A cuatro años de enviudar, el actor de la comedia La chica del sombrero rosa, aceptó una charla a corazón abierto en la que habló de sus dificultades para rehacer su vida sentimental
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MAR DEL PLATA.– Este verano lo encuentra en Mar del Plata celebrando su vigésima temporada, a 48 años de haber debutado en La Feliz con la comedia Pero de noche es mejor, de la mano de Alejandro Romay y Raúl Rossi. Hoy, a los 77 años, Alberto Martín mantiene su estampa de galán intacta y hace honor de ella en la comedia La chica del sombrero rosa, de Federico Jiménez, que protagoniza de martes a domingos en el teatro Santa Fe, junto a un elenco conformado por Zulma Faiad, María Rosa Fugazot, Adriana Salgueiro, Matías Santoianni y Kitty Locane, dirigidos por Roberto Antier.
En esta ciudad vivió varios de los mejores momentos de su vida. Y también de los peores, como cuando su mujer –en pleno éxito de la revista Fantástica, que el actor encabezaba junto a Carmen Barbieri- recibió el diagnóstico de la enfermedad de ELA (esclerosis lateral amiotrófica), 13 años atrás. Finalmente Marta, con quien estuvo casado durante 47 años, murió en junio de 2018 y desde entonces se refugia en el afecto del resto de su familia, de sus colegas y del público, que lo ven como a alguien muy cercano, como a uno más. De todos modos, el eterno seductor reposa pero no se jubila. De ahí que los rumores lo acerquen tanto a Carmen Barbieri como a Zulma Faiad. Él no le escapa al tema, pero antes, durante un extenso encuentro con LA NACION, empieza hablando de su otra gran pasión: el trabajo.
–La temporada empezó rara y ustedes directamente no pudieron empezar en término.
–No pudimos debutar el 2 de enero (como estaba previsto), ni luego el 5, recién lo pudimos hacer el 13. Y yo estoy acá desde el 22 de diciembre… La idea era llegar bien temprano, tomarme unos días para distenderme un poco y empezar con tranquilidad la temporada. Ya habíamos tenido una pausa, en Capital, donde hacíamos la obra en el teatro La Casona, cuando el Gobierno dispuso el cese de actividades a mediados del año. De todos modos, en ningún momento temí por mi salud ni por la de mis compañeros. En Buenos Aires iba todos los lunes al Teatro Colón, donde nos hisopaban, lo hacía con Zulma, que es vecina mía, de Zona Norte. Después, cuando empecé a hacer una cosita en televisión, en el programa Match Game, que conducía Agustín Aristarain, me hisopaban cada vez que iba al canal. Así que vivía todo el tiempo hisopado y eso me tranquilizaba. Por eso, lo de Mar del Plata, me descolocó. Lo que pasó concretamente es que antes de venir para acá Kitty Locane, que es la más joven del elenco, primero tuvo un estado gripal y, tras salir de eso, se enteró antes que había sido contacto estrecho de un contagiado. Se hisopó dos veces, la primera le dio negativo y la segunda, positivo. Por eso tuvo que quedarse en Capital 10 días, mientras que todos ya estábamos acá. Ella, a diferencia de nosotros, no tenía el refuerzo de la tercera vacuna. Ahora vivimos a puro hisopado y entre nosotros nos cuidamos muchísimo. La única integrante del elenco que no está vacunada es Adriana porque es alérgica.
–¿Cómo fue el estreno?
–De mucho augurio. Ese jueves tuvimos 69 entradas pagas. Esa cifra podría parecer exigua, si la comparamos con las de otras temporadas. Sin embargo, para nosotros fue muy importante tener esa cantidad de entradas vendidas el día del estreno. Al sábado siguiente vendimos 100, repartidas en dos funciones. Yo estoy acostumbrado a decir siempre la verdad y ahora no pienso cambiar: esta es la realidad de nuestra compañía, de la cual me siento muy orgulloso. Lo importante es que la gente que viene se entretiene, se ríe, hace silencio cuando corresponde y luego aplaude mucho. Así que yo estoy feliz, y mis compañeros también.
–Hay que ver qué sucede ahora, en lo que queda de febrero.
–Los actores que hace mucho venimos a Mar del Plata primero decimos: la gente que viene a fin de diciembre lo hace sólo para pasar las fiestas, después aseguramos que la temporada empieza el 2 de enero, luego que en realidad comienza el 6, más tarde que la mejor quincena para el teatro es la segunda de enero y, por último, que la primera de febrero no es mala, pero que en la segunda todos se van yendo. En fin, nosotros tenemos todas las respuestas necesarias como para justificar una buena o una mala temporada (risas). Todos esperábamos que la temporada explotara, veníamos a hacer dos funciones diarias todos los días. Sin embargo, esto es lo que hay.
–¿Cómo definirías a tu personaje en La chica del sombrero rosa? ¿Y qué es lo que más te gusta de él?
–Lo que más me gusta de él es que realmente ama a su mujer, cuando tiene un momento de intimidad con ella le dice una frase que lo define: no quiero perderte. No quiere perderla porque la ama, pero, como pareciera tener la cabeza de alguien más joven… cree que aún puede hacer un montón de otras cosas. Por eso le pide perdón inmediatamente que se descubre su infidelidad. Es un hombre vulgar, ama a una mujer pero que cree que todavía está habilitado para tener otro tipo de vida. Hay muchos hombres así, que si perdieran a su mujer se sentirían muy mal pero que tienen la necesidad de picotear por otros lados. Es un tipo divertido pero, a la vez, un equivocado más.
–¿Y vos cuán fiel o infiel has sido durante toda tu vida?
–Antes de casarme fui una porquería de persona, cuando me casé con Marta, con quien conviví 47 años, mi vida cambió absolutamente porque empecé a encontrar en el matrimonio un montón de cosas que eran el reflejo de los 25 años que había vivido al lado de mis padres. Eso no quiere decir que no fui un tipo tentado, que no mirara, pero fui fiel.
–¿Siempre?
–Bueno... tuve algún raspón. De todos modos, y no sé si aclaro algo con todo esto, desde que enviudé hace ya tres años y medio, viajo a todos lados solo. No me gusta viajar acompañado, viajo solo y mi permanente atención es hacia el asiento del acompañante. Es como que siempre me falta algo o tal vez se trate de que en realidad no estoy viajando solo. Llevo la matera y el agua caliente, pero no hago mate. Esto es lo que define lo que pasa por mi corazón desde entonces.
–A lo largo de tu carrera te han tocado muchos personajes infieles, la mayoría de ellos además muy chantas. ¿Sólo se trató de una casualidad? ¿Por qué creés que aún te ofrecen estos personajes?
–Tienen que ver con mi personalidad, con mi forma de ser, y con lo que los productores y el público compran de mí. Pero mi vida no tuvo ni tiene que ver necesariamente con lo que hacen estos personajes. Evidentemente la soltería agotó una gran parte de esa personalidad, y no voy a decir que no tembló en los 47 años que estuve casado... Pero creo que siempre pesó en mí la esencia de la crianza, y lo que viví al lado de mi familia de origen y de mis amigos de San Martín. Lo que mamé de chico en mi casa y en mi barrio lo copié y lo hice propio.
–¿Cuántas temporadas protagonizaste en Mar del Plata y qué recuerdos tenés de ellas?
–Esta es mi vigésima temporada. La primera de todas fue en 1974, en el teatro Atlas, cuando era propiedad de Alejandro Romay. Se trató de la comedia Pero de noche es mejor, de Abel Santa Cruz, dirigida por Raúl Rossi y producida por Romay. Trabajaban María de Los Ángeles Medrano y Arturo Puig, que venían del éxito de la novela Carmiña, y Beatriz Taibo y yo, que acabábamos de hacer Me llaman Gorrión. Junto a nosotros debutaba Jorge Martínez. Al año siguiente Arturo Puig y yo tomamos el entonces cine Regina y lo convertimos en teatro para hacer una pieza de Alberto Migré: Usted se enamora de mí. El resto del elenco lo conformaban Raúl Rossi, un hombre que me dirigió muchas veces y que tiene que ver muchísimo en mi carrera y en mi vida, Marta González, Marta Albertini y Marcelo Marcote.
–¿En todas las temporadas hacías de galán?
–Salvo algún que otro trabajo como actor dramático, como el que hice con Miguel Ligero y Rosa Rosen en Los árboles mueren de pie, o de comediante, en las Comedias favoritas dirigidas por Alejandro Doria, en mis comienzos siempre hice de galán. Un rol al que se trata muy peyorativamente, como si el que compone a un galán no pudiera ser buen actor. A mí me pasó, pero luego todo cambió. Mi carrera se divide en dos partes: hasta 1979 es una y a partir de ahí es otra. La bisagra fue la aparición de Hugo Moser. Él vio en mí lo que los otros no supieron observar. Me vio como comediante, una vez me dijo: “vos hacés muy bien el galán, pero yo creo que tenés una veta bien barrial, que incluye la picardía y la seducción”. Ahí me contó el proyecto de Los hijos de López y yo, con mucho miedo, me enganché; sobre todo por el elenco, en el que estaban Emilio Disi, Dorys del Valle, Leonor Benedetto, Cristina Del Valle, Guillermo Brizuela Méndez, Orlando Marconi. Yo ya era una figura, pero ahí cambió mi carrera. Me enamoré de la comedia y prácticamente decidí no hacer más novelas ni tiras. Salvo cuando me llama Adrián Suar, que es una de las personas que más quiero en este medio, que me ayudó desde todo punto de vista durante los 11 años de enfermedad de mi esposa. Por él hago cualquier cosa, soy totalmente incondicional. Por él participé en Los ricos no piden permiso, Solamente vos, El sodero de mi vida y Los secretos de papá, todas producciones de Polka. En todas esas intervenciones mantuve la galanura pero con el aporte de la comedia.
–¿Te seguís sintiendo un galán?
–No, yo me sigo sintiendo un seductor. El seductor no seduce sólo a las mujeres, como el galán; el seductor seduce al encargado del edificio, al camarero del restaurante, a todos, no tiene un límite. El seductor también va por los hombres, y los hombres lo aceptan porque quisieran ser como él.
–Hace casi cuatro años que enviudaste. ¿Sentís la ausencia de una mujer a tu lado?
–En realidad por la personalidad que tenía mi esposa no podría decir que siento la ausencia de la mujer, siento la ausencia de un ser íntegro, que tuvo el destino de ser una mujer pero que bien podría haber sido otra persona. Pero, sí, siento la ausencia de una mujer a mi lado. A tal punto que a veces pienso por qué, siendo como fui (en mi juventud, antes de casarme), hoy en día me cuesta tanto relacionarme con el género opuesto. A pesar de que tengo tres hijos y cinco nietos, que me acompañan muchísimo, y un amigo entrañable como Matías Santoiani, que lo tengo soldado a mí, los momentos de soledad son duros.
–¿Qué es lo que te detiene para rehacer sentimentalmente tu vida?
–No sé, me da la sensación que no está ese impulso, es tan difícil esto… No es que me limito, yo salgo, me entretengo con amigos, pero hasta ahora no me detuve a pensar exclusivamente en una persona. Además, si en algunos ratos pienso cómo sería levantarme de la cama con una persona al lado no me dura mucho tiempo esa imagen.
–Dejando de lado el amor, ¿pudiste retomar tu vida sexual?
–No, no pude. Hoy siento que lo sexual va ligado al amor. No es que piense que deba ser así, es lo que siento ahora. Por eso, cuando algo me ocurre… por decirlo de alguna manera, me cuestiono: ¿y después qué? ¿Después me levanto, me doy una ducha y qué más? ¿Cómo sigue esto, acompaño a esa persona hasta la puerta y ahí termina todo? A lo mejor son todas excusas que pone mi cabeza para no concretar un encuentro. De todos modos, no me preocupo mucho por averiguarlo.
–Hace un par de años, aquí mismo, en Mar del Plata, pareciste acercarte afectivamente a Carmen Barbieri. ¿Qué pasó, concretamente? ¿Ella no te dio cabida?
–Empezó como un juego y… conozco a Carmen desde hace muchos años, incluso cuando tuve una empresa náutica ella me apoyó muchísimo, participando en las fotografías y los videos que necesitaba para promocionar el emprendimiento. Después hice mi primera revista junto a ella, y a Santiago Bal, claro. Justo ese verano, mi mujer, aquí mismo, en Mar del Plata, se enfermó. Y, por supuesto, Carmen estuvo en todo momento al lado nuestro. Hace dos años, cuando Santiago y mi mujer ya habían fallecido, vinimos a esta ciudad con la comedia 20 millones. Al finalizar uno de los últimos ensayos nos encontramos, de repente, solos en el hall del teatro. El resto del elenco ya se había ido y entonces decidimos ir a cenar por nuestra cuenta. Esa podría ser la primera imagen de una historia...
–¿Qué pasó después?
–A partir de aquel momento, salvo cuando teníamos compromisos personales impostergables, comimos juntos toda la temporada. Conversábamos y conversábamos y así empecé a enterarme de cosas de ella, por boca suya, que no sabía, y me animé a aconsejarla. Descubrí una mujer terriblemente trabajadora, muy leal, a la que le habían pasado un montón de cosas feas, desde lo administrativo y comercial hasta lo personal. Todo venía así, a nivel compinches. Hasta que a mitad de la temporada sucede algo: una noche, en la escena final de la comedia, cuando cada personaje se va despidiendo de los otros, a mí me surge de golpe darle un beso que no estaba marcado. Fue un pico nada más. Ella después dijo que yo era bruto para besar, pero no es así: un beso robado no es un beso cálido, es un beso rápido, un golpecito. Si bien sé que ella lo dijo con humor, aprovecho esta nota para aclararlo, no sea que la gente piense que soy un hombre violento. Volviendo al tema... A partir de ahí el beso se lo di todas las noches y me empezaron a pasar un montón de cosas. Y con eso no supe bien qué hacer. Lo primero que pensé fue: Carmen no es una mujer para un touch and go, no se merecería algo así. A lo mejor yo fui demasiado prudente o cuidadoso.
–O indeciso...
–O miedoso. Por eso todo quedó ahí. Hoy pienso que probablemente ella esperaba que yo avanzara. Tal vez por ser demasiado respetuosos nos perdimos vivir una gran historia de amor.
–¿No existe la posibilidad de volver a intentarlo?
–No lo sé. Ella va a venir unos días a Mar del Plata y yo le ofrecí que parara en mi casa. Es más, hasta le aclaré que ese fin de semana no habrá nadie más en el departamento. Hoy sólo somos amigos, pero sé que todo el mundo piensa que haríamos una buena pareja. Es que tenemos muchas cosas en común: ambos somos de Tauro, peleadores y de no caernos fácilmente; además, somos optimistas, siempre vemos la mitad del vaso lleno.
–En el elenco de La chica del sombrero rosa está Zulma Faiad, otra ex vedette hermosísima (además de inteligente y buena actriz) que hoy también está sola. ¿No sería otra buena opción como pareja?
–Con ella me sucede otra cosa: desde el vamos nos contamos todo lo que nos pasa y nos ayudamos mutuamente. Por ejemplo, estuve muy al pie del cañón, acompañándola durante el proceso de salud delicado que vivió su ex marido Daniel Guerrero (que murió el 15 de enero). Con ella tengo una relación más cercana, como de hermanos. El primer mensaje que recibo todos los días es el de Zulma, a las siete y media de la mañana. Me envía stickers con flores, mariposas, velas y santos.
–Ya que hablamos de Carmen y de Zulma, ¿te gustan más las rubias o las morochas?
–Me gustan las coloradas, pecosas. Miro más a una mujer colorada y pecosa que a una rubia o a una morocha. Esto es de toda la vida. Mi mujer tenía pecas, pero no era colorada. Las que más me seducen son las pelirrojas con rulos. Esas sí me vuelven loco.
Para agendar
La chica del sombrero rosa
Dirigida por Roberto Antier
De martes a domingos, en el teatro Santa Fe, Mar del Plata.
Agradecimiento: Torreón del Monje
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