Alfredo Alcón: el falsificador de Dios
Desde el jueves, y sobre el escenario de la sala Martín Coronado del San Martín, será el irreverente protagonista de "Las variaciones Goldberg", de George Tabori
-¡Qué obra!
-A mí me pasó lo mismo. ¡Qué obra! Un desconcierto. Me parece muy atractiva. En una primera lectura me perdí, pero a su vez eso hacía que me gustara. Parecía un caleidoscopio que me atraía. Aunque en algunos momentos me asustaba. Cómo se podía hacer esto. Una vez que te metés es muy atractivo. Me atrajo que también tuviera humor, negro, pero humor al fin.
Alfredo Alcón se refiere a "Las variaciones Goldberg", de George Tabori, que se estrenará el jueves en el Teatro San Martín, donde el actor interpreta el papel protagónico, secundado por Fabián Vena, Marita Ballesteros, Gabo Corea, María Ibarreta, Verónica Piaggio, Pablo Rinaldi, Franco Verdoia, Santiago Pedrero, Nicolás Abeles, Martín Chiara, Lautaro Delgado, Sergio Grimblat, Maxi Moldavsky y Javier Van De Couter, y dirigida por Roberto Villanueva.
En la obra, Alcón es Jay, un director de teatro con aspiraciones divinas que quiere poner en escena la Biblia, desde la creación de la luz y las tinieblas hasta la crucifixión de Cristo, ayudado por su asistente Goldberg (nombre que remite a una pieza de Bach). Desde el comienzo -primer día de ensayo de la Biblia- hasta el momento del estreno, en "Las variaciones Goldberg" se ponen de manifiesto el mal funcionamiento del mundo y la necesidad de repensarlo.
-Después de haberte enfrentado a personajes de gran envergadura y conocidos, como son los de Shakespeare, ¿cómo encarás una obra que te resulta totalmente desconocida?
-Cualquier texto que uno lee para mí es como si fuera la primera vez que lo transito. La mirada recrea. Cuando leo "Hamlet" es como si fuera la primera vez, porque uno no es el mismo que ayer, pasan cosas que te modifican. Y por más conocimiento que tenga de la obra, cuando la tengo que interpretar entonces me meto como si fuera un paisaje del que tengo que descubrir los colores. No sé si está claro, porque a veces soy un poco Cantinflas para expresarme. Son sensaciones. Lo que tal vez pueda pasar ya en el hecho concreto de pensar en los demás es si a los otros les va a interesar lo que estás haciendo, que es un pensamiento posterior. Ahí puede ser que uno empieza a tener en consideración las imágenes que los otros tienen y que uno mismo ha tenido, porque ha visto Hamlet por fulano o mengano. Entonces viene la comparación: esto que hice no lo hizo Laurence Olivier, entonces debe estar mal.
-Eso es el preconocimiento que se tiene de la obra.
-Pero no es el mismo que uno tiene cuando hay que pasar el texto por el cuerpo, cuando hay que lograr que te resuene. Yo leo muchísimo el texto, tres o cuatro veces por día, aun cuando estoy en funciones. Con eso me alimento. Cuando lo leés para hacerlo es una lectura que tiene otra historia, el texto me da otra información.
-Tu personaje es un cínico, un irreverente, un farsante y por momentos un filósofo.
-Sí, pero también creo que Jay es como vos y como yo. Lo que me gusta es esa petulancia que en cualquier momento se quiebra. Yo me inventé mi propia historia. Este tipo, para el que la vida es el teatro y el teatro es la vida, quiere poner la Biblia en escena, tiene una gran utopía, pero le sale mal. De pronto dice cosas que son muy hondas, y eso que le hace a Goldberg es porque en el fondo quiere que ese chico ocupe su lugar para ver si hace una mejor versión de la vida que la que él hizo. Es la crucifixión de Goldberg en aras de una nueva posibilidad de vivir, que es como termina la obra, cuando dice: "Bueno, ahora empecemos de nuevo". Yo me invento esta historia, que no digo que sea la justa, pero me sirve para tener un camino para ir alimentando cada acción de este personaje. Jay no tiene la envergadura de un malvado, es frágil, que es lo atractivo del personaje y de la obra. La relación entre Jay y Goldberg es necesaria. Jay sin Goldberg no podría estar.
Volcado a la escena
Alfredo Alcón comenzó en cine con papeles protagónicos y fue de la mano de grandes directores que alcanzó la primera línea de actuación ("Martín Fierro", " Güemes, la tierra en armas", "El santo de la espada", "Un guapo del 900", "El Pibe Cabeza").
-¿Qué te pasa actualmente con el cine?
-Me encanta hacer cine, pero cuando me llaman estoy haciendo teatro y no puedo hacer dos cosas a la vez. Tampoco me llaman tanto que rechazo ofrecimientos, si te lo dijera no me ibas a creer. Alguna vez que me han llamado estaba haciendo teatro; algo similar a lo que pasa con TV. No es que me parezca mal que los artistas hagan dos cosas a la vez. A mí me gusta mucho no hacer nada. Necesito no hacer nada, para poder estar atento en esas dos horas tan intensas que es hacer teatro o en las de la filmación o en un estudio de TV. Si pienso que después tengo que hacer otra cosa... Nunca lo hice, pero supongo que lo pasaría muy mal. No me gustaría verme en esa situación.
-¿Esa relación tan aceitada que tenías con Torre Nilsson, Fernando Ayala, David Kohn, se repitió con otro director de cine?
-Tampoco hice mucho más cine después. Con Leonardo Favio tuve una relación muy linda en "Nazareno Cruz y el lobo". Si me das a elegir, prefiero el teatro. Pero no hay por qué elegir. Son dos cosas totalmente distintas. El teatro es una pasión y el cine viene a ser como el álgebra, muy atractivo, de esa pasión. En el escenario, son dos horas que la gente te está dando para que hagan algo juntos. Es muy lindo sentir la cercanía del público. Hay días mágicos, que no se dan siempre, en que el actor y el espectador respiran al mismo ritmo. Es la respiración del poeta que escribió esos textos. Es algo irreemplazable. En el cine, creo que el que más se divierte es el director, cuando está filmando y muy especialmente en el montaje.
Caracteres de envergadura
Esta obra le permite a Alcón ubicarse en un personaje contemporáneo, cercano a la realidad que le toca vivir. Sin embargo, cada vez que sube al escenario, el actor parece encontrar las palabras que para él tienen resonancias propias.
-¿Con qué personaje te sentiste identificado?
-Como las obras de teatro que hice las elegí yo, todas son porque quise decir algo de ese texto. Esta es la primera obra que no elegí yo, sino Kive Staiff, que me la ofreció. Pero si después de leerla acepté fue porque hay algo que resonó y que quise contar. Pienso que si a mí me pasaron cosas, a alguno en la platea también le puede pasar.
-¿Y después de esta obra viene "Rey Lear"?
-Tengo muchas ganas de hacer Lear, hay que tener el tiempo, el director y el reparto. Es la obra más grande que se ha escrito. No sé. Creo que es la primera vez que haciendo una cosa sé lo que voy a hacer después. Adrián Suar me habló para hacer una obra de un autor francés, del que no me acuerdo el nombre. Son dos personajes: un padre y un hijo y la difícil relación entre los dos, que además son actores. Está bien la obra, es chiquita pero me gusta porque es un texto muy cotidiano, y además trabajar con Nicolás Cabré, que es un chico con mucha intuición. Es difícil hacer mal una escena mirándolo. Serges Cribus es el autor. Pero no me olvido de Lear, claro que después... ¿qué hago?
-¿Te atraen los personajes épicos?
-Lo que me gusta de los personajes épicos es que se parecen a vos y a mí. Son épicos por las cosas que hacen, pero las cosas que les pasan, le pasan a cualquiera. Pero estos personajes no fueron elegidos por mí. No soy muy ambicioso, las cosas se fueron dando, no es que me rompí el alma para conseguir trabajo. Así fue desde el comienzo, debe de ser porque me deben ver desprotegido. Cuando hice "Ricardo III" trataba de buscar por dónde engancharme, hasta que una amiga me mandó un texto de Freud que habla de Ricardo como de un hombre común con defectos, magnificados, pero que están en todos nosotros. Lo mismo sucede cuando encaro a cualquier personaje.
Un hombre común como Alcón, que no tiene empacho en detenerse para responder con amabilidad a las personas que se acercan a saludarlo. Los tiempos de ensayo y de prueba de vestuario lo reclaman. Cumplidor de los horarios, se despide para ir al encuentro de un personaje que lo reclama.
PARA AGENDAR
- "Las variaciones Goldberg" Dirigida por Roberto Villanueva.
Teatro San Martín Sala Martín Coronado Corrientes 1530. Tel. 4374-1385. Miércoles, jueves, viernes y domingos, a las 20, y los sábados, a las 21. Platea: $ 8 (miérc. $ 4).