El actor y cantante, que protagoniza Tijeras salvajes en el Multiteatro, es uno de los referentes del teatro musical actual; su trayectoria artística esconde una vida de superación, resiliencia y autoconocimiento
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Hace algunos años, el director Manuel González Gil le propuso a Alejandro Paker realizar la pieza Tijeras salvajes. El proyecto, como tantas veces sucede en el teatro, no se concretó. Finalmente, el año pasado, la obra se estrenó en el Multitabarís, pero sin el actor en el elenco. La deserción de Alejandro Müller, que pasó a una compañía de Mar del Plata, le permitió a Paker ingresar a la obra que, hasta comienzos de marzo, se ofrece en el Multiteatro, con Diego Reinhold, Andrea Politti, Linda Peretz, Mario Pasik y Galo Hagel.
“Me volvió a llamar Manuel (González Gil) para preguntarme si me quería sumar a la producción de Tomás Rottemberg y en este teatro en el que nunca había actuado, pero con un papel diferente. Inmediatamente le dije que sí, quería hacer esta obra”. La pieza, aclamada por millones de espectadores en buena parte del mundo desde hace más de cuatro décadas, tiene la particularidad de plantear un caso policial, en tono de comedia desopilante, y cuya resolución queda en manos del público.
Tony, el personaje del coiffeur que le toca interpretar es una caricatura escrita por Paul Pörtner. “Me gusta interpretar ese permanente camino entre la impunidad y la verdad. Es una comedia sin grietas, muy solvente, y que propone varios lenguajes, ya que, sobre el final, aparece cierto drama”.
–No es habitual que el espectador construya la trama en el momento en el que se desarrolla la acción y que sea el responsable de dilucidar un caso policial.
–Es un ejercicio fantástico para mí, ya que tengo que improvisar sobre eso que devuelve el público y que siempre es diferente. Incluso, en el libreto figuran algunas posibilidades de reacción del público de las que mis compañeros descreían antes de debutar, sin embargo, el director les pidió que confiaran ya que había visto la obra en el exterior y tenía muy claro cómo podía ser la dinámica de los espectadores.
–¿Alguna anécdota?
–Hay funciones donde el público no deja de opinar y no son pocos los que se ponen a discutir buscando entender qué sucede. A veces, viene gente con un lenguaje jurídico muy trabajado o, como sucedió hace pocos días, dos señoras no paraban de interpelarnos sin ninguna timidez. La platea funciona como protagonista, en realidad, en el teatro, siempre el público es el actor que falta, con el que nunca ensayamos. Esto se percibe mucho en las comedias.
Paker se luce en Tijeras salvajes. Si hasta pareciera que su personaje fue escrito a su medida. Es que hay mucho en la vida del actor signado por las causalidades. Particularidades de una vida atípica no exenta de sinsabores e incertidumbres, pero que también lo fueron conformando como artista. Sin dudas, Paker es uno de los referentes del teatro musical argentino, con hitos como su interpretación del maestro de ceremonias de Cabaret, solo por citar un ejemplo. También lo audiovisual es un camino transitado por él. Sin ir más lejos, el año pasado formó parte de la serie El encargado, protagonizada por Guillermo Francella. Y, durante el último año, le dio vida a un particular integrante del jurado del programa Canta conmigo ahora, un personaje severo y de apariencia barroca. Acaso como es él.
Búsquedas
–¿Cómo te llevás con la visibilidad de un trabajo muy expuesto?
–Trabajar en Canta conmigo ahora fue un ejercicio de mucho aprendizaje, sobre todo con lo que sucede en las redes, algo para lo que no estaba tan entrenado, pero me encontró en un momento de mi vida donde tengo trabajado en mí, la opinión de los demás. Incluso, cuando me insultaban, sentía que era tarea cumplida porque la idea era generar controversia o empatía. Soy actor y me interesa provocar, pero no busco que todos me quieran. Eso no es posible, seguramente por mi edad, ya me corrí de ese lugar adolescente. Uno ofrece un espejo y, seguramente, hay gente que no quiere ver cosas de sí mismo, esto lo vi mucho en terapia.
–Interesante para aplicarlo más allá del teatro.
–Lo tengo muy trabajado en mi vida, con mi familia.
–¿Cuándo comenzaste terapia?
–Con regularidad, como un fitness de la mente, a partir de los veintiséis o veintisiete años.
–¿Te seguís analizando?
–Sí, por supuesto. Además, más allá del psicoanálisis, fui sumando otro tipo de terapias, busqué otras herramientas.
–¿Por ejemplo?
–Hice constelaciones familiares, biodecodificación. También indagué en herramientas holísticas como los registros akáshicos y ayahuasca. He buscado y sigo buscando, me parece que hay respuestas que algunas herramientas no me las facilitan, entonces sigo buceando en otras. Incluso, me sigo repreguntando aquello que ya aparece como una respuesta incorporada.
–Nunca son definitivas esas respuestas.
–Jamás porque uno va cambiando, las células cambian todo el tiempo. Además he corrido de mí ciertos conceptos como “mejor”, “peor”, “bien”, “mal”.
–¿Dónde te parás?
–Siento que todo suma a mi propia construcción, incluso la duda, que es lo que más me suma. Durante muchos años no dudaba, me afianzaba en ciertas creencias, doctrinas, certidumbres. Pero, cuando comenzó a suceder la duda, aprendí a vivir en ese vértigo de no saber dónde agarrarse.
Adopción
–¿Pensaste en la paternidad?
–Lo tuve en mente mucho tiempo, pero hoy la decisión es no ser padre. Quizá dentro de dos años me ven con dos niños, será porque cambió mi información. Hoy, siento que hay una sobrevaloración de la paternidad y maternidad. Tal vez, tenga que ver con que me crie en una familia de inmigrantes pobres, aunque nunca tuve hambre, que me mandaron a un colegio ultra católico. Siento que soy parte de un mandato que tiene que ver con el tener, tener un marido o una mujer, una casa, pero yo he dudado más sobre esos manuales. Nadie habla de la construcción del ser.
–¿Se prioriza qué se tiene y no qué se es?
–Por supuesto, porque por lo que tenés se te valora.
–Sos por lo que tenés.
–Algo muy nocivo.
–Sos hijo adoptivo.
–Sí, fui adoptado de bebé.
–¿Siempre lo supiste?
–Sí, mi familia me brindó mucha información y yo, aún hoy sigo confiscando datos, sigo trabajando sobre mi niño, ese niño que, durante años, pensé que había sido abandonado, por cómo me habían enseñado a mirar la adopción.
–Abandonado por los padres biológicos.
–Claro, esa era la enseñanza, pero aprendí otras cosas y mi narrativa cambió completamente.
–¿Conociste a tus padres biológicos?
–Conocí a mi madre.
–¿Qué edad tenías cuando sucedió el encuentro?
–Treinta años.
–¿Cómo fue?
–Desde la razón entendía que era mi madre, la mujer que me gestó, pero no tenía construido ningún vínculo con ella. Alguna vez nos dijeron eso de “la sangre tira”, pero a mí no me sucedió nada cuando conocí a mi madre biológica. Fue encontrarme con alguien que no conocía.
–¿Fue un encuentro provocado?
–Sí, yo hice la búsqueda. Le di la opción de vernos o no porque había que respetar si ella no me quería conocer.
–¿Dónde se vieron?
–Fui a su casa, todo sucedió en una semana.
–¿Una semana?
–Sí, ese fue el tiempo que me tomó desde el día que decidí buscarla hasta encontrarla. Primero encontré a una tía, de la tía pasé a mi hermana, y luego conocí a mi madre.
–¿Cómo fue?
–Di, mágicamente, con un legajo.
–Causalidades.
–No la busqué en treinta años y cuando me decidí, la encontré en una semana.
–¿Cómo sucedió?
–Lo gracioso es que mi hermana, que ya falleció, vivía en la misma planta baja donde atendía mi médico otorrinolaringólogo. Mi médico era timbre A y mi hermana era el B.
–Quizá te habrás cruzado con ella.
–Seguramente me habré cruzado con mi hermana más de una vez.
–Es de novela.
–Mi amigo Marcelo Camaño, que es un gran autor, siempre me dice que le preste la historia para una ficción.
–¿Cómo fue el encuentro?
–Hubo emoción desde ambas partes, pero a ninguno de los dos nos interesó continuar con el vínculo.
–No hubo enojo ni reproches de tu parte.
–No.
–Podrías haber sentido eso.
–Es que el encuentro sucedió cuando yo decidí buscar y tenía una mirada muy diferente, es más, le agradecí, porque tuve una vida hermosa con mis padres adoptivos.
–¿Tu madre biológica eligió a tus padres adoptivos?
–No, ella me dio en adopción, pero le agradecí porque me dio la oportunidad de vivir una vida muy diferente a la que a ella le tocó vivir.
–Eso habla de un trabajo interior muy fuerte de tu parte.
–Estaba con otra narrativa, con otro colchón que me permitía recibir aquello con lo que me iba a encontrar.
–¿Vive?
–No tengo vínculo.
–Sabés dónde vive.
–Se mudó.
–Sos una persona pública, con lo cual ella puede seguir tus pasos.
–Creo que sí, pero todo es un supuesto.
–Hace poco murió tu padre.
–En realidad, mi padre adoptivo falleció cuando yo tenía 19 años y lo acompañé en ese proceso del cáncer. Luego, mi madre se casó con su mejor amigo, alguien a quien yo quería mucho, así que fue una figura paterna fuerte durante treinta años, él fue quien murió hace poco.
–Es decir que la figura paterna se multiplicó a lo largo de tu vida.
–No conocí a mi padre biológico, pero, Tulio, mi padre adoptivo, me dio todo con las herramientas que tenía a su alcance. Luego llegó Osvaldo, que fue una reivindicación acerca de la paternidad, una figura hermosa. También tuve el privilegio de acompañarlo hasta el momento en que dejó de respirar y eso, para mí, fue trascendental. Una amiga se preguntaba si yo no sería facilitador de ese tránsito hacia otro lugar, ya que también me había sucedido con mi padre adoptivo. Por otra parte, tengo una mirada de la muerte muy particular y siento que los acompañé en un nuevo nacimiento.
–¿Creés en eso?
–Absolutamente. No deja de ser triste la situación, pero hay algo trascendental en todo eso.
–¿Cómo lo transitás desde el plano terrenal?
–Administro las emociones de distinta manera, puedo llorar y enojarme. Las articulaciones de la tristeza no las reprimo, que sucedan, pero evito la angustia. Triste sí, angustiado no. La vida y la muerte son la misma moneda.
Factoría Tinelli
En el programa Canta conmigo ahora, versión local de All Together Now, que Marcelo Tinelli trajo al país y se vio por la pantalla de Eltrece durante 2022, Alejandro Paker desarrollaba un personaje a la hora de evaluar a los participantes. Una suerte de villano muy pintoresco y estrafalario que no les dejaba pasar una: “Marcelo (Tinelli) me dijo que, a partir de mis conocimientos y experiencia en el musical, podía ofrecer un rol más meticuloso a la hora de evaluar. Como siempre hablo de lo que conozco y experimenté, me parece que eso generaba respeto”.
–Con esa justificación como background, aparecía una suerte de villano implacable.
–Creo que la villanía era algo más mediático que se generó en torno a lo que hacía, pero, me parece, que había algo más profundo de exigencia interpretativa. Lo que sucede es que tengo una gran exigencia conmigo mismo a la hora de enfrentarme con un trabajo, aunque eso no quiere decir que me sale siempre bien. Es un ejercicio constante. Entonces, cuando yo veía a otro intérprete, me interpelaba a mi intérprete.
El actor también formará parte de la tercera temporada del formato, cuya conducción estuvo a cargo del cantante Manuel Wirtz y que aún no tiene fecha de aire.
–Estos formatos, a veces, son cuestionados. ¿Qué considerás que aportan los certámenes competitivos basados en capacidades artísticas?
–Cuando son cuestionados, hay que pensar qué es lo que se pone en primer plano, pero, podría decir que las devoluciones que hacíamos permitían que el espectador tuviera otra información y agradecía poder observar de otra manera al intérprete.
–¿Qué les aporta a los participantes?
–A los concursantes les da visibilidad, ya que, si bien había muchos chicos que trabajaban profesionalmente, no tenían esa posibilidad de ser conocidos masivamente, eso sirve un montón para vender shows, ya que el mercado discográfico ya no existe.
–Pero las plataformas de música permiten una democratización de la oferta y la demanda.
–Ya no se depende tanto de una estructura arbitraria, conozco a muchos compañeros cuyo material, aun habiendo firmado el contrato, era cajoneado por la discográfica.
–Profesionalmente, ¿qué te falta?
–Vivo el hoy.
–Sabiduría del autoconocimiento.
–Y de haber vivido intensamente.
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