Alejandra Radano, la actriz fetiche de Alfredo Arias
Cantante, actriz, figura insoslayable del teatro musical, Alejandra Radano hace ya tiempo es una suerte de artista itinerante. Su vida es un ir y venir entre escenarios de Argentina y del exterior. De hecho ahora está en París, a donde llegó convocada por Alfredo Arias, para representar Elle (La Santidad), la pieza teatral de Jean Genet, en el Théâtre Athénée Louis Jouvet. "En Francia hice ya más de una decena de obras con Alfredo Arias; la continuidad permite que uno pueda seguir avanzando para profundizar en su oficio y también en la comprensión del francés, una lengua que no me pertenece", dice Radano desde la capital gala, donde ya es medianoche y el pronóstico augura posibilidad de nevada.
Después de varios años de temporadas entre París y Buenos Aires, "hay una adaptación ganada", admite Radano, y "ya se estableció una rutina y necesidad de los dos continentes, tan distintos y tan intensos". Con el tiempo, además fue aprendiendo a no echar de menos una ciudad mientras está en la otra. "Trato de hacer el ejercicio de estar donde tengo que estar –comenta con voz pausada-. Porque después no sé qué va a pasar. Con los años, uno aprende a vivir el aquí y ahora. Mañana salgo a la calle, me cae un balcón en la cabeza, y estuve todo el tiempo pensando en Buenos Aires… Entonces, es estar acá".
A lo largo de su carrera, Alejandra Radano brilló en clásicos del musical como Drácula (su debut, de la mano de Pepe Cibrián Campoy), La Bella y la Bestia, Cats y Chicago, entre otras obras. En este genial musical de Bob Fosse la vio, en una de sus tantas visitas a Buenos Aires, Alfredo Arias, el director argentino radicado en París, quien la invitó a dar una audición para Concha Bonita en el Teatro Nacional de Chaillot, en la capital francesa. Ese fue el comienzo de una fructífera experiencia conjunta, de un proceso al que Radano adhiere con fervor. Y del cual sacó también aprendizajes, relacionados con dinámicas de trabajo con diferentes directores. "A mí me gusta ensayar de forma ordenada y estricta –reflexiona-. Me adecué mucho a esta manera de labor que tiene Alfredo, pero hay otras formas de trabajo no exentas de disciplina. En la medicina ayurveda se dice que hasta el agua puede convertirse en veneno según la temperatura a la que se la someta. O sea, a veces con otros directores, por querer trabajar de esa misma manera corrí el riesgo de morir envenenada. Hay que ser flexibles en la vida…es algo que sigo intentando aprender".
-¿Hay un estilo Alfredo Arias?
-Alfredo es un coreógrafo disfrazado de metteur en scène, que trabaja con un concepto muy plástico y desacralizante sobre el material a exponer en los escenarios.
-¿A esta altura sos su actriz fetiche?
-Para mí la actriz fetiche de Alfredo es el teatro bien hecho. Él es mi mentor. Y es magnífica la experiencia de trabajo que venimos desarrollando.
-¿Cómo definirías a Elle (La Santidad), donde Arias vuelve a dirigirte?
-Es una pieza teatral sobre la imagen y la mística del vacío. Genet afirma que no hay realidad fuera de la representación. El rito es el teatro, es decir, lo "falso" que puede significar lo verdadero, lo invisible. Es también una obra sobre lo que las imágenes generan. De algún modo eso lo podés traer al momento que uno atraviesa.
-En la era de las redes sociales y de la imagen, ¿la obra cobra una dimensión de mayor actualidad?
-Exacto. Es esto de cómo son construidas las imágenes. Y cómo la imagen puede fagocitarte. Pensemos, por ejemplo, en una superestrella que de alguna manera es presa de todos esos gestos que conforman su personalidad. Pero esa persona, ese actor, ese diplomático, esa eminencia o ese presidente, en su casa es una persona común, que llora, ríe, come o caga como todo el mundo.
-Y para vos ¿qué papel juega la imagen? ¿es todo? ¿es lo de menos?
-Es importante. Pero cuando está construida de adentro hacia afuera y de alguna manera es un reflejo de pensamientos. No la imagen por la imagen misma. La imagen sostenida por un pensamiento, al servicio de una idea estética, me parece interesante.
-En Argentina vas a filmar Fanny Camina, dirigida por Ignacio Masllorens. ¿De qué se trata?
-Es un film en blanco y negro donde se evoca la figura de la actriz Fanny Navarro. Es un deambular doloroso, y desgarrador por nuestra historia, que parece siempre querer repetirse. Ignacio además es dueño de un planteo estético con el cual concuerdo absolutamente. Se va a filmar en escenarios naturales. El año pasado filmamos el tráiler en una zona de Avellaneda que tiene un montón de fábricas, que aún tienen una estructura en pie, pero que ya son fantasmas. Todo eso desapareció. Entonces es como trasladarte a un pasado de gloria. Del que solamente queda la carcaza. Vamos a rodarla en octubre.
-Será tu primer protagónico en cine.
-¡Sí!. ¿Se nota mi sonrisa de felicidad?. De alguna manera, lo de de Fanny, lo de esta obra, lo siento como citas con la historia. Porque cuando nosotros hicimos la obra de Fanny Navarro (N. de R: Deshonrada, escrita por Gonzalo Demaría, dirigida por Arias y estrenada en 2015), había sucedido la muerte del fiscal Nisman. En aquél enero estábamos ensayándola. Pero la obra fue escrita mucho antes.
-¿La película se basa en Deshonrada?
-No. Es otro guión, escrito a partir del sujeto y de Buenos Aires. Pero no toma el hecho del cual se habló en la obra, que es el interrogatorio que le hicieron a ella. Es más que nada este deambular doloroso por esas calles que fueron y que ya no son. De alguna manera, ella –su espíritu- vuelve a ese lugar, evoca.
-¿Cómo será tu Fanny Navarro?
-No hay un ejercicio de querer hacerla tal cual, sino tomar lo que significa esa metáfora. Lo que significa una persona que tuvo una conducta fanática, por lo que fuere. Me parece que eso es lo más interesante. No sé si me voy a poner a reproducir. Tampoco lo hice en la obra. Había un intento de una imagen, pero no de querer reproducir gestualmente a esa mujer. Me parece que ella conlleva muchas mujeres. Porque también hay algo en relación a lo que fue Evita. O la manera de hablar que había en esa época, que también se perdió y con el paso del tiempo, el lenguaje se fue haciendo cada vez más pobre. Y es como que todo se derrumbó: el lenguaje, las veredas, las fábricas, el trabajo. Ahora hay que construir otra cosa.
-¿Hay planes de volver a la comedia musical en algún momento?
-En septiembre, dirigidos por Alfredo Arias haremos Divino Amore, en el Teatro de la Ribera, un musical cómico-religioso, inspirado en una troupe italiana de los años 60. En cuanto a los musicales de Broadway, ojalá pueda algún día volver hacer una gran producción como Chicago. O -¿por qué no?-, que vuelva Chicago y hacerla nuevamente con Sandra Guida, con nuestras edades, más llenas de años, más vividas…
-Además del trabajo con Arias, ¿estás desarrollando otros proyectos?
-Siempre tengo mi otro equipo de trabajo, con Fabián Luca y Diego Vila, con quienes el año último hicimos Tres dramas para orquesta, en el CCK y en la Usina del Arte. Pero ahora se dio una conjunción de trabajos con Alfredo que llevan bastante tiempo. Hace un montón de años que trabajo con él de una manera sostenida, y que resulta muy estimulante. Pero bueno, necesito también mis espacios con mi voz. Eso también me parece que es necesario, una cosa se alimenta de la otra.
-¿También para que la cantante no quede relegada?
-No es la cantante…Me refiero a mi propia expresión. Estoy absolutamente de acuerdo con el discurso de Alfredo. Pero soy de otra generación y tengo otra historia. Me pliego a su historia, me parece fascinante, un artista realmente increíble, la manera de pensar, de organizar. Es muy moral su teatro. Pero también está lo que yo pienso de la expresión. Y ahí es donde aparecen Fabián Luca y Diego Vila. Con ellos, digamos, es otro cuento.
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