera lindante con lo irracional. Y estrenamos Hermafrodita en el Malba porque responde mi intención de abrir puertas de conexión entre la representación con otras artes. Es muy diferente como la gente mira un espectáculo en un museo a como lo hace en un teatro.
–Hablás de dos bailarines de alta exposición escénica así como también de presentar obras en espacios no tradicionales para abrir nuevas ventanas. Son prácticas impensables en estos tiempos con la aproximación vedada y museos cerrados.
–Bueno, entonces diría que me parece fascinante pensar que se trata de entablar una lucha cuerpo a cuerpo con el virus (se ríe). Es imposible hacer la representación de algo con un actor que no se puede acercar al otro. De hacerlo se transformaría en el tema del espectáculo. Hay que arriesgarse. Yo creo en los anticuerpos metafísicos, en un ser que de tan sólido el virus no entra; pero tomen esto como una fantasía personal. Claramente el escenario actual me remite al tiempo del Sida, pero también hay diferencias. Aquello lo viví directamente y al coronavirus lo vivo a través de los medios de comunicación porque, es banal lo que voy a decir: no he tenido a mi alrededor gente que se haya enfermado. Aquello fue una realidad brutal que se tuvo que vivir en la comunidad homosexual en la cual nosotros estábamos y estamos viviendo. Aquello fue extremadamente violento y doloroso, y tuvo otra significación porque estaba dirigido a un grupo social determinado. En cambio el coronavirus apunta a la gran comunidad, a la gran frustración que se manifiesta en la parálisis de comunidades del mundo entero. Eso impresiona.
-Como parte de ese mapa, recientemente la Unesco advirtió de lo negativo de la pandemiaen el área de la cultura.
-Es que como había otras tantas urgencias fue el artista el que tuvo que reclamar su lugar, su existencia. Pero hay que dejar en claro que a lo que genera se lo trata como un material superfluo. Es un verdadero desastre que todo esto haya quedado en la banquina,
-En el actual escenario pandémico hace unas pocas semanas se produjo la primera exhibición de una película con público en vivo en España, fue en el autocine más viejo del país que nunca había cerrado. También hace una semanas se produjo la primera actividad escénica en vivo en Argentina. Fue en Merlo, San Luis, en donde un grupo de circo había quedado varado y en donde montaron un auto-circo. O sea: una empresa familiar que sobrevivió al video y a Netflix; y una obra de un género a veces bastardeado se pusieron a la vanguardia de este otro tiempo. En tu producción varias veces reparaste en los géneros considerados como menores, ¿qué te generan estos hechos?
- Acordate que al gigante lo mataron de un gomazo (se ríe). Desde hace tiempo he tenido respeto por todo aquello que se quiere tirar de las artes, que se cree que ya no sirve. Siempre ahí hay algo que se pueda rescatar. Me gusta el ejemplo que ponés porque hay otro artículo de LA NACION que habla de la bancarrota del Cirque du Soleil y eso sucede frente a ese pequeño circo que puede existir. Hay que entender por dónde puede estar el renacimiento de las cosas, entender que el gigantismo, la masacre del mundo consumista a veces se transforma en un elefante al que le cuesta mucho más caminar que a una pequeña pulga. Me gusta pensar que todo esto renazca gracias a una pulga (vuelve a reírse).
-Y es interesante pensar que el movimiento de esas pulgas no se da en las grandes capitales sino en los pueblos.
-Es que son territorios más sanos frente a la infección de las grandes ciudades. Todo lo periférico es lo que va dar salud a la gente. La gente con tuberculosis se iba a la sierra. O sea: tendremos que irnos a la montaña para aprender de nuevo cómo hacer teatro para, después, bajar a la ciudad.
-Siguiendo tu línea de razonamiento es posible pensar que la próxima vez que nos veamos quizá sea en las Termas de Río Hondo.
-¡Me encantaría renacer en las termas de Rio Hondo! Los dos con batas de baño... Muy fellinieano...
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